ARTE ET ALIA

El discurso carnal de Conde

La casta Susana y los viejos jueces lúbricos.
photo_camera La casta Susana y los viejos jueces lúbricos.
"Los Ramones", 1994, el busto de Ferro Couselo, 1996; "Lechera", 1999, y "Reverter, Alpinche, y Colemán", 2006, están en la ciudad, y "Arco", Pereiro de Aguiar, 1997, en nuestro entorno.

"Los Ramones", 1994, el busto de Ferro Couselo, 1996; "Lechera", 1999, y "Reverter, Alpinche, y Colemán", 2006, están en la ciudad, y "Arco", Pereiro de Aguiar, 1997, en nuestro entorno. Son monumentos públicos que hablan de Ramón Conde Bermúdez (Ourense, 1951), son asimismo una muestra de oficio y versatilidad como escultor. En la última, en que juegan un hombre y un niño, se reconoce su vocabulario y sintaxis de artista, al igual que en "Hombre de pie", bronce de 1996, a la puerta del Parque del Miño; mas ninguna de ellas habla tanto del artista como los ‘gordos/as’, las formas con las que se le suele identificar. Son estas, sin embargo, unas obras en las que la mirada no va más allá de la superficie de las formas y su volumen, aunque Conde se esfuerce por indicar su relación con la orografía gallega. No obstante, es desde sus contextos psicológico o filosófico cómo abren en realidad sus expresivos pétalos… Por otra parte, el arte de Ramón interpela desde el desnudo. Desde el cuerpo siempre, la figuración al desnudo, pues carga con lo esencial del significante. Sus obras hablan con susurros, y en ocasiones gritos, desde su subjetividad, mas ahora es un acto liberador del discurso académico. Como en una disyuntiva, que no resuelve, presenta una bipolaridad de formas: una no objetiva, la de los/as gordo/as andróginos, que es la de los sueños o surreal; otra la masculina, la de un superhombre lleno de preocupaciones, que refleja las zozobras de la vida. Son los cuerpos desnudos, y descalzos, cual ideas, el vehículo de su lenguaje.

Mas en una cultura tan visual como la nuestra, sigue habiendo turbación ante el cuerpo desnudo desde la mirada morbosa. Conde no busca el cuerpo-fetiche de mujer de belleza, siendo además transgresor con el desnudo masculino, representación que se ha ido liberando en los últimos cincuenta años, poniéndose casi a la misma altura que el femenino. Hoy, en la contemporaneidad, se valora en ellos su concepto, el valor de la idea, o la narración, insertándose en una posición política o micro política, al no ser ya una visión moral. Así con Robert Mapplethorpe, Spencer Tunick, Paul Kooiker, Mona Kuhn, así Marina Abramovich, Jorge Fuembuena o Cristina Lucas, también con Lucian Freud y Francis Bacon: en su contexto, el planteamiento de Ramón Conde habla. El propio artista lo sitúa en un continuum en la introducción al catálogo de sus “Soliloquios”, partiendo de la muestra en esta misma sala del Marcos Valcárcel en 2012, “Una mirada sobre las actitudes humanas”, y las cinco exposiciones subsiguientes hasta llegar a esta. Hay una culta referencia al gran Michelángelo en Noche, pero más allá, desde la inverosímil elasticidad de las orondas figuras, es la recapitulación de un discurso que se dice a sí mismo, con resinas, fibra de vidrio o bronce para expresar emociones, como la ternura, en la estatua gigante exterior. Sorprenden las escenas del líder cuartelario, las recreaciones de Pigmalión y Galatea o Susana con los mentirosos viejos jueces lúbricos, en la que añade otra luz desde el color azul.

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