Carmen Rodríguez es usuaria del Centro Residencial Tercera Edad de Esgos. "Tengo que decir que nos tratan súper bien. Nos tienen lo más atendidos posibles. Lo que pasa es que estamos en cuatro o cinco grupos para comer, para no estar todos juntos. Nos mandan lavar las manos cuatro o cinco veces al día, después desinfectando... Lo vamos llevando bastante bien, que no nos queda otra. Porque no es solamente pensar en uno mismo, sino en los demás", deja a modo de lección al otro lado del teléfono.
"Echo de menos andar por fuera de la residencia. Tengo una huertita que trabajo yo aquí. Me gusta ir a verla, plantar las cosas...", dice. "Miedo, sí. Me preocupa porque nosotros vemos las noticias y en Madrid...Uf, muchos muertos. En Cataluña y el País Vasco también son los más afectados. Nos preocupa", cuenta esta mayor en mitad de la crisis del coronavirus, donde las residencias pasan un mal trago. "Prevenir todo lo posible es poco", añade Carmen.
Coral Conde es la trabajadora social de esta residencia de Esgos. Junto al resto de personal, es la encargada de hacerles la vida más fácil a los mayores. También a las familias: han convertido la página de Facebook del centro en un diario frente a la crisis. La sonrisa de los mayores, aunque sea en una pantalla, tranquiliza a esos hijos que no pueden ir de visita. "Hacemos lo que podemos con el humor que se puede tener. Es importante que los familiares vean que hay tranquilidad en el centro", explica la trabajadora social.
Con dos días de antelación a la decisión de Sanidad, Esgos ya cerró. "A cal y canto. No tener visitas cambió la rutina totalmente. Y a nivel personal, nuestra cuarentena empezó antes. Entras con miedo al centro todos los días, por mucho que te cuides. Esto es un efecto dominó. Si cae uno caen todos", dice. Ya han hablado de que si la Xunta permite a las trabajadoras hacer los test al personal y a los mayores y todos están sanos "ninguna de nosotras tendría inconveniente en encerrarnos aquí todos".
Coral Conde lleva desde los 23 años en el centro. "Para mí son como mis abuelos. Intento tener muchísima interacción con ellos", explica. A primera hora se sienta con ellos a explicarles cómo está fuera la situación. "Ellos ven los telediarios y lo que escuchan es que hay 20 muertos en una residencia. Hay que explicárselo. Y desde el primer momento han entendido esto muy bien, mucho mejor que algunas familias. Se despiden de nosotros diciendo: 'Nenas, que non vos pase nada'. Y si ven la puerta abierta porque traen comida dicen: 'Pechade rápido, que non entre ninguén". Desde que se instaló el protocolo de aislamiento por zonas, los mayores lo llevan un poco peor. "No pueden salir y estar confinados en una planta les costó un poco los primeros días", cuenta la trabajadora.
"Si lloramos, lloramos todos juntos. Tienen mucha seguridad al vernos entrar por la puerta. No nos han preguntado si van a fallecer. Están tranquilos", explica.
Los juegos de palabras son parte del entretenimiento de estos mayores en tiempos en los que se prohíbe el contacto. Uno de ellos fue la siguiente pregunta: ¿Qué es lo primero que comprarían ahora mismo si pudiesen salir? "'Ovos e patacas', dicen. Lo del papel higiénico les hizo gracia".
