María del Carmen Fernández aguanta contra viento y marea la tormenta que azota a los videoclubs. El 7 de septiembre, el suyo, Vitels, en O Couto, cumplirá 30 años. Conocido el cierre a final de mes del Galaxia, sabe que en la ciudad quedan ella y el de Paz Nóvoa.
¿Algo se muere en el alma cuando se cierra un vídeoclub?
Desde luego, el cierre de un negocio siempre es una mala noticia, de un videoclub o de lo que sea. Te dan ganas de llorar.
Usted sigue aguantando...
Eso, aguantando el temporal, que está siendo demasiado grande. Las olas son inmensas, te ves tan ahogado... Todos sabíamos que nada es eterno, que salen cosas nuevas que te desplazan, pero esperábamos que la caída se estabilizase. No vemos la mejoría, habremos salido de la crisis, pero...
Muchos sentimientos...
Muchísimos, el videoclub es mi vida, es como mi hijo pequeño. Nos costó mucho levantarlo, tuvimos que superar muchos altibajos. Llegamos a tener un millón de pesetas de números rojos... Sí, es mi vida, aquí pasé mi juventud, aquí me casé y aquí crié a mi hija.
¿Están los videoclubs heridos de muerte?
Está claro, y algo muy especial tendría que suceder para que resurjan. Cuando leí que cerraba el Galaxia, lo primero que pensé es que la próxima podría ser yo. Hasta que luego te dices, 'voy a seguir aguantando'. Hombre, esta semana he abierto ocho fichas, hacía meses que no se nos daba tan bien y eso te da fuerza. Pero quién sabe, igual en seis o siete meses tengo que cerrar, no trabajo en otro sitio por las mañanas para tapar los agujeros que me produce el negocio. Me da pena, mucha, pero a veces el cariño hay que aparcarlo.
Internet, la piratería...
El primer gran golpe fueron las televisiones privadas. Pero sí, internet, la piratería. Si hace 15 años se hubiesen empezado a cobrar las descargas igual ahora estábamos hablando de otra cosa. Yo tengo 20.000 películas aquí y hay gente que las busca a un euro.
