El drama de los mayores solos: una lucha social con tareas pendientes

El reciente hallazgo de una vecina de 77 años fallecida en su domicilio de la ciudad vuelve a poner sobre la mesa la realidad de la provincia, donde se calcula que más de 16.500 mayores viven solos. Aunque administraciones y entidades sociales centran sus esfuerzos en ganarle la batalla a la soledad, lo cierto es que todavía quedan grietas. En lo que va de agosto, al menos tres personas han sido encontradas muertas en su domicilio en la provincia –dos en la ciudad y una en Barbadás–, sin que nadie se percatase de lo sucedido. Varios han sido los intentos de los gobiernos municipales de llevar a cabo un censo de personas mayores solas, pero por el momento solo Carballiño cuenta con él. El alcalde de la ciudad, Gonzalo Pérez Jácome, anunció el verano pasado que se implementaría de forma "inmediata" un servicio municipal para dar respuesta a la situación, una propuesta que se quedó en el cajón. Una “gran preocupación" "Nosotros tenemos a 818 mayores de 70 años que viven solos. La mayoría cuenta con servicio de teleasistencia, con el programa de Xantar na Casa –le llevan la comida a su vivienda– y algunos con el servicio de ayuda a domicilio", explica Lupe Sobrado, edil de Servicios Sociales de Carballiño, que reconoce el esfuerzo de llevar a cabo el censo. "Hay algunos que no quieren ayuda, pero son los menos", detalla. A los esfuerzos del Concello se juntan los del centro social de mayores: "El director, Manolo, está muy pendiente, y siempre nos comunica cuando detecta alguna necesidad entre los usuarios". El edil Manuel Doval de Pereiro de Aguiar reconoce la "gran preocupación" por combatir la soledad de los vecinos de más edad. "É unha realidade que hai que abordar de xeito transversal, e é o que estamos intentando facer", asegura. El Concello llevó a cabo diversas iniciativas para conocer las problemáticas individuales e intentar paliarlas: "Puxemos en marcha un servizo de lavandería comunitaria, lavábase a roupa e despois se lles entregaba. Era unha forma de visitalos, de ter contacto, de charlar con eles". La teleasistencia Cruz Roja ofrece en la provincia el servicio de teleasistencia para un total de 1.395 personas –financiados, según el caso, por la Xunta de Galicia, el Concello de Ourense o de forma privada–. Además, ocho mayores cuentan con servicio de telefonía móvil, que también permite realizar seguimiento de su día a día desde la entidad. "La gente llama preguntándonos por el botón, el medallón... y normalmente es la puerta de entrada a otros proyectos, al final las personas no venimos compartimentados, generalmente tenemos más de un problema", explica Natalia Belmonte, responsable de proyectos de personas mayores de Cruz Roja en Ourense. La entidad también presta el servicio de ayuda a domicilio complementaria, que da cobertura a aquellas personas con cierta limitación de autonomía. "Las personas la solicitan cuando notan flaqueza, cuando no puedes ir solo al médico o al supermercado", apunta Belmonte. Un equipo de voluntarios se ocupa de realizar el acompañamiento de los mayores, tanto a pie como en vehículo, para ayudarlos en su día a día. El covid La irrupción del covid y del confinamiento obligó a municipios y entidades sociales a volcarse con la población de mayor edad. Desde los concellos se activaron mecanismos para mantener cubiertas las necesidades de alimentación y medicinas de los vecinos, sobre todo en los núcleos más alejados. "Quixemos dar a maior cobertura posible de todas as persoas maiores do municipio", asegura Manuel Doval. En Carballiño, el censo permitió un seguimiento exhaustivo de cada caso tras el inicio de la pandemia. "Fuimos uno por uno llamándolos, viendo qué situación tenían, qué necesitaban. Les llevamos comida, medicinas, incluso les enviamos mascarillas", recuerda Lupe Sobrado. Desde la Escola Rural de Saúde da Limia se estableció un servicio de atención telefónico dedicado específicamente a mayores vulnerables, además de apoyo logístico. "En la desescalada realizamos acompañamiento de la población de más edad en colaboración con la psicóloga Rosa Trujillo, que recomendó pautas emocionales para afrontar la inseguridad y el miedo, así como evitar alarmas", explican desde la entidad. En primera persona | Testimonios “Estando soa non rifo con ninguén, só cos gatos" Ramona Cordeiro, de 77 años, vive sola en su casa de Castadón (Pereiro de Aguiar) desde la muerte de su hermana, hace varios años. "Estando soa non rifo con ninguén, só cos gatiños, que ás veces se meten entre as plantas", bromea. Cordeiro reconoce que, pese a sus achaques, "aínda me vou defendendo eu soa", por lo que no se plantea mudarse a una residencia. "Eu da casiña non marcho, estou moi contenta aquí, e dende o Concello sempre se teñen portado moi ben comigo", asegura. Su amiga y taxista de confianza, Lola, se encarga de hacerle la compra y llevársela a casa cada vez que lo necesita. "Durante o confinamento Manolo –Manuel Doval– díxome se quería que me trouxesen a comida, pero eu xa lle dixen que haberá xentiña que a precise máis ca min, que non teño problema", cuenta. Es usuaria del centro de día de A Farixa –"Estou moi contenta, é un sitio moi bonito, moi bonito"–, donde acude de forma diaria entre semana. "Polo do covid agora volvemos ás catro da tarde, e non podemos xogar as cartas claro... Temos que estar un pouco máis apartados uns dos outros", comenta. Tras el confinamiento, Cordeiro no dudó ni un momento en reincorporarse al centro: "Alí teñen todo moi ben desinfectado e preparado para que non teñamos ningún contaxio. Eu alí estou coma unha raíña". Su familia más cercana, dos sobrinos y dos sobrinos nietos, viven en Burgos, pero se mantienen en contacto telefónico con ella y vienen cuando pueden. "En febreiro estiveron aquí e inda fomos comer todos xuntos ao Colmear", dice. “La vida en ciudad es muy distinta a la de aldea" Mercedes González (76 años) y su marido Efrén (88 años) pidieron ayuda a Cruz Roja cuando el confinamiento empezó. "Efrén estaba muy nervioso, muy preocupado con ir en coche a algún lado, y como tiene que ir a la revisión del sintrón sí o sí, no sabíamos qué hacer", recuerda González. Su marido escuchó en la radio que Cruz Roja contaba con un programa de atención a personas vulnerables, y el matrimonio decidió llamar. "No nos conocían de nada y nos atendieron con una amabilidad enorme. Les explicamos la situación y vinieron a por Efrén, lo llevaron en coche, lo acompañaron a consulta y lo trajeron. Durante todo el confinamiento, vinieron cuatro veces. Todas ellas, la misma voluntaria, una chica encantadora", asegura González. Desde el confinamiento, cuentan con el servicio de teleasistencia para mantenerse en contacto con el equipo de Cruz Roja ante cualquier incidencia que pase. "Ya antes de tener el servicio nos llamaban para saber cómo estábamos, la verdad es que es algo muy importante, se lo recomendamos a toda la gente mayor", apunta. El matrimonio reside en la ciudad, y reconoce las diferencias de la vida en un entorno rural: "Aquí es muy distinto, la gente no suele conocer ni el nombre de los vecinos que viven en frente. Es verdad que no es nuestro caso, que conocemos a los vecinos, pero está claro que no es lo mismo que vivir en una aldea. Allí todo el mundo se conoce entre sí".