Crónica

De milagro a Os Milagros

La distancia entre el Polígono y el santuario de Molgas es de 20 kilómetros. Tras andar veinte minutos nos seguía faltando lo mismo. 

Hacia dónde tiramos?". Son las seis y media de la mañana del viernes, y la pregunta resuena en la calle 4 del polígono de San Cibrao. Mi compañero e ideólogo de travesía   tampoco ha ido nunca andando a Os Milagros –sí en coche, yo ni eso– y la verdad es que hasta el momento en el que aparcamos no había pensado en la ruta para llegar desde el periódico al templo de Baños de Molgas. Como buenos urbanitas, nuestro sherpa será el Google Maps. Se dibuja el camino en el móvil: 20 kilómetros. Tras encontrar el chaleco reflectante en el maletero y desempaquetarlo, empezamos. 

Una hora antes había sonado el despertador en casa. "¡Para qué te duchas!", escuché desde la cama mientras yo me secaba en el baño. La última vez que me había levantado tan temprano fue para coger un avión al Primavera Sound. Madre, cómo se escapa la juventud. Mientras me hacía el bocadillo con la ilusión de un colegial de excursión recordé que la imagen de personas andando de madrugada hacía mí, mientras bajaba de la redacción en coche por Cachamuíña, fue una de las cosas que más me sorprendió cuando empecé a trabajar en el periódico tras llegar a Ourense. Era septiembre de 2014, tenía fresca la primera temporada de "The Leftovers" y esos caminantes eran como una versión fluorescente de los Guilty Remnant. A la tercera noche de septiembre consecutiva que me topé con lo que parecía una  huida a toda mecha de Ourense detuve el coche en el arcén y pregunté a una señora a dónde iba. "Filliño, a Os Milagros". Luego también descubriría que muchos amigos ourensanos habían hecho alguno de sus primeros botellones camuflados con forma de romería hacia el Monte Medo. Ahora, sin devoción ni roncola pero con entusiasmo, entraría en el club. Con la emoción dejé sin tomarme el café.

Los pueblitos de San Cibrao son un ejemplo maravilloso de la habilidad gallega para mezclar casas deliciosas con otras que firmaría un estudio de arquitectos capitaneado por Makoke y Kiko Hernández. "Ya llevamos dos kilómetros", avanzó mi "partenaire" de ruta desde su aplicación con ambiciones runner tras apreciar  un cierre de finca hecho con el esqueleto de un colchón. "Vamos rapídismo, ¿no?", exclamé con jovialidad. Miré mi móvil. Tras 2.000 metros de caminata nos quedaban... 20 kilómetros. Lo mismo que al principio. "Teníamos que haber ido por La Zamorana". Mi padre, viejo scout, nunca hubiese permitido que su hijo mayor se encargase de un mapa.

De milagro a os milagros 1

A las 07,30 horas empezaba a amanecer y nosotros seguíamos peleando por salir de San Cibrao. Santa Cruz da Rabeda, Figueiredo... tras seis kilómetros de marcha, los pueblos pasaban a buen ritmo pero en el mapita seguíamos sin alejarnos del punto de salida. En ese momento recordé la mueca de mi novia cuando le dije que iba a ir a Os Milagros –le faltó decirme: "Pero hombre, a tu edad..."– y también "Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer", mi libro favorito de Foster Wallace. En la primera parte, el tipo se embarca en un crucero de lujo por encargo de la revista "Harper's" para hacer una crónica del viaje y acaba entregando un relato hilarante y demoledor a la vez. La noche anterior había querido releer el libro y descubrí que no me lo habían devuelto. David, si lees esto, regálaselo a Román cuando cumpla 13.  


Seis perros y dos vecinos


Otra de mis aportaciones a la ruta fue retrasar la hora de salida –inicialmente prevista tras el cierre del periódico– . "Así seguro que nos encontramos a más gente". Se estiman que cien mil personas pasan cada año por Os Milagros, y muchas se concentran en los días de la novena que se celebra esta semana. Pues de momento solo habíamos conseguido ver a seis perros. También a dos vecinos, que nos vieron pasar con un saludo compasivo. "Estamos haciendo una ruta alternativa a Os Milagros". Je, je, je.

