crónica

El día después, en la Ribeira Sacra

A lo largo de la Ribeira Sacra, entre los cañones y laderas que contienen al Sil y al Miño de Lugo y Ourense se encuentran algunos de los cementerios mejor dispuestos para albergar una última morada, algunos medievales 

Cuando un silencio es rotundo se dice sepulcral. En la Galicia rural el silencio domina; a veces se rompe por el tañer de unas campanas. ¿Novedades? Luctuosas. Al mediodía, el parte de la SER es obligado, allí, la hora del entierro, itinerario del autobús. Los entierros son el elemento socializador. El tanatorio, un lugar de encuentro; muchos, donde los paisanos fueron a la escuela. 

En ruta. En la Ribeira Sacra el turismo ejerce de contrapunto a ese ritmo de aldea. Las campañas publicitarias han cuajado. Pero el escenario de un rural destartalado no se frena, demasiadas casas abandonadas caen a plomo, por ello, quizás la muerte que acompaña el fondo del relato, sea aquí más sonora y dolorosa.

La Ribeira Sacra es tan bella que a más de uno pudiera parecer que incluso morir allí sería un privilegio. Pero si nadie quiere morirse, tampoco hay alma que no se rinda a un escenario mayúsculo. Puede que el fluir de turistas, y las modernidades, hayan alejado de allí a la Santa Compaña; aunque, en la frondosidad del bosque, al caer de la tarde, al bajar de la bruma y la niebla, quién sabe.


Poesía en piedra 


En San Pedro de Rocas la piedra gastada es acariciada con mimo por el viento, el mismo que en lo alto agita las copas de los árboles. El lugar invita, si no a la fe, pues los tiempos son descreídos, a la reflexión acerca del vivir eremita de sus fundadores, al sobreesfuerzo de excavar la iglesia en roca viva, columnas y capiteles incluidos, todo en un difícil equilibrio sobre todo el lugar donde está erigida la espadaña. Son tantas las tumbas antropomorfas que hacen difícil el tránsito entre ellas, dentro y fuera; los privilegiados los imaginamos en el interior. A las del exterior, la lluvia de estos días las colmatan con hojas amarillas de los castaños. Esgos, en Rocas, con razón, es puerta de entrada a la Ribeira Sacra, y de qué manera.

Los cañones -Sil, Miño- predisponen la mirada; la visión especular con el agua al fondo del escenario que siempre acompaña, aunque sea un artificio. Los embalses restaron vida y -como veremos- el beneficio sobre el terreno no se percibe.

En Parada de Sil, en San Vítor, en lo alto de San Lorenzo de Barxacova, otro conjunto de tumbas antropomórficas medievales; el cementerio reglado está en el pueblo, donde un vecino lo controla con sumo celo; viéndolo, es posible que sea así todo el año. Ligeramente inclinado sobre una ladera hacia el río Mao, San Vítor de Barxacoba. La ladera del pueblo es hoy un hermoso tapiz amarillento de viñedos. Por el lugar pasan numerosos turistas, de los que el pueblo es casi ajeno. Accesos complejos. Una carretera intrincada rodeada de bancales donde se despista la mirada. El reclamo: TUMBAS, en capitulares, con indicadores a lo largo de la aldea. Quién les iba a decir a aquellos eremitas que su descanso en tan inhóspito lugar tuviera premio. La necrópolis impresiona tanto como su ubicación. La disposición, todas en la misma dirección, este/oeste; en el lugar más elevado de un conjunto rocoso queda la pegada visible de duna antigua capilla.

En este itinerario necrófilo de ocasión uno persigue lugares señalados con el gran cañón de fondo. Como la estilizada iglesia de Santiago de Cerreda (Nogueira de Ramuín) que se hace visible enfrente, desde el mirador de A Cividade (Sober) al otro lado del Sil; su elevado campanario, dimensión, seguro que entre la intención de sus constructores no estaba que fuera discreta. En Galicia los bienes en propiedad importan mucho, también los fúnebres. El cementerio de la localidad está en Alberguería, donde una vecina acicala su parte de la propiedad. No quiere -dice- que su nombre figure en crónica alguna, pero se muestra enérgica en lamentar la disposición del lugar, panteones de hasta 4 nichos en vertical a lo largo del camposanto. Una pequeña ciudad mortuoria mezclada con sepulturas al ras, todo muy anárquico. "Eiqui, cada un fixo o que lle deu a gana; hai outros cementerios que están moi ben, pero iste…". Si el interior del pequeño recinto es caótico, la visión del fondo es gloriosa, muy cerca, el mirador de Pé do Home.

En Santo Estevo de Ribas de Sil, hoy un exitoso parador, todo es grandioso. Desde lejos su dimensión da fe de la poderosa abadía que allí hubo. El cementerio hoy es parroquial, bien dimensionado y ordenado, algunas sepulturas en tierra certifican enterramientos recientes. El turista, fluye, algunos hasta sostienen la mirada sobre el cementerio, minúsculo ante la imponente fachada barroca del antiguo cenobio.


Vivos y muertos


En Cristosende (A Teixeira) si los muertos hablaran sería más fácil dialogar con ellos que con los vivos. El concello es uno de los menos habitados de la provincia, pero éste es uno de los cementerios con mejores vistas. Lugar de paso imprescindible para visitar la Ribeira Sacra; la presencia de un grupo de teutones genera una postal curiosa. Paralelo al cementerio, con el Sil de fondo, cinco bungalós de diseño apuran los remates. 

