A un año de su fallecimiento el legado costumbrista de Arturo Baltar se mantiene vivo gracias al belén de la Capilla de San Cosme. Una representación religiosa que relata la particular relación del autor con Ourense.
La capilla de San Cosme se queda pequeña, siempre se ha quedado pequeña. “A xente de Ourense xa non coñece a Arturo Baltar”, dice Rogelio Santos, quien desde hace seis años abre las puertas en este singular “museo”; estos días, de tanto repetir el relato va casi sin voz.
La personalidad de Baltar, su particular relación con esta obra la envolvió en un halo de misterio. Inevitable incluso hoy escuchar su voz, en una conversación disgregante, parsimoniosa, cálida, cargada de relatos vividos, de personajes idealizados y de bellas mentiras. Todos, lugares y personajes, tienen cabida aquí, en su belén, y él, y sus susurros de silencio acompañan.
Un belén moderno con lecturas ourensanas -fiel al encargo de Prada Castillo, de 1967- y de localizaciones que le inspiraban, espacios religiosos: San Benito de Cova do Lobo, Vilanova dos Infantes, la Capela de San Marcos en Barbadás, Santa Eufemia de Ambía. Las romerías derivadas de todos ellos. El mundo rural vivido y revivido desde niño, etnografía en estado puro: fuentes -Santa Mariña de Augas Santas-, petos de ánimas, socalcos de Toubes (A Peroxa), soutos, alfares -el de Manuel Carrera, muy fidedigno en uno de sus “retablos”-, hórreos, palleiros. Personajes populares, de esos que van con la vida a cuestas, la Ramona do “Pencas”, con las maletas y el carromato camino de la estación; el tullido “Pepiño”; la Carlota en su taberna del barrio chino; la Noalla y la Nonó, las dos meretrices más mentadas, y que un Blanco Amor “esmorgante” las disfruta de la mano del “Chevitas”. Muchos oficios, que llenaban las calles de vida. Y él mismo, caracterizado hasta tres veces, en la taberna de A Carlota, vaso en la mano; en el alfar de Os Muíños (Barbadás), donde vivió; y rodeado de su venerada madre y hermanos, bajo fondo del fotógrafo. Y alguno más, seguro, desde donde apunta estos datos, alguno falso, o no del todo cierto.
El belén
Muchas edificaciones ya no están. Como antesala a la zona dedicada a “A Esmorga”, esta bella casa de planta baja con portalón de entrada, con una figura contemplando la calle. En una de las paredes de la casa se ve la placa de Plaza de la Constitución, que evidencia su proximidad a la Plaza Mayor, que así se llamó en periodos constituyentes. A caballo van los “Reyes Magos”.
literatura, Risco y Blanco Amor, así como la influencia personal de ambos fue una constante. A Blanco Amor está dedicada la zona inspirada en “A Esmorga”, donde se representa el barrio chino, la taberna de “La Carlota” y los jugadores de cartas, y el ambiente distendido. ”La Nonó” y “La Noalla”, inspirándose a la luz de la luna, vigiladas por las figuras del escritor y el “Chevitas”.
Los oficios ambulantes, fuente de inspiración constante en un mundo chiquito, donde la iconografía partía de los retablos religiosos, las ferias y las romerías. Los cantares de ciego, que relatan a viva voz los horripilantes sucesos de época como el crimen de Folgoso; los números musicales con cabra incluida, a la que se hacía subir a lo alto de una escalera para asombro de los presentes.
Un costumbrismo de corte escatológica, el niño defecando oculto junto a un árbol. Arturo Baltar encontró en lo cotidiano, en ese Ourense de herencia rural, una infinita fuente de inspiración, y en un arte de tradición como es el belenístico, el escenario adecuado para sus creaciones, con un brillante dominio del espacio, como se puede ver en las escenografías en la casa museo.
Lugar para metáforas. La Anunciación en la figura de un bello ángel, que representa a Ramonita Mosquera, del pazo de Noalla, que ya en la ancianidad superados los noventa años conservaba su belleza. Vicente Risco, según Baltar, corroboraba la afirmación. 
La alfarería, uno de los oficios que han guiado al hombre desde el principio de los tiempos. Arturo Baltar, aqui se cita a sí mismo, representándose en su alfar en 
la casa de Os Muíños (Barbadás), siempre concurrida. Pero el lugar que encendía su pasión y amistad era el de la alfarería de Manuel Carrera, en Tioira, donde siempre su presencia era motivo de fiesta.
En su afán por caminar a pie, Baltar llegó a muchos lugares. En Allariz, Santa Mariña de Augas Santas, lugar mágico de gran belleza, su iglesia y la fuente al pie del carballo majestuoso. La fuente la recrea en el belén con mucha vida y una bonita policromía. También se inspiró en los 
petos de ánimas y cruceiros.
Camino de Tioira, hacia el alfar de Manuel Carrera, donde acudía a cocer. Las iglesias, templos de lo sagrado y de inspiración para
un hombre muy religioso. En este caso la iglesia de San Salvador de Baños de Molgas, que junto a la Capilla de San Marcos o San Benito están presentes.
Al igual que Velázquez se representa a sí mismo en un lienzo -Las Meninas-, él también quiso dar esa visión, verse como protagonista de una escena, la que transcurre en la taberna de “la Carlota”, entorno underground de la época. Mirarda al frente, vaso en mano.
Esta es la tercera vez que se incluye el escultor, bajo el fondo fotográfico de un fotógrafo ambulante junto a su madre y hermanos, en un ambiente de foto muy 
familiar. El fondo representado dispone de una iglesia -cómo no- y a escasos metros un hombre menudo contempla la acción, es Pepe Luis, al pie de una señora que se cubre la cabeza con un paño para escapar del frío.