Poco después de las ocho logramos llegar a la carretera de Maceda. Nos quedaban 14 kilómetros. Frescos de piernas, pese a todo, la expedición remontaba. Lo peor de esta etapa acabaría siendo los coches, que se sucedían a velocidad de AP-9. También la mierda tirada en los arcenes, material para un potente "Lector denuncia". Subiendo la cuesta nos encontraríamos, bajando, a los dos primeros peregrinos. Perros 6- Peregrinos 2. 

Entramos en tierras de Maceda. Eran las nueve y en el arcén, otra lata vacía de Estrella. Al poco nos enfrentamos con el primer letrero de Os Milagros y doblamos hacia la carretera de Molgas. En un aparte desayunan tres peregrinos, a los que saludamos con un entusiasmo que sonó una pizca desesperado. Un kilómetro más allá, otros dos perros venían de vuelta. Los canes amplían diferencias: 8-5, tras 3 horas y 16 kilómetros.

Quince minutos más tarde topamos con una vecina en un cruce. 

–"Va a Os Milagros?"

–"Non, non, vou de paseo. Pero vos ides ao revés"

Indicándonos que íbamos en dirección contraria.

Con la emoción de haber creído encontrar a nuestro sexto romero habíamos tomado el desvío contrario. Desandamos lo andado mientras la mujer se esforzaba por darnos las indicaciones correctas, con pinta de llamar a Protección Civil al llegar a su casa.

Eran las diez menos cinco cuando cruzamos el puente romano de Molgas y nos encontramos con una pareja de alegres jubilados que andaban a buen ritmo impulsándonse con bastones de marcha . "Cara Os Milagros, non?", lanzamos casi como un homenaje al "Doctor Livingstone, supongo".

–"Si"

–"E vides de lonxe?"

–"Acabamos de salir de casa"

Mientras digeríamos el envite, la pareja contraatacó: 

–"E vos? A Peregrinación da Xuventude?

–"Non, eso é mañá. Ademáis, xa non temos idade...

–"Como que non!"

¿Un piropo? Aún con sus risotadas y a estas alturas, lo compramos.


Repecho y fantasía


Solo quedaban dos kilómetros y la cosa ganaba ambiente a la vez que las piernas empezaban a pedir una mesa de negociación.En el repecho a Monte Medo, varios buses y decenas de coches aparcados. Eran las diez y media cuando tras 22,36 kilómetros –de propina, algo más de 2– recorridos en 4 horas y 8 minutos llegamos a lo que funciona como el recibidor del santuario, una generosa explanada que en la novena se convierte en lo que las últimas camadas milenials etiquetarían como "fantasía". Un hermoso festival cuyo cartel podría haber diseñado mi abuela, en el que se mezclan tenderetes con exvotos, cirios, fruta, garrapiñadas, "antigüedades", rosquillas y  zapatillas. "Hoy barato, mañana caro", anuncia un vendedor entre el marketing y el desafío. En Os Milagros puedes ir a misa, comprar La Región, adquirir un melón y un remedio natural para los bajar la tensión, ponerte unas trenzas y luego tomarte un churrasco.

Foto a una familia de Burgos, sin el abuelo.

Tras sacarle unas fotos a una familia de Burgos –el abuelo no posó: "A mi padre no le gustan las fotos", disculpó su hija–, entramos en el templo a poner unas velas y cumplir con una amiga del curro. "Uns churriños e marchamos", proponía a su mujer un señor mientras salían. No nos detuvimos en la Churrería Lolita. El rumbo era la pulpeira. Saludaron: "Aquí xa se pode comer, eh". Eran las once y nunca habíamos tomado el pulpo tan temprano. Cuántos años tirados a la basura. La ración, modesta pero excelente de precio: 8 euros. Pedimos dos, acompañadas de unas cervezas. Para el año que viene volvemos. "Pero vamos todo por pistas y senderos, que es más bonito". 

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