OURENSE NO TEMPO

Entrañables de Auria

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photo_camera Toñito Patata. (Copia cedida por José Luis Fernández Ojea. Foto Rafa, Ervedelo.)

Me ilusiona poder recuperar del olvido a estos personajes que dejaron huella en el Ourense de antaño, unos por su bondad, otros por picaros, otros...

Me ilusiona poder recuperar del olvido a estos personajes que dejaron huella en el Ourense de antaño, unos por su bondad, otros por picaros, otros... Hoy nos visitan dos amigos con muy diferentes estilos, pero todavía recordados con cariño por quienes les conocieron.

Toñito Patata

Nació adelantado a su tiempo; de aquellas sufrió la incomprensión e intolerancia de una sociedad que no quería admitir que cada cual podía ser y actuar como quisiera, siempre que no perjudicase a nadie. Hoy podría perfectamente ser un famoso presentador de cualquiera de los programas del corazón que llenan la parrilla televisiva, o un gurú de la moda nacional.

Showman, actor, cantante, modelo…; una tarde de verano con Toñito en las riberas del Miño o en el paseo central de la alameda, era un no parar de reír y, por qué no reconocerlo, con su simpatía y desparpajo era como un imán para las chicas guapas de aquel Ourense que empezaba a despertar a las nuevas modas. Hombros al aire, rodillas descubiertas, incluso algún atrevido canalillo, venían a revolucionar a nuestros “inocentes” padres .

Me contaba el añorado Ernesto Ferro que una de sus mejores actuaciones era la de presentar a los “arriesgados” Manulo, Manaicas, Leyenda y alguno más de los saltadores acrobáticos que desde la cepa del puente viejo se lanzaban a las aguas del pacífico Miño (en apariencia). En ocasiones, la intencionada tardanza en aparecer del saltador hacía que más de uno soltase incluso lágrimas de desesperación. El propio Toñito, que ya debía estar más que acostumbrado, de manera fingida o real, era de los que peor lo pasaban. Esos ingredientes, bien aderezados, hacían que la mayoría de las pandillas de la época se concentraran en la Peña de Francia o en el Coiñal a pasar las tardes de canícula.

Si querías saber las tendencias de moda, él servía de perfecto figurín. Sin tener una economía boyante -¿quién la tenía en aquellos años?-, el ancho de sus pantalones, la forma de los cuellos de sus camisas, su jersey de cuello redondo resultaban llamativos en un principio y al mes toda la ciudad lo imitaba.

Otra de las habilidades de Toñito, era la de cantante, como podéis ver en la fotografía que me prestó el amigo Ojea. Era muy normal que en las fiestas a las que acudía se le invitara a subir al escenario; él no solía hacerse de rogar. Yo desde luego no voy a ser quien diga si lo hacía bien o mal, pero lo que aseguran es que ganas le ponía de sobra. Grande Toñito.

O Rouco

Rouco era uno de aquellos empresarios del transporte de viajeros, que sobre sus hombros y sus manos llevaba todos los cargos de la empresa, chófer, revisor, mozo de maletas, mecánico y amigo. La suya era una pequeña concesión que cubría el tramo Macendo-Puga-Ourense; tenía muchas más paradas en su recorrido pero sería largo de explicar, casi tan largo como su recorrido matutino. Me cuentan que comenzaba la línea a las siete de la mañana, llegando al destino en ocasiones a la una del mediodía (la verdad es que las carreteras no eran las de hoy, pero él tampoco era un Alonso de la vida y el camino estaba repleto de tentaciones).

Tenía su administración (que él mismo gestionaba),en la barra del bar Lugo (Ervedelo esquina Velázquez), regentado de aquellas por el “Patachica”, otro conocido Ourensano en aquellos 60 (hoy en día bar Aventura, y hasta no hace mucho bar Lobera). Cuentan las malas lenguas que allí y en muchas de las paradas del recorrido acostumbraba a pedir dos “chiquitas”, una para él y otra para el coche, que no era cuestión de empiparse, y así rendía más el gasóil. Bueno, si en alguna ocasión tenía muchas paradas, no había problema, él decía que si veía tres carreteras tirando por la del medio seguro que no fallaba. Estos detalles, aunque pueden resultar simpáticos, es más que probable que no tengan mucho de ciertos. Por mis datos, O Rouco en su vida solo tuvo pequeños percances, y jamás ningún pasajero sufrió daños en su autobús.

Para terminar, os cuento un detalle que posiblemente sí que fuera cierto: para subir a su autocar no era necesario tener dinero, era muy normal en los meses anteriores a la vendimia escuchar a los usuarios: “Rouco, hoxe ponseme mal”, y la respuesta era siempre la misma: “Ti sube que xa veremos”.

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