A lo largo de la historia reciente -de la República a hoy- la educación siempre ha estado al servicio de las ideologías y del poder político representado, con distintas visiones e incluso con marcos de fondo irreconciliables

Educación como moneda de cambio

Escuelas cristianas de los Hermanos de la Salle, en Verín, años veinte.  (Foto: ARCHIVO BIBLIOTECA DEPUTACIÓN )
A Manuel Lozano, Moncho en 'La lengua de las mariposas', le han hecho reproducir hasta la extenuación un gesto. El actor lanzaba piedras contra quien había sido su guía, un maestro que no era precisamente pegón, y menos doctrinario como esperaba. El gesto de Monchiño, a imagen y semejanza de lo que, con fe o sólo con miedo, hacían los mayores, no era contra su admirado maestro, lo que se apedreaba en realidad era un modelo de enseñanza. El actor ejemplarizaba en su persona el papel de la dictadura arramplando contra la educación, la libertad y la convivencia que supuestamente persistía en la República.
Otro gesto de brutalidad alcanzaría -1936- en Ourense a muchos de los integrantes del sindicato de enseñantes A.T.E.O. -siglas referidas al corporativismo, y no de creencias religiosas como a veces se piensa-, implicados estos como andaban en exteriorizar sus pensamientos a través de una publicación, 'La Escuela del Trabajo'; señal tangible para futuros vengadores. Llamativo que en un territorio exento de batalla, desatada la Guerra Civil, ciertas acometidas anárquicas y descontroladas serían crueles a rabiar con una parte del profesorado; los tribunales reglados -artífices de otros paripés- vendrían más tarde.


ESCENARIO DE TERROR

Una veintena asesinados, muchos otros al exilio -por fortuna- y alrededor de unos seiscientos maestros depurados sería el resultado elocuente, para un escenario sin ejército y sí mucho vengador. Albino Núñez, Luis Soto, Baltasar Vázquez, Manuel Sueiro, Raúl González, Abel Carbajales, Rafael Alonso, Adolfo Ansias, Amadeo López Bello, Eligio Núñez, Ignacio Herrero, nombres que a todos nos suenan por su aportación a un modelo de enseñanza; junto a muchos otros, implicados todos en la publicación educativa, pagarían cara su osadía.

La historia se repite, las visiones enfrentadas a nivel ideológico persisten hoy, se presentan también irreconciliables en cuanto a la valoración de la Educación, con enfrentamientos, nuevas leyes en cuanto la alternancia política lo hace posible, y sin visos de cambio. Es muy probable que tenga algo que ver la alejada Ley de Congregaciones Religiosas (1933), que no se aprobaría, entre otras razones porque no todos los partidos de la entente republicana estaban por la labor de apuntarse al laicismo como marco y alejar de la enseñanza a las instituciones religiosas; quizás sea ésta la que genere a perpetuidad enfrentamientos. ¿Un acuerdo? 'Un acordo interclasista para defender cuestións claves da educación é desexable pero estamos ante un pulso ideolóxico; mentres uns formulan a educación como algo respetuoso coa infancia, en pluralidade, e con unha serie de valores, outros a ven como un tipo de adestramento para pór a Educación ao servicio das forzas reaccionarias co propósito de que as clases sociais sigan distanciadas, para que uns teñan privilexios e outros non; negando uns dereitos que se se conseguían no franquismo era a través de becas, como se fose o ensino unha cuestión de beneficiencia, que son as que lexitimaban o sistema', comenta Xosé Manuel Cid, profesor de Pedagoxía en la Universidade de Vigo.

Lo cierto es que las discrepancias persisten. En la dictadura, al margen de la represión y purga inicial contra los enseñantes, se borró cualquier atisbo de mejora, empezando por el acceso reglado al ejercicio de la docencia; el tiempo de duración de la educación obligatoria, de los 4 a los 14 con el propósito de ampliarla a 16 en la República, se pasó a otro de 6 a 12. El acceso a los niveles secundario y superior quedó a merced de los colegios privados, en boga en el franquismo -muchos dirigidos por un profesorado en el que se fueron integrando represaliados de la escuela pública- y dirigidos a unas minorías intelectuales, obviando -como tantas veces- que detrás de la inteligencia hay otras variables sociales que poco tienen que ver con la inteligencia.


AHORA, WERT

En la actual Ley Wert, así lo ve el profesor Cid, persisten ciertos paralelismos. 'Que ninguen lle toque ao ensino privado; a pesar de ser financiados con diñeiro público teñan total liberdade á hora de contratar persoal e elixir alumnado. A propia elección do alumnado aos 13 ou 14 anos, sen retroactividade, entre os estudos que os dirixan cara o bacherelato ou á formación profesional, é unha maneira de limitar -no fondo- o acceso á Educación'. La alternancia partidista, los posicionamientos ideológicos siempre han marcado los pasos a las pretensiones de un determinado tipo de enseñanza u otro, incluso enfrentamientos. En Ourense -en la República- las protestas contrarias a determinados modelos, las manifestaciones religiosas contra la retirada de simbologías religiosa de las escuelas, con acusaciones variopintas hacia profesores fueron una constante, acciones que incrementaron el odio en el posterior conflicto; muchos profesores fueron víctimas de falsas denuncias y persecuciones infundadas.

Atrás quedarían los intentos de implantar unos modelos inspirados en la corriente de Escuela Nueva, que propiciaban una enseñanza activa, de respeto absoluto de conciencia, con materias -experimentales- adaptadas al entorno que seguían -así lo corrobora Cid- muchos de aquellos maestros, incluso los de segundo escalafón -maestros elementales- que desempeñaban oficio en las aldeas a quienes les habían subido emolumentos -de 2.000 a 3.000 pesetas anuales- para alejar el hambre sin atender otros oficios. El aprendizaje de las 'cuatro reglas', escribir y contar marcarían las pautas franquistas. La educación es cosa seria, de pura élite.

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