Reportaje

El gran competidor del hombre en el bosque boreal

photo_camera Lobos ibéricos en el monte.
Más allá del mito y los cuentos infantiles, el lobo es parte de una naturaleza que resiste cada día con mayores dificultades el envite del hombre y su imparable expansión. 

El Canis lupus signatus como se designa al lobo ibérico, de siempre fue la gran bestia de nuestros montes, superando al oso, que por menos numeroso ocuparía un lugar secundario, a pesar de haber matado en mortal abrazo a un rey astur, Favila. El lobo, de tan introducido en la mitología galaica se ha insertado de tal modo en nuestro inconsciente colectivo, aderezado por los cuentos e historietas y las múltiples leyendas, que siempre se le asociará con el mal y dará lugar a numerosos refranes, cuentos e historietas que lo presentan como el feroz. 

De este inconsciente colectivo tan alimentado a lo largo de la niñez es difícil desprenderse. Y más él, al que consideramos desechable animal, se ha convertido en el gran enigma del bosque, ése que aumenta para todos montañeros y senderistas que por él se aventuran a convertir en algo que adiciona el interés en nuestras montañeras descubiertas. Solo que si antes no era difícil ver al lobo, ahora, imposible.

De tan perseguido se ha vuelto nocturno y aun cuando tal vez el censo haya aumentado cada vez se torna más difícil avistarlo, cuando seguro que él nos ha visto. El misterio con ello aumenta porque solo testimonio de su paso o por sus deyecciones, las raspaduras de sus uñas en los árboles, los orines que no percibimos, las huellas digitales en terreno blando. Galicia, la cornisa cantábrica en general, Zamora y León aun cuentan con el censo mayor de este cánido al que se persigue sin tregua a veces.

La alarma despertada entre los grupos naturalistas de que se va a eliminar a 375 lobos entre Galicia y Castilla León, indican la irracionalidad de esta medida propiciada por la presión de cazadores, ganaderos; medidas selectivas, dicen ellos, para proteger el agro y el ganado. Cuando se ponen en marcha estas acciones debe consultarse a los estudiosos del cánido y su interacción con el medio, ítem del impacto cultural, el misterio del que dota al monte y la presión que ejerce sobre el jabalí, una plaga en Galicia a la que al faltarle su predador aumenta exponencialmente su población.


El canis lupus


El lobo, más antiguo que la especie humana, devino en una descendencia que acaso no se conozca otra tal entre los mamíferos: todas esas razas innumerables de perros a partir de ese tronco común. La domesticación del lobo ha dado lugar a que se redujese al enemigo de aquellas tribus ya sedentarias, que en tiempos prehistóricos cuando el hombre era un nómada organizado en bandas de cazadores recolectores no había considerado tal, y sí lo domestica después para su servicio. A partir de aquí diversos cruces han deparado la diversidad de cánidos. Solamente del mismo Canis lupus existen 32 subespecies repartidas por Europa, Asia, América, Africa y Australia; de perros, incontables razas.

El peso del lobo está entre 40-50 kilos, aunque los ejemplares de las tundras  norteamericanas suelen sobrepasar ese peso. La edad, menor que la de sus parientes domesticados, entre 7 u 8 años; en semi libertad, llegarían a los 15, al estar controlados de sus comunes enfermedades y hambrunas.


Centro del Lobo Ibérico en Sanabria


Hace cinco años que se ha inaugurado el centro del lobo en Robledo de Sanabria, que se intitula "Félix Rodríguez de la Fuente" en honor al recordado naturalista, defensor del cánido salvaje. Este centro lupino se halla en las cercanías de Puebla de Sanabria, a los pies de la Sierra de la Culebra, el mayor reservorio de este animal en la Península, en el que se calculan casi quinientos ejemplares y una población de cérvidos no inferior a los mil quinientos.

En este parque vallado, de gran extensión, donde viven en régimen de semi libertad los lobos -que son alimentados por los guardas y no por lo que preden, por lo que es difícil la readaptación a su pristina libertad- se hallan lobos que han sido capturados o por estar enfermos o rescatados de trampas o heridos y recuperados.

Está en plena Carballeda y Sanabria, como a 10 kilómetros dirección sur, y tiene desde el aparcamiento unos senderos entablados que te llevan al edificio donde se ubica el centro de interpretación, y el cercado donde por 6 euros y no menos de 3 horas, proyectarán videos, te explicarán todo sobre el lobo y te llevarán para que los veas relativamente cerca en la extensión boscosa en torno a éste. No debemos perdernos una visita cuando pasemos de folganza por Puebla de Sanabria.


Los cazalobos ourensanos


El lobero era un especialista en la caza de este animal, incluso se hizo profesional, pagado en muchos pueblos de la montaña gallega, leonesa o zamorana con subvenciones, incluso públicas cuando las alarmas de ganaderos demandaban un remedio siempre exagerado.

