Reportaje

El otro lado de la sociedad: tres historias de supervivencia a la pobreza en Ourense

OURENSE (RÚA ALEXANDRE BÓVEDA). 29/11/2018. OURENSE. Una persona rebusca en un contenedor de basura de la calle.
FOTO: ÓSCAR PINAL
photo_camera Una persona rebusca en un contenedor de basura de la calle. (FOTO: ÓSCAR PINAL)
Marcharse con lo puesto del país de origen no es fácil, ni pedir ayuda porque el sueldo no permite llegar a final de mes, ni sentarse en un banco de una ciudad desconocida y esperar limosna –"Pero el ánimo nunca me falla, es lo bueno"

Según Luis, madrileño de Vallecas, hay dos sociedades. "Una discurre en paralelo a la otra, y ve todo lo que no tiene y le gustaría, ve a la gente riendo en las cafeterías, por la calle, con los hijos felices... ¿Y eso qué genera en las personas? Envidia, frustración. Muchos acaban yendo a apostar a los casinos, y frustrándose más cuando pierden el dinero que tenían y no ganan nada", asegura desde el banco en el que pide limosna. 

A sus 70 años, no se queja –"he vivido bien y he llegado hasta esta edad, algo muy raro siendo de Vallecas"–, aunque la crisis supuso un importante revés en su situación económica y lo dejó en la calle. "Tuve mucho éxito como comercial, los clientes me querían y yo sabía cómo tratarlos, cómo comportarme. Pero con la crisis ya las cosas empezaron a ir mal y no tuve otra opción", explica. Sonríe mucho y charla tranquilo, mientras algunos viandantes echan monedas en su vaso de cartón, y muchos otros, no. "No los miro, si quieren hacer una donación que la hagan, yo estoy tranquilo aquí sentado, sé que transmito esa calma y eso juega a mi favor", asegura. Su paga de jubilado le llega para moverse de ciudad en ciudad y hacer uso de los albergues públicos, una opción que no le encanta, pero "vas de prestado, no puedes pedir más". En el de Ourense, no descansó bien: "La primera noche había uno que no dejaba de roncar y no dormí,  y la segunda tampoco porque se ve que el albergue está en zona de marcha nocturna y era imposible pegar ojo". 

Luis es uno de tantos españoles que vivió en sus carnes la dureza de la crisis de 2008, y tuvo que "buscarse las castañas" de alguna forma. Una situación similar a la de muchos emigrantes que llegan a la provincia en busca de lo que no hay en sus países de origen: oportunidades económicas, paz, la posibilidad de salir a la calle sin miedo a ser víctima de un robo o un secuestro. La historia de Ana (nombre falso), de origen venezolano, es de ese tipo. 

Llegó a la ciudad el pasado mes de agosto, embarazada de más de siete meses, sin papeles y sin más pertenencias que las que entran en una maleta –su marido no pudo venir hasta pasado un mes–. A los pocos días de llegar, Ana se acercó a Cruz Roja a pedir ayuda, una decisión que le permitió encontrar personas en las que apoyarse en los momentos más duros. "Recuerdo que a las pocas semanas de llegar mi esposo, después de que la bebé naciese, estábamos en casa preocupados por falta de comida. Él todavía no había encontrado trabajo y yo seguía a la espera de mis papeles, y nos llamaron de Cruz Roja para decirnos que tenían una comidita y nos la llevaron a la casa", recuerda. 

Actualmente, su marido tiene trabajo, lo que les permite respirar un poco más tranquilos, mientras no consiguen los papeles de ella y la homologación de sus estudios universitarios –es médica y quiere preparar el MIR–. 

Cuando el sueldo no llega

Lucía (nombre falso) también llegó a la provincia en busca de un futuro mejor, hace 13 años. En Ourense encontró oportunidades laborales, pero con el paso de los años comenzaron las dificultades. "No fue hasta hace tres o cuatro años que tuve que pedir ayuda en Cáritas porque no llegaba a final de mes para pagar todas las facturas, no soy solo yo, vivo con mi hijo", explica. Su situación laboral no es sencilla, y compagina un trabajo fijo de media jornada con otros que van surgiendo: "A lo mejor hay meses en los que no necesito que me ayuden porque estoy mejor, porque encontré algo para completar el sueldo, pero otros me doy cuenta de que si pago la factura ya no puedo ir al supermercado en lo que queda de mes". 

Pese a las dificultades, no piensa en volverse a su país de origen, Brasil: "Con lo poco que gano aquí, aún así, la vida es muy tranquila, no tienes miedo de que te pase nada en la calle".

Ana: "Es muy duro pasar el día en casa, sin papeles, esperando"

Ana (nombre falso) llegó a Ourense sola el pasado agosto, embarazada de su hija –un mes más tarde llegó su marido–. Desde el primer momento, entró en contacto con los profesionales de Cruz Roja, que le ayudan no solo en cuestiones económicas, sino también en las emocionales. "Es muy duro pasar el día en casa sola con la bebé, sin papeles, esperando. Pero de Cruz Roja siempre me llaman para saber cómo vamos, para hacer cursos, vengo, aprendo de todos, siento que aprovecho el tiempo, charlo con los demás", explica. 

Para Ana y su marido, que actualmente trabaja, haber encontrado el apoyo de los trabajadores de Cruz Roja fue una "gran suerte". Todavía ahora, a la espera de normalizar su situación, encuentran en ellos el apoyo necesario: "Nos han tendido la mano de infintas formas, no sé cómo agradecerles".

Lucía: "Hay meses en los que no llego a final de mes sin ayuda"

Hace 13 años que Lucía (nombre falso) se mudó desde su Brasil natal a la provincia. Aunque en un principio fue fácil encontrar trabajo, la situación económica comenzó a volverse más difícil con el paso del tiempo y hace tres o cuatro años se vio obligada a pedir ayuda en Cáritas. Desde entonces, a veces necesita ayuda para poder llegar a final de mes. "Yo si no necesito no voy allí, pero pagar el alquiler, las facturas de agua y luz e ir al supermercado a veces es imposible. La calefacción ya casi no la pongo por ese motivo, porque sé lo cara que es". 

Lucía no deja de buscar trabajo en diversos sectores –limpieza, comedores, cafeterías, cuidados–, así como de formarse en cursos. "Si puedo compaginar un curso con el trabajo siempre lo hago, porque me gusta aprender cosas nuevas, pero siempre manteniendo el trabajo, es lo más importante".

Luis: "No tengo casa, así que me vi obligado a irme a la calle"

Desde hace tres o cuatro años, Luis pide dinero en la calle. Los reveses económicos lo empujaron a ello: "No tengo casa, así que me vi obligado a irme a la calle".  Cada pocos días se mueve de ciudad –los albergues municipales permiten estancias seguidas de pocas noches–, y a Ourense ya ha venido en varias ocasiones. "El viaje en tren de Vigo a Ourense es precioso cuando vas al lado del río Miño, me encanta", explica. 

Asegura que no le falta el ánimo nunca, y que le protege su "instinto ciego" desde siempre. "Yo soy de Vallecas –Madrid–, allí lo que hay es pobreza, delincuencia y drogas, y yo no quería nada de eso. Empecé a acudir a un centro católico donde ayudaba en lo que podía, iba a la biblioteca... Yo quería otra cosa, independizarme y descubrir mi pasión", apunta. "Lo bueno de ir de una ciudad a otra es conocer lugares preciosos".

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