Todavía sin creérselo mucho, Alfonso Sobrado Palomares (Calvos de Randín, 1935) asegura que recibir el Premio Ourensanía 2019 supone "una gran alegría" para él. El periodista y escritor recogerá el galardón en una gala en el Teatro Principal, el próximo 11 de noviembre. Expresidente de la Agencia EFE y exsecretario general del Consejo Editorial del Grupo Zeta, Palomares nunca olvidó sus raíces, que regaba a menudo con visitas regulares a la provincia –"un lugar muy hermoso, con paisajes fantásticos y atractivos"–.
Sonó el teléfono y... ¡menuda sorpresa!
Si, esta mañana (por el lunes) me llamó, sorpresivamente, el presidente de la Diputación, Manuel Baltar, para anunciármelo. No lo llama a uno todos los días el presidente provincial para decirle algo así, claro, y estoy muy agradecido del reconocimiento. Es un premio exigente porque significa que desprendes ourensanía por donde vas, y la ourensanía es algo mágico, es una condecoración de un reino. Ourense no es una provincia, es el reino de Termatalia.
"Nacer en Calvos de Randín condicionó mi visión"
La despoblación y el envejecimiento afectan a Ourense desde hacen años... ¿Necesita un empuje la provincia?
Es dramático ver cómo la provincia se despuebla y cómo pasa en el interior de toda España. En Calvos de Randín ya no hay niños ni voces infantiles. Un lugar donde no hay niños es un lugar triste, necesita la sonrisa de un niño. Creo que hay que trabajar para revertir el proceso y espero que las nuevas tecnologías ayuden. Cuando se pueda trabajar desde cualquier parte por medio de la telemática, esas zonas se pueden repoblar. Tengo esa esperanza.
¿Nacer en Calvos de Randín marcó su mirada sobre el mundo?
Absolutamente, condicionó mi visión. Las hojas están en el aire, pero la raíz es la que está sustantivamente en ti. El presente es una acumulación de pasados, y mi primer pasado es Calvos de Randín. Descubrí la naturaleza, vi como nacían los corderos, los terneros... Ese realismo preciso de la vida me dio una visión concreta de las cosas en mi faceta de escritor y de periodista. Conocer el funcionamiento de la naturaleza te aporta una riqueza impagable, y se está perdiendo entre los más jóvenes.
Llevó el nombre de Ourense alrededor del globo.
Con Fidel Castro pasé la mitad de una noche contándole cómo era nuestro rural, porque quería saber mucho sobre Galicia y cómo podría ser su pueblo, Láncara (Lugo). Le explique cómo se hacía el queso, le describí minuciosamente las operaciones de labranza... A toda la gente que le explicaba que estaba en la "Raia seca", entre Portugal y Galicia, y que era como estar al principio y al fin de un mundo mágico.
Entrevistó a personajes de todo tipo, ¿le quedó alguno en el tintero?
Entrevisté a muchos presidentes y personas significativas, pero siempre te queda alguien, antes siempre quedaba el papa, ahora no, ya lo entrevistó Jordi Évole. Me faltó el Che porque volé a Cuba y él ya se había ido de la isla. También hay hechos que te hubiese gustado presenciar.
¿Y con quién se queda?
Con Ahmed Ben Bella, el primer presidente de Argelia, que fue muy amigo mío. Como personaje avasallador y seductor, me quedo con Fidel Castro. En seriedad europea, recuerdo una conversación con Willy Brandt, en la que vi con más claridad que nunca Europa.
Los últimos años los ha dedicado a su faceta como escritor, ¿se trae algo entre manos?
Acabo de terminar una novela que entregaré al editor a finales de año. Además me gustaría hacer algo de contos, que sería mi primer libro en gallego. Estoy trabajando en la recopilación de historias de Calvos de Randín antes de la llegada de la luz eléctrica, que desbarató las tertulias nocturnas de la gente, donde se contaban cuentos de ánimas, de muertos, de vivos... Los vivos y los muertos se mezclaban.