No recuerdo a ningún profesional ligado a esta faena de cazalobos, pero sí a los ocasionales escopeteros que se caían por la ciudad entre los años 50 y 60 trayendo al lobo recién matado, aún ensangrentado, al que tumbaban en los capós de sus autos y paseaban por la ciudad, siendo uno de sus destinos la rúa do Paseo y, concretamente, en la entrada del llamado Bar Túnel que corresponde a donde hoy Galerías Centrales. Allí se exhibían y los loberos recibían un óbolo de unos paseantes sin conciencia ecológica alguna, propia de la época. Un espectáculo que hoy se consideraría denigrante.


Trampas para el lobo: las loberas


Toda la cantábrica cornisa está llena de trampas para lobos adecuándose a la manera de hacer de sus habitantes en pasadas eras. Se dividen en loberas, chorcos, curros, foxos, cortellos y alguna subdivisión más. 

Por aquí son muy numerosas estas trampas, que casi siempre obedecen a una tipología; en Galicia y norte de Portugal prevalecen "os foxos", que además tienen una acepción más amplia. A los lobos, golpeando cualquier instrumento,  les impulsaban los vecinos hacia las loberas que en forma de paredes en uve convergían en un pozo donde se remataba al animal. Otros, como los de cabrita, consistían en poner una balante dentro del muro del "foxo", casi a ras, engañando al lobo que ya no podía salir porque se oponían esos como paramentos en visera alrededor  del cerco. 

Uno de los más completos es el "foxo do lobo" de Barjacoba, en el linde con Zamora. Los hay notables y parcialmente reconstruidos como el de Guende y la lobera de Monte Grande, uno de cabrita y el otro con muros que escondían al foso. El de Barjacoba, si no indultaba al lobo si le amarraban un palo a la boca y lo bajaban por empedrado camino de un más que kilómetro al pueblo, que festejando la captura, mataban al cánido en la plaza pública cual reo.

Ahora aquellas loberas han sido sustituidas por venenos, estricnina, que causa mortandad a todos los que de él coman,  muriéndose aves , mamíferos en una interminable cadena. También se usan los cepos que dejan atrapado por una extremidad al animal en medio de atroces sufrimientos o el lazo de acero, del que aún conservo uno desactivado, por los montes encima de Untes.

Curro del lobo de Barjacoba, de cabrita, donde se ponía una cabra u oveja para atraer al lobo, que engañado por la trampa no veía que las viseras de laxas le impedían salir. Funcionó hasta pasados los 50 del siglo XX.


Técnicas predatorias


Es interesante, en el camino al "foxo do lobo" de Guende, las láminas de hierro perforadas del escultor Toño Monteiro representando al lobo en las distintas posturas: de caza en grupo, de acecho, aullando, de sumisión.

El lobo, como animal social, caza en grupo que nunca supera la docena de individuos, con una buena estrategia. Perseguirán hasta la extenuación de la presa, que a veces por ser más grande podría presentar dificultades o por peligrosa, caso del jabalí al que van agotando y cuando lo tienen cansado le lanzan repetidos ataques hasta que terminan con el salvaje suido.

Esto, propio de manadas bien organizadas con su macho alfa y su hembra que gozan de estatus especial al que se llega por habilidades, aunque la herencia es un grado. Así, corzos, venados, jabalíes, ciervos, zorros, roedores de mediano tamaño son la dieta habitual, pero donde haya caballos bravíos en el monte o salvajes predarán sobre sus crías o potrillos.

El lobo solitario tiene escaso éxito y debe de conformarse con pequeños roedores, algún zorro descuidado, conejos, liebres o lo que de proteínico pille este carnívoro que no puede resultar herido cuando se aplica a la caza del jabalí. Pero antes del cierre de los vertederos de granjas de porcino y vacuno el lobo solitario subsistía.


Convivencia con el lobo


Ya la hostilidad viene de lejos, incluso del Paleolítico, pero es en el Neolítico en el que la sedentarización del humana entra en competencia con el lobo, que antes como cazadores apenas colisionaban por la abundancia de presas y se ignoraban. Esta competencia se inicia con la domesticación de los animales.


El lobo en la toponimia


Los topónimos, en este caso zoónimos, han dado lugar a que muchas aldeas, villas o aldehuelas hayan adoptado el nombre, como en los casos de Lobios, Lobeira, Lobarzán, o más notables y algunos derivados, sin contar los innumerables compuestos como Arroyo de los Lobos, Barranco del Lobo, Cañón del Río Lobo, un espectacular camino por el lecho casi seco del río entre un desfiladero calizo sembrado de muchas buitreras, así como Cañada del Lobo, Peña de Lobos, Rincón del Lobo…


Ganaderos, irreductibles enemigos


Desde el Neolítico el hombre ya sedentario empezaría a combatir a su gran competidor, sobre todo por sus ganados. La ganadería parecería indisociable del lobo, pero ya se ha demostrado que pueden coexistir. Un ganadero sanabrés, en tierra de lobos, con más de un millar de ovejas, ha sabido armonizar la situación, sencillamente con tres actuaciones: apriscos cerrados, mastines pastores y rozas en torno al aprisco nocturno.

