“Despedimos a mamá separados"

Maside. 30/10/2019. Reportaje sobre la falta de espacio en algunos cementerios Ourensanos para enterrar a nuestros seres queridos. En la foto el cementerio de Santa Comba, en Maside.
Foto: Xesús Fariñas
Los hijos de Celsa Suárez, fallecida a los 98 años, dieron un último adiós inimaginable a su madre, acorde con los tiempos. El pésame por teléfono, las flores de casa. El párroco Rafael Nogueiras  ha enterrado a dos madres durante esta crisis.

Celsa Suárez Seoane, de Barra de Miño, murió a los 98 años por un fallo multiorgánico la pasada semana. Falleció durante una pandemia y seguramente nunca imaginó cómo tendrían que arreglárselas sus cinco hijos para despedirla. El pésame llegó por WhatsApp y las flores de la huerta de una hija al día siguiente de ser enterrada. No hay misas, no hay condolencias en forma de abrazo ni tampoco grandes centros de flores. Un pequeño ramo hecho en casa, valió  a esta familia para cumplir con las tradiciones dentro del estado de emergencia que ha obligado a cambiar el rito de la muerte. 

“Morreu na casa e porque tiña unha idade. Pasou unha neumonía, tivo un ictus...púxose maliña e morreu. Tendo en conta como o está pasando a xente nestes momentos, e todos eses maiores soiños nas residencias, nós vivímolo da forma máis tranquila posible. Tristes, pero tranquilos”, dice una hija, Celsa Seoane Suárez.

Celsa regentó durante toda la vida una tienda de ultramarinos que era también horno y molino, en Barra de Miño. “Ela e meu pai traballaron moito. Axudaron a moita xente na época na que había tantos nenos nas familias, non lle faltou pan a ninguén. Era boa persoa e moi discreta. Escoitaba os problemas e calaba”, cuenta la hija.


Cada uno en una esquina


Los que la conocieron mandaron las condolencias a través del teléfono, el que salva las distancias estos días. “Faleceu o martes e chamei á funeraria Santiago Apóstol da Peroxa. Recollérona e fomos tres persoas coas chicas da funeraria ata a cámara frigorífica. O mércores acompañámola, dous irmáns e eu. Rompimos un pouco o protocolo….”, se disculpa Celsa. “No cementerio eramos nove persoas, pero preocupanos de estar tres en cada sitio. Separados. Meu irmán quedou fóra, nunha pista. Outro de pé onde á funeraria e eu con dous familiares nun pasillo diferente”, se explica la mujer.

“Sei perfectamente que non podíamos estar máis de tres, iso cumplímolo. Somos cinco irmáns. Unha está en Cangas e dixo que non era capaz de quedar alí. Despedimos a mamá separados, indo en tres ou catro coches diferentes, con mascarilla. Ao día seguinte, leveille flores da horta nun xarronciño pequeno. Nin besos, nin abrazos”, relata.

No tiene prisa por celebrar el funeral: “Non, en vista de todo o que está pasando… Non nos importa deixalo para verán ou para despois. Así aproveitaremos para xuntarnos todos”.


“Yo no pregunto"


El párroco Rafael Nogueiras, de 84 años, se encarga de cinco parroquias en Coles y A Peroxa. Le ha tocado oficiar dos entierros en tiempo de crisis. “Dos mamás, una en la parroquia de San Paio de Albán. Vino la hija, dos o tres personas más. No se puede entrar a la iglesia para tener la misa de funeral, entonces tuvimos oraciones. La otra fue en San Vicente de Graíces. Es todo lo que se puede hacer, de momento”.

Para quien lleva 60 años de cura, adaptarse a las nuevas despedidas cristianas es difícil. “Mire. Yo no me fijo si van tres ni cinco personas. Una señora que tenía dos hijos...yo no voy a preguntar si esos hijos van con los nietos de la señora, con sus matrimonios… Yo no soy el que debe ocuparse de ese problema, estamos separados todos y ya está. Es una aldea. No es ninguna cosa secreta, esta es la situación que nos ha tocado vivir”.


El duelo, despacio


“Con el tiempo se va apagando el dolor fuerte del primer momento, los funerales serán distintos cuando ya puedan realizarse”, dice el párroco Rafael sobre el duelo de estas familias.

Te puede interesar