En Belesar (Chantada) el cementerio estaría bajo las aguas. En 1953, con la construcción del embalse homónimo, se trasladó a una de las laderas sobre el Miño. Un cementerio minúsculo, alguno de los panteones decimonónicos. "Todo o mundo dí que ten moi boa vista", apunta Clara Sotelo, que ríe, en una sonrisa calma, con poso. Desde la otra orilla servidor le ha visto recoger la ropa colgada, dispuesta en un tendal en línea, paralelo a la carretera; como lo son dos grandes matas de crisantemos. Todo aquí es muy íntimo. La mujer no es del lugar, pero sí su marido, que vio como con tres años, las aguas modelaban el escenario. El tiempo en Belesar es denso, casi fantasmal. Con la llegada del embalse muchas de las casas fueron renconstruidas, se reconoce a simple vista. Del centenar de casas dispuestas en ambas orillas y unidas por el puente, hoy las habitadas no llegan a la docena. La postal engalanada de Belesar, con sus bancales extendidos en laderas suaves y sus tradicionales bodegas, semeja un simulacro de escenario. Esta recobra vida cuando los autocares con turistas se detienen al otro lado del embarcadero, en la cantina. Hoy no. A lo hora del almuerzo, servidor y un amigo somos los únicos comensales.


Paraisos perdidos


Aguas abajo, este turismo de necrofilia apunta a Chouzán (Carballedo). Allí, la iglesia de Santo Estevo de Chouzán, también fue trasladada. Y el cementerio se hizo de nuevo. Dar con ella no es sencillo, ni con indicadores. Un profundo desnivel en una carretera muy estrecha que serpentea nos lleva al pueblo, muy vistoso desde lo alto. “¿La iglesia?” Un vecino descreído de todo mérito la sitúa en lo alto, y apuntando con un dedo que oscila la señala entre los pinos, "calquera día lle caen enriba". De la iglesia, en tintes góticos sumamente estilizados, queda liberada la fachada -casi en equilibrio en plena ladera- y una parte del ábside. Su aspecto en forma de cruz la hacen de lo más extraña. Para llegar, un sendero que zigzaguea entre casas de piedra de mampostería, muchas colapsadas por el abandono y otras cerradas desde hace ya mucho. Un aroma a naranjas ya maduras proyectan su perfume, reflejo de la benevolencia del clima y nos retrotrae el pensamiento cuando la aldea tenía más vida. En lo más alto, el cementerio parroquial, junto a la carretera entre los pinos. Un sendero enlaza con la iglesia; a lo largo hay algunos bancos recién instalados. Como si alguien, en medio de un fantasmal escenario, tuviera tiempo ya de sentarse.

Camino de Os Peares, la bruma y la niebla bajan de la montaña y se van presentando. Lo envuelven todo. Al recorrer estos escenarios de la Ribeira Sacra uno lleva la impresión de haber profanado algo. Tal vez; el silencio, por momentos sepulcral. 


Los cementerios de la Ribeira Sacra: 


Alberguería: En el interior de este cementerio había una capilla, de la que queda la espadaña. Es el cementerio parroquial de Santiago de Cerreda, cuya iglesia está en el pueblo siguiente. En un enclave de interés al lado del cañón, su interior es caótico.

ALBERGUERÍA (NOGUEIRA DE RAMUÍN) 28/10/2019.- Escenarios para morirse en la Ribeira Sacra. José Paz

Cristosende: Algunas de las cruces de los panteones parecen alzarse para contemplar el bello escenario en una suave ladera con viñedos. El de A Teixeira es un lugar privilegiado, justo a su lado rematan la construcción 5 bungalós de uso turístico.

CRISTOSENDE (A TEIXEIRA) 28/10/2019.- Escenarios para morirse en la Ribeira Sacra. José Paz

Santo Estevo de Rivas de Sil: Al pie del monumental monasterio y una iglesia románica de empaque, dotada de un retablo de Juan de Anges y otro pétreo en un lateral de una de las naves. El cementerio parroquial es testigo de la ida y venida de cientos de turistas. 

SANTO ESTEVO (NOGUEIRA DE DE RAMUÍN) 28/10/2019.- Escenarios para morirse en la Ribeira Sacra. José Paz

Necrópolis de San Vítor: El lugar, San Lourenzo de Barxacova (Parada de Sil), es vistoso. En lo alto, excavadas en piedra alrededor de medio centenar de tumbas medievales. En el lugar, junto a unas peñas, hubo una capilla, en ella se conservan más tumbas.

SAN LORENZO DE BARXACOVA (PARADA DE SIL) 28/10/2019.- Escenarios para morirse en la Ribeira Sacra. Tumbas antropomórficas de Vítor de BArxacova. José Paz

Santo Estevo de Chouzán: Desde arriba, de Santo Estevo de Chouzán sólo se aprecia parte del ábside, los pinos lo envuelven todo. Parte de un antiguo monasterio, la iglesia fue trasladada tras construir el embalse, igual que el cementerio, al pie de carretera.

SANTO ESTEVO DE CHOUZÁN (CARBALLEDO) 28/10/2019.- Escenarios para morirse en la Ribeira Sacra. El Miño al fondo.  José Paz

Belesar: Con la construcción del embalse de Belesar, en 1953, hubo que reubicar varias iglesias y algunos cementerios, entre ellos éste de Belesar (Chantada), uno de los más íntimos y recogidos, cuyos panteones restan apacibles sobre el Miño. 

BELESAR (CHANTADA) 28/10/2019.- Escenarios para morirse en la Ribeira Sacra; al fondo el Miño.. José Paz

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