Para las familias, recibir la noticia de que tienen un hijo con alta capacidad intelectual es una mezcLa de orgullo y miedo. Algunos padres se quejan de que en las aulas, ayudar a desarrollar las capacidades del alumno depende de su profesor y no todos quieren implicarse porque supone un esfuerzo extra que no quieren asumir.
Desde que se creó en 1998 el Equipo de Orientación Específico de Ourense, sólo en 10 casos se produjo un diagnóstico negativo en sus pruebas de detección de altas capacidades. Al comunicar a los padres que su hijo no era superdotado casi se tomaron la noticia como una ofensa o un fracaso.
La reacción de las familias a las que les comunican que tienen un hijo con alta capacidad intelectual es una mezcla de miedo y orgullo, fomentada por el sentimiento de alta responsabilidad que se les viene encima. No en vano son responsables de ayudar a cultivar un valor y un capital humano considerado por los expertos como el motor de la sociedad.
Caminar con