La falta de atención a los mayores que viven solos en Ourense desgastó su salud mental

La soledad en la tercera edad en Ourense es un problema silencioso pero cada vez más letal. Casi 18.000 personas de más de 65 años viven sin compañía en la provincia. Algunos cuentan con ayuda familiar, pero muchos otros se ven abocados a resistir solos. En los peores casos, además de estar aislados, padecen alguna enfermedad o tienen problemas de autonomía y ante cualquier incidencia tienen que llamar a los servicios de emergencia. Una clase de Ategal, en Ourense. //MARTIÑO PINAL Los bomberos de Ourense ya acudieron a abrir más de 44 puertas en lo que va de 2021 y hasta en cinco ocasiones, cuando llegaron, los moradores ya habían fallecido. José Benito, coordinador del parque, asegura que este año “la media de este año está siendo de tres rescates a la semana y, de los que ya realizamos, la mitad se concentró en verano”. El motivo de estas llamadas suelen ser caídas de las que no se pueden levantar solos. O bien llaman ellos mismos, o bien lo hace un familiar cuando no consigue ponerse en contacto con su pariente. MARISA JUSTO, COORDINADORA DE ATEGAL: “TENER EL SENTIMIENTO DE PERTENENCIA A ALGO LES CAMBIA LA VIDA Sin embargo, tal y como alertan desde la Asociación Cultural Galega de Formación Permanente de Adultos (Ategal), “la soledad termina muchas veces desembocando en la muerte, hemos visto casos de suicidio”, lamenta Marisa Justo, su coordinadora en Ourense. “Hay que poner remedio a este problema social urgentemente”, señala. Las personas mayores de 65 años, suponen en la provincia más de un tercio de la población. Tras la pandemia, este grupo quedó totalmente descuidado: “En este tiempo te das cuenta de que la gente envejeció muchísimo, tanto cognitivamente como físicamente. Vemos como mucha gente se olvidó de las palabras por no usarlas, fueron abandonados”, indica Justo. En esta aula ubicada en la calle Progreso, cada día se juntan cerca de diez alumnos senior para asistir a clase. Informática, memoria o literatura son algunas de sus asignaturas. Pero sin duda, y al menos para el 70% (los que van porque están solos), la mayor ilusión es estar con sus compañeros. “Aquí vienen a seguir aprendiendo, a socializar y a tomar un café con los amigos, algo que no pudieron hacer durante la pandemia”, señala Justo, y añade que a veces no es más -ni menos- que “una excusa para lavarse, vestirse y salir a la calle”. Durante la época covid, estas actividades continuaron realizándose a distancia y para muchos mayores fue una vía de escape ante el aislamiento más absoluto. Desde Ategal y Cruz Roja se realizaban además llamadas diarias a todos los ancianos. Para comprobar que estuviesen bien, pero también para charlar. Además, se ayudó a los que podían a conectarse a redes sociales para que pudiesen chatear entre ellos. “El tener el sentimiento de pertenencia a algo les cambia la vida a muchos”, indica Marisa Justo. “La pandemia no terminó para ellos, muchos aún no salieron de casa porque tienen miedo y siguen necesitando que los llamemos y hablar con alguien”, explica la coordinadora de Ategal. Concretamente, en sus clases pasaron de 19 alumnos presenciales a nueve tras el covid. ¿Cuándo llamará Jácome? En 2019, el alcalde de la ciudad aseguró que crearía un área específica para erradicar los casos de vecinos que viven solos y aparecen muertos en sus viviendas. En 2021, el porcentaje de los rescates con fallecidos que ejecutan los bomberos continúa siendo de 12% . Como parte de este proyecto, Gonzalo Pérez Jácome, se planteaba lanzar una línea a la que las personas no acompañadas podrían llamar en caso de emergencia e incluso llegó a prometer que desde esta nueva unidad se pondrían en contacto hasta tres veces a la semana con todos los que viven en soledad. En su día, el regidor afirmó que había que actuar de forma “inmediata”, sin embargo, dos años más tarde, su gobierno continúa sin estar al otro lado del teléfono. Gloria García “No puedo salir, por eso me quedo en casa viendo la televisión y ‘remexendo un pouco” Las mujeres que viven solas en la provincia son mayoría. En total, suponen 57.752 mujeres frente a 47.891 hombres. Concha es una de ellas. Su vivienda está conformada por ella misma, tiene problemas de movilidad y, aunque su familia acude a ayudarle en ocasiones, la mayor parte del tiempo está sola en su domicilio. “Me gusta estar en casa, mentalmente lo llevo bien pero físicamente sí que me pueden surgir problemas”, señala. Viendo la televisión y “remexendo un pouquiño” pasa sus días en casa. Anhela salir y estar más tiempo fuera con gente, “pero me cuesta mucho moverme y me tengo que quedar”. Tiene 82 años y lleva ocho viviendo sola. Afirma que el Concello nunca se interesó por su estado -como habían anunciado- pero que en su caso tiene la suerte de poder contar con su propia familia. “Yo estuve siempre muy acostumbrada a entrar y salir cuando trabajaba, al principio lo eché de menos, pero me fui poniendo peor y me tuve que adaptar”, lamenta. Lolita del Río “En pandemia estuve ocupada y chateaba con todas mis amigas” Lolita en su casa con su libro de tareas de memoria. Lolita del Río no tiene tiempo para aburrirse. Hacer los ejercicios de memoria, caminar, ir misa con las amigas o tomar un café forman parte del día a día de esta mujer que está a punto de cumplir los 90. La pandemia la pasó sola y pese a que lamenta que muchos otros sénior la llevaron muy mal y llegaron a deprimirse, no fue su caso. “Yo estuve muy entretenida chateando por el teléfono y leyendo cada mañana. Otras veces apartaba la alfombra de mi casa y caminaba durante tres cuartos de hora”, explica. Lolita fue maestra toda su vida. Durante muchos años enseñó en un colegio para hijos de obreros en Asturias y se jubiló en el Curros Enríquez de Ourense. Se enorgullece de su agilidad mental y es que entre pasear y hacer sus deberes, no cabe ni un atisbo de negatividad. Margarita Nieves “Hay que procurar estar activa para no deprimirnos en la soledad” Margarita en una de sus clases de Ategal (MARTIÑO PINAL) Margarita vive sola y asiste cada día a sus clases de memoria. En pandemia cerraron y tuvo que quedarse a casa, pero ella no paró. Escribió un libro de recuerdos de su vida. “Ahora les queda a mis hijos, a quienes se los dedico”. A ella el confinamiento se le pasó volando y no tiene problemas en su vida en solitario, “pero es cierto que me encuentro a gente con muchas secuelas, bien física o bien cognitivamente”, lamenta. Aunque no recibió ninguna llamada desde el Concello, reconoce que estaría bien que lo hicieran. Mientras, para sobrellevar la soledad, recomienda “estar activos, hacer cosas, no tenemos que dar la talla ante nadie, con realizar una actividad diaria para ocupar la mente es suficiente”, señala. “Yo al principio no sabía que estaba haciendo en las clases, pero acabé haciendo amigas y ahora es imprescindible”, dice Margarita.