Homenaje CEO

Conchita, de Arreglos Amorín: “El oficio nació conmigo"

Conchita Amorín será homenajeada este viernes por la CEO. (Foto: Miguel Ángel)
photo_camera Conchita Amorín será homenajeada este viernes por la CEO. (Foto: Miguel Ángel)
La vida de Concepción Amorín, más conocida como Conchita, no se podría entender sin los alfileres, las telas y los patrones. Empezó de niña en el mundo de la confección, y ya no se despegó de él. "Mi vida no fue fácil, pero sí muy feliz", asegura.

Cuando Concepción Amorín, "Conchita" (Monçao do Minho, Portugal, 1950), habla de su profesión, la alegría le sube a los ojos. La confección es una pieza clave en su vida, y asegura que no podría haberse dedicado a otra cosa. "El oficio nació conmigo", afirma. Jubilarse definitivamente no fue sencillo, y las galerías Proyflem, donde trabajó los últimos 30 años en su Arreglos Amorín, todavía las siente como una casa. "Pasaba aquí muchísimas horas, venía por la mañana y me iba por la noche, sábados y domingos incluidos, sobre todo cuando mis hijos ya eran mayores", cuenta. Extraña el taller, los clientes, el día a día entre costuras.

Este viernes, la CEO homenajea su trayectoria, junto con la de cuatro empresarios ourensanos más. Un reconocimiento a su trabajo y a su dedicación, así como a su relevante papel en el panorama nacional de la confección. Arreglos Amorín contaba, además de con clientes gallegos, con una importante cartera de empresas de Madrid o León, entre otras ciudades españolas. Los arreglos llegaron por casualidad, según explica: "Cuando empecé con el negocio en Proyflem no hacía arreglos, no me gustaba, hacíamos confección. Luego dimos el salto, la primera empresa ourensana con la que trabajé fue Adolfo Domínguez". Después siguió con tiendas pequeñas, y en los últimos años, trabajaban también para Textil Lonia.

Poco a poco


Amorín aprendió a coser de pequeña. "Mi madrina y su madre eran las mejores modistas de Monçao do Minho, hacían trajes de novia, de todo", recuerda. Cuando salía del colegio, se iba a su taller e imitaba lo que veía. Con ocho años, la familia se mudó a España. "Vivíamos en Grou, y allí seguí formándome con las modistas, hasta que me vine a Ourense con 15 años", narra. Al llegar a la ciudad comenzó a trabajar en una casa por las mañanas, y por la tarde seguía formándose como modista en una academia. Cuando llegaba a su casa, ya había gente esperándola para coger medidas. "A veces ni podía comer. Desde aquellas no paré", dice Amorín. 

Con 21 años, recién casada, alquiló un bajo: "Teníamos de todo, mercería, juguetes... Y detrás monté el taller, fue mi primer taller con empleadas, eran dos". De ese local pasaron a la boutique Penélope, en Pena Corneira, ya con un volumen importante de clientes para los que confeccionaban prendas. "Ahí me separé del padre de mis hijos, no fueron momentos fáciles para mí, y una gran amiga me animó a que me fuese a otro sitio para poder empezar de cero, así que me vine para las galerías Proyflem, hace 30 años de eso", relata. El negocio arrancó con cinco trabajadoras, y una tienda pequeña. Con el paso de los años, y gracias a su gran amiga, Amorín compró más bajos, donde montó el gran taller de la empresa, que en los últimos años tenía 12 trabajadoras. 

Los disfraces


Cuando llevaba dos años en Proyflem, surgió la idea de los disfraces. "Muchos padres me encargaban los disfraces de sus hijos, y un día, en el escaparate pequeñito que tenía, puse varios de los que había hecho. No duraron hasta la noche, los vendí todos el mismo día y me di cuenta de que ahí había un negocio", asegura. 

Desde entonces, Amorín se convirtió en un imprescindible del Entroido ourensano. Pequeños y mayores se han vestido con sus disfraces, y todavía el pasado marzo muchos hacían cola para ver la oferta de su tienda. "Se nos ocurrió hacer una campaña especial el Entroido pasado, porque así también le dábamos salida a las prendas, y las pusimos a muy buen precio, vino mucha gente", cuenta. Quizás vuelvan a hacer algo similar en los próximos meses, pero Amorín prefiere no dar pistas todavía.  

“Un jefe tiene que estar"


El secreto de su negocio fue el esfuerzo, desde el principio. "La vida no te regala nada si no trabajas duro, no funciona de otra forma", asegura. Durante su larga trayectoria al frente de Arreglos Amorín, recuerda su constante presencia en la tienda: "Un jefe tiene que estar presente, yo siempre estaba aquí. Tienes que organizar el trabajo, tienes que esforzarte en que todo vaya bien".

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