Lleva años y no ha sufrido los ataques del lobo a sus ovejas. Este modelo se ha abandonado por la moderna ganadería y no hablemos de las vacas mostrencas, esas que vagan pastando en las malladas o praderías de montaña, menos en el invierno que se estabulan en sus apriscos.


El lobis home vive con nosotros


En una aldea de A Merca se ha ido a vivir Marcos Rodríguez, el llamado niño-lobo, muy celebrado en su día por vivir en los montes de Sierra Morena hasta que en el 65 fue encontrado por la Guardia Civil, habiendo estado en plena naturaleza durante 12 años. Hoy está convertido en un defensor del lobo luchando contra el mito que lo sitúa como el feroz animal come hombres dando conferencias por colegios y clubes para fomentar ese amor por la naturaleza y sus seres.


Iconografía y mitología galaica


Nuestra leyendas están plagadas de cuentos de lobos, pero más daño en las infantiles conciencias hizo al lobo los cuentos y fábulas presentándolo como un ente ferocísimo mientras el aprovechado pero innoble de presencia cerdito es el gran referente, y el colmo en ese Pepa Pig de las pantallas. Procuro magnificar al lobo aun con mis pequeñas descendencias para que se liberen de esos atávicos odios al más noble de los salvajes que habitan nuestros montes.

La leyenda de San Froilán representado en la estatuaria con el lobo a sus pies que cuando iba con su burro al que devoró un lobo, pero Froilán clavando su penetrante mirada en el salvaje cánido lo dejaría aturdido convirtiéndose desde entonces en su fiel acompañante. La del lobishome, tan recurrente en Galicia, por Nochebuena y Viernes Santo.

Por aquí también la leyenda de la bondadosa bandolera Pepa Loba, una especie de Robin de los Bosques, o la de A Rainha Lupa, señora de un castillo que podía ser maléfica o bienhechora, repitiéndose ambas ad infinitum en nuestro folklore.


Dispersión del lobo 


Más abajo del Duero no está permitida la caza del lobo, ni aquí aunque se organicen batidas. El Convenio de Berna en favor de las especies salvajes prohíbe la caza de éstas. Salvo un muy estricto estudio no solo gubernamental si no de los grupos mediambientalistas (SGHN, Lobo Marley, World Bild Live, Ascel…) y para casos de desmesurado crecimiento de esas poblaciones. Pero se hace tabla rasa cuando vociferantes se lanzan a la palestra exigiendo medidas de control para una especie que siempre se considera en fragilidad suma.

Pasa por un estudio exhaustivo y no por sociales alarmas de ciertos sectores que tienden a la exageración sistemática, porque aún recuerdo a un pastor de ovejas que dijo, y tuvo eco amplio, que el lobo le había matado un centenar de ovejas. Presentados los técnicos de la Xunta para evaluar los daños, hallaron ni media docena de ovejas muertas o sus restos dispersados.

No hay que olvidar que el Plan de Gestión del Lobo de Galicia permite, cuando lo crea conveniente, autorizar a sus agentes a matar lobos conjuntamente con sociedades de cazadores. La sociedad debe estar alerta con estas cacerías, que a intereses obedecen.

El lobo, territorial, se ha dispersado por nuestra geografía y no diremos donde tienen más población para no estimular los ánimos predatorios de tanto escopetero.

lobo iberico peninsula



Mis experiencias con los lobos

Que mejor sería decir "mis encuentros". De tanto que uno vaga por ahí parece inevitable algún encuentro con el lobo feroz, pero no tantos como quisiera. Una vez en los montes de A Uceira, cerca del Paraño, en un atardecer y a la vista de unas vacas, salió un lobo casi a nuestros pies, que partió huyendo al trote y nosotros tras él infructuosamente porque enseguida desapareció entre el espesor del monte bajo. 

Otra vez, bajando de la estación de Manzaneda, en invierno y con nieve en las pistas, parándome a beber en una fuente a poco de la estación, pasaron delante de mi dos lobazos de más grisáceo color que me metieron el miedo en el cuerpo y consiguieron que se me erizase el pelo del susto, aunque ellos a lo suyo pasarían de largo como a cinco metros de mí y yo al lado del coche quedé casi inmóvil. 

Impresiona como me impresionó un encuentro con otro a unos 50 metros cerca del Bidueiral de San Mamede, que a medida que avanzaba permanecía en el camino como esperando, clavando sus amarillentos ojos en los míos; me quedaría como vacilante de seguir o darme la vuelta. 

Pero más tendría que decir un muchacho que se pasaba varios días en la sierra siguiéndolos e impresionándolos con su cámara fotográfica haciendo un estudio de sus poblaciones en esta sierra del Macizo Central.

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