HISTORIAS DE OURENSE

El épico viaje de la locura de Toén a la integración sanitaria

photo_camera Una mirada desde el interior del psiquiátrico abandonado de Toén que, ubicado en un pa raje natural aislado y extraordinario, fue inicialmente proyectado como una leprosería en los 50.

El antiguo psiquiátrico de Toén sigue abandonado, ya sin vigilancia, y es víctima de frecuentes saqueos y actos vandálicos. Su ruina, como paradoja, contrasta con las mejoradas condiciones de los que hoy serían sus pacientes.

Cae veloz la noche en las ruinas del psquiátrico de Toen. Friedrich Hölderlin, el poeta alemán que, aún enloquecido, recobraba la cordura cuando se sentaba a componer versos, encontraba la inspiración en la luz densa de los campos que asomaban a su cristal del manicomio de Tubinga. Desde la ventana de una de las viejas celdas del antiguo psiquiátrico de Toén, el horizonte se pinta naranja, mientras los pinos del recinto se hacen tizones sobre el último celeste del cielo antes de la noche. Dicen los lugareños que es una de las puestas de sol más bellas de la provincia. Con este ocaso como remanso de paz, trataban de apaciguar la locura en 1959, cuando abrió sus puertas. Hoy, montañas de cristales, colchones roídos, sillas rotas, viejos papeles de psiquiatría, restos de fuegos en oxidados bidones, y pintadas y grafitis en sus pasillos. Chillan las aves rapaces y, de la sombra de tanta locura, brilla solo la sinrazón de los bárbaros que han asaltado mil veces estas ruinas, desde que las autoridades decidieron que no podía mantenerse la “vigilancia perpetua” de este recinto cerrado en 2012, y que se encuentra “en proceso de reversión al ayuntamiento”, según el Sergas.

No se oyen voces al caer la noche, como han contado en televisión. Tampoco se ven espectros, como aseguran esos inquietos blogueros de lo fantasmal. Tan solo, los chasquidos del bosque y del arrastre de la brisa, y la penetrante soledad de un complejo que llegó a ser el centro de referencia en el tratamiento de enfermos mentales en Galicia, bajo la dirección del célebre Cabaleiro Goás.

Estas 31 hectáreas de monte fueron cedidas por los comuneros de Toén en 1944 para realizar la Leprosería del Noroeste; un proyecto que nunca se concluyó. La cesión contemplaba que este remoto lugar fuera destinado a recluir a leprosos o a cualquier tipo de asistencia sanitaria, y eso hizo que en 1958 pudiera reconducirse hacia un psiquiátrico.

PERDIDOS EN LAS HUERTAS

La historia de Toén es también la de la evolución de la psiquiatría. “Los enfermos dieron a Toén una vida y un color especial durante décadas”, recuerdan los mayores reunidos en un bar de Moreiras. No quieren hablar con periodistas, porque no hace mucho una cadena de televisión vino aquí a hacer un reportaje sobre la sanidad gallega, con propósitos políticos, antes siquiera de preguntarles nada. Sin embargo, no es el día de la política, sino de los enfermos -el 10 de octubre se celebra el Día Mundial de la Salud Mental- que vivían ahí arriba, entre esas inmensas arboleadas, y que ya no están; las malas condiciones de las instalaciones aceleraron el traslado de los últimos 55 pacientes al cercano Hospital de Piñor, a finales de 2011.

“Mis padres contaban que los locos se escapaban del manicomio, que entonces era lo que era”, relata otro de los parroquianos. Es una de las rarezas de este psiquiátrico: carece de cierre. Es un complejo abierto, con pabellones y edificios anexos, y espacios amplios ajardinados, y hasta un campo de fútbol donde los enfermos se enfrascaban en históricos encuentros. Pero no había frontera exterior que impidiera su fuga, excepto la de aquellos recluidos en celdas. “A menudo se perdían y aparecían entre las huertas, pero las gentes de Moreiras y Toén ejercían de guardianes, los conocían, avisaban al centro, y al rato volvían a estar junto al resto de los internos”.

Conversando con los vecinos de Toén da la sensación de que aquel era un tiempo en que la locura se entendía de otro modo. Dicen que de esos “tiempos recios” de los que hablaba Santa Teresa de Jesús, brotan los locos a los que el dolor les apaga la razón; y que de las sociedades del bienestar surgen otar clase de locos, tal vez más peligroso. Pero para David Simón Lorda, psiquiatra del CHUO, “no parece que los estudios entre países de primer mundo y otros difieran mucho en cuanto al porcentaje” de enfermos mentales, aunque sí matiza que “el constructo social influye en las cifras”. Pero, ¿hay más enfermos de psiquiatría ahora que a comienzos del pasado siglo? En opinión de Luis Docasar, jefe de Psiquiatría del CHUO, “es bueno que sea así, eso significa que hemos avanzado en los diagnósticos”. “Antes se metían todas las enfermedades mentales en el mismo saco”, explica, “hoy está todo diversificado y cada grupo concreto recibe el tratamiento que necesita”.

UN AÑO CLAVE, 1959

“La apertura del hospital de Toén en 1959 coincide con un momento clave para la psquiatría”, cuenta Simón, “el de la aparición de los primeros fármacos antisicóticos eficaces”. “Cabaleiro concibió Toén como un centro de rehabilitables”, algo novedoso frente a la política que se llevaba en otros sanatorios como en Conxo, “donde había entonces 1.500 ingresados”. En las décadas siguientes, además de introducirse nuevos fármacos, aparecen también novedades importantes como el “seguimiento y la consulta a enfermos mentales crónicos en su casa, evitando ingresos para toda la vida”.

LEY DE PSIQUIATRÍA

En el 82, Toén introduce un viejo anhelo de Cabaleiro, la Unidad de Mujeres. Hasta entonces, entre 1959 y 1982 las mujeres con enfermedades mentales en Ourense quedaban al albur de la beneficiencia, trasladadas a “Conxo, o Ávila”.

“Guardo un recuerdo sorprendente de mi primera visita a Toén, en torno a 1994”, relata Docasar, “cuando al pasar por las diferentes unidades, los enfermos golpeaban el cristal, tal era su grado de aislamiento que no estaban acostumbrados a ver a nadie; era una sensación claustrofóbica”. “Los pacientes de Toén llevaban batas de diferentes colores”, recuerda, “el color determinaba la distancia que podían mantener de su lugar de internamiento”. “Entre las ventajas de este sanatorio, sin duda, que evitaba enviar fuera a los enfermos a otras provincias”, como ocurría en 1906 en el llamado ‘Tren de los locos’, que los transportaba desde Galicia a Valladolid.

En los 90, Toén se integra en el proceso de normalización de toda España, y con ello, llega la unidad de hospitalización de enfermos agudos junto al hospital provincial, evitando la tendencia al “aislamiento” predominante hasta el momento. Es fruto de la ley de 1986 que dio carpetazo a la etapa de los manicomios. “Hoy tenemos varias unidades de salud mental en atención primaria en la provincia”, explican desde el Sergas, “además de la Unidad de Psiquiatría de Agudos del Hospital Santa María Nai”, y “las unidades de ingresos para media o larga estancia, que es la sección de Rehabilitación Psiquiátrica de Piñor” .

DE TOÉN A PIÑOR

“En contra de lo que pueda parecer”, valora David Simón, “el traslado de Toen a Piñor no supuso novedad alguna en el enfoque terapéutico con respecto a los diez años anteriores. El mayor cambio para los pacientes fue de instalaciones, que en Piñor estaban mucho mejor”.

En Piñor, además, los enfermos ya no tenían en el horizonte pasar la vida en una celda, como ocurría tiempo atrás, donde ingresaban pensando en morirse allí. “Los manicomios tenían incluso su propio cementerio”, detalla Luis Docasar, “el cambio de Toén a Piñor fue también un cambio simbólico”.

Con el cierre de manicomios, se instaló en parte de la opinión pública que “los locos saldrían a las calles”. Sin embargo, hoy está “muy regulado” el proceso de ingreso de pacientes. “El nivel de exigencia para conceder un alta voluntaria de un paciente que no desea permanecer ingresado varía en función del riesgo que su salida pueda provocar”, explica Simón. Cuando se produce un ingreso forzoso, el médico debe poner el caso en manos de una comisión judicial, y un forense procede a su reconocimiento en las horas siguientes. El propio Simón solo recuerda ocasiones muy puntuales en los que la Justicia haya evitado el ingreso de un enfermo agudo solicitado por un doctor.

“El modo de vida, la educación -todo lo que está pendiente en la educación de las emociones-, o incluso la incidencia de las drogas, pueden provocar más enfermos -"el 60 o 70% de los pacientes mentales tienen además un problema de drogodependencia", pero la psiquiatría se enfrenta a un reto mundial “cada vez hay más gente ‘sobretratada’, que no lo necesita, y cada vez, más enfermos con trastornos graves que no están siendo tratados, por problemas de accesibilidad sanitaria”.

La noche se cierra sobre las ruinas de Toén, y asoma la extrañeza de los vecinos al ver a alguien deambulando el recinto, que conserva algo tétrico y misterioso. Aunque hayan llovido pocos años desde su cierre, la breve distancia hasta Piñor es fiel analogía de lo que supuso, a pequeños pasos, el salto en el tratamiento de enfermedades mentales; de la exclusión y el aislamiento, a la integración. De Toén, ya solo quedan estos recuerdos, huellas de una locura descatalogada.

LAL EY QUE ACABÓ CON LOS MANICOMIOS

"Sobre la base de la total equiparación de la persona con enfermedad mental a las demás personas que requieren servicios sanitarios y sociales, se desarrollarán, en el ámbito comunitario, los servicios de rehabilitación y reinserción social necesarios para su adecuada atención integral", dice el artículo 20 de la Ley General de Sanidad de 1986, que desembocó en el cierre de los centro de internamiento conocidos como manicomios. "La atención a los problemas de salud mental de la población se realizará en el ámbito comunitario, potenciando los recursos asistenciales a nivel de ambulatorio y los sistemas de hospitalización parcial y atención a domicilio, que reduzcan al máximo posible la necesidad de hospitalización.

Se considerarán de modo especial aquellos problemas referentes a la psiquiatría infantil y psicogeriatría", añade esta ley en lo referente a la salud mental, que también especifica, en uno de sus aspectos más importantes, que "la hospitalización de los pacientes por procesos que así lo requieran se realizará en las unidades psiquiátricas de los hospitales generales". 

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