Pasó lo que pasó

¿Distancia social? Cada vez más

OURENSE (PARQUE BARBAÑA). 02/05/2020. OURENSE. Ambiente diario en Ourense en el primer día que el gobierno permite hacer deporte con horario limitado, tras más de un mes de confinamiento por el estado de alarma decretado ante el coronavirus. FOTO: ÓSCAR PINAL
photo_camera Ambiente en Ourense en el primer día que el gobierno permite hacer deporte con horario limitado, tras más de un mes de confinamiento. (ÓSCAR PINAL)
Se acercan las tentaciones de gobernar por decreto, con estados que alarman, pero por el desacierto en las decisiones. Nos piden en Madrid y Ourense distancia social. Cada vez más lejos estamos de ellos.

Unas dioptrías más en cada ojo

El virus este se ha vuelto un gigantesco piquete, capaz de paralizar él solo en una especie de huelga general a casi todo el orbe. Nos ha recluido en clausura sin ser llamados a voto y oración. Nos ha puesto a todos de servicios mínimos, unos trabajando un poquito, los otros esperando una prestación pública que evite convertir todo esto en Las Hurdes que descubrió Alfonso XIII en 1922. La ministra Calviño ya aventuró un estacazo de una tasa de paro por encima del 20%, por lo que habrá que aplicarle el incremento del IPC dada la puntería del gobierno y su aversión a no contradecirse. Los de Sánchez solo apelan al sostenella y no enmendalla cuando se parapetan detrás de las decisiones por decreto. Pero, decía, este virus también ha dejado semivacíos los foros de debate institucional. El eco de las palabras partidarias chocan contra las paredes y vuelven tercas como el bumerán para dar en los morros. El Congreso de los Diputados se reúne con un aforo de salón inglés para tomar el té y los que acuden hacen lo mismo que cuando están los 350 diputados: hablar, no escuchar, no entender, reprochar.

Con las cifras siempre tuve la misma duda, por qué 350 parlamentarios, a tantos por provincia, y no 378, 53 o 739. Si, como parece, de lo que se trata es de no entenderse, bastan dos. Cuanto más urge un pacto de grandes mayorías, más dioptrías ganan estos miopes. Populares y socialistas, que aglutinan las dos grandes opciones sociales del país, han firmado los manidos pactos de La Moncloa en los años 70, a favor del modelo autonómico (ya con UCD) para repartir competencias entre las comunidades, contra el terrorismo de ETA y el yihadista, a favor de la Ley de Partidos, contra la violencia de género o el Pacto de Toledo para proteger el sistema de pensiones. Un periódico recordaba estos días que esos pactos siempre se habían dado con la izquierda en la oposición y la derecha en el gobierno. Como si se tratase de un concurso de méritos o deméritos. Si uno no invita el otro no va. Si uno no descuelga no sabe qué quiere el que le llama. Y en estas seguimos, con la inteligencia y el sentido común de servicios mínimos, decididos a llevarnos a aquellas míseras Hurdes de hace cien años. 

Tenemos límites hasta para pasear

A la entrada de Os Peares, en la pasarela que salva el Miño, una pancarta dice: "Alberto, noso Presidente". Como quien dice, ojo, ya sabes donde te metes. Unos metros más adelante, la casa familiar del presidente de la Xunta, con el estanco en el bajo, regentado en tiempos por su abuela. El pequeño pueblo pellizca de vez en cuando la fama, bien porque se alude al político del PP, hijo de Sira y Saturnino, bien por sus peculiaridades geográficas y administrativas: dos provincias, cuatro ayuntamientos, tres partidos judiciales, tres comarcas, tres ríos, dos diócesis. Se entre por donde se entre dan ganas de recitar La Canción del Pirata, de José de Espronceda: "cantando alegre en la popa, Asia a un lado, al otro Europa, y allá a su frente Estambul". Os Peares atrajo a los periodistas para ponerlo como ejemplo del experimento de la desescalada por provincias. Según Pedro Sánchez I de España, el decretador, los vecinos de la pequeña población deberían moverse en un metro cuadrado para no salirse del decreto y ganarse una multa. Cierto, las divisiones administrativas siempre son complejas.

¿Dónde pones el marco? La gente acostumbra a moverse con naturalidad, ajena a si lo hace por Nogueira de Ramuín o por A Peroxa. En Os Peares importó muy poco por qué territorio te movías si ibas a la tienda del Alparagatero, a la mercería de la señora Concepción, al negocio del Catalán, al bazar de los Quintela. Al Rubio, conductor del coche del Auto Industrial y a Fermín, el revisor, les importaba un pito qué municipio atravesaban cuando transportaban gente de Monforte a Ourense. Nunca creyeron ni creímos que la división administrativa provincial sería tan importante a la hora de dar un paseo. Tampoco que pasear fuese objeto de tan sesudo debate, la verdad. 

Distancia social, pero no solo física

El pleno del Concello de Ourense aprobó los primeros presupuestos de Jácome para que el alcalde pueda tener una línea en su currículum en blanco. Se los dio hechos el PP, que es ese alumno aseadito que siempre se deja copiar en los exámenes a cuenta de poder seguir jugando a la pelota en el recreo. La sesión plenaria se tuvo que adaptar a esa nueva normalidad que nos está tocando vivir y de los 27 concejales asistieron once por aquello de mantener la "distancia social" y evitar contagios. Es decir, que corra el aire, que no haya proximidad física. Hacen bien en protegerse, el resto de ciudadanos hacemos lo mismo. No se puede imaginar el alcalde la "distancia social" que está consiguiendo con el resto de los ciudadanos. Y no solo física, precisamente.



Al poner la lupa | "Obreiro parado, patrón colgado"

Ourense 1/5/20
1 de Mayo de coronavirus

Fotos Martiño Pinal

Pasó el Primero de Mayo con un manto de silencio. Los sindicatos están cerca de guardar un minuto de silencio también por las víctimas del empleo, que se antojan por millares. Todo cambió, incluso entre "os compañeiros". Esta crisis dejó la celebración en unas cuantas soflamas por las redes sociales y vídeos bizarros distribuidos por teléfono. Los megáfonos se han vuelto campanas, que ya no doblan, y si lo hacen lo hacen por los ERTE. Todos los empleados rezan un que no me toque a mí. Está la cosa como para clásicos de los ochenta: "obreiro parado, patrón colgado".


El portafotos | José González Vázquez

El conselleiro de Medio Rural.

Decía un político ourensano que en un discurso conviene hablar alto para que te oigan, claro para que te entiendan y poco para que te aplaudan. Los hay que gustan de escucharse y aplaudirse. Si no tienen auditorio, es igual, baten palmas ellos solos. También hablan constantemente o envían a diario comunicados, que para un político es casi lo mismo. Encaja ahí José González Vázquez, conselleiro de Medio Rural, ourensano de O Ribeiro, que llegó al cargo con una buena ejecutoria profesional y le encontró pronto el gusto a la pasarela. Llegó dejando todo perdido de "Aldeas Modelo" pero ahora vivimos malos tiempos para el maquillaje.

Esta crisis pone la piel cada vez más fina y el sector está para poco postureo. Al conselleiro se le pegó acento foráneo muy pronto y se olvidó de importantes empresas ourensanas de la alimentación y la distribución a las que ni siquiera invitó para eventuales alianzas en esta crisis. Después del patinazo se despacha con una invitación a los consumidores a que compren en supermercado, entre ellos, varios extranjeros. ¿Y  el comercio local? ¿Y los mercados? El conselleiro, otra vez, habló alto para que le oyesen, claro para que le entendiesen y demasiado como para que se merezca el aplauso.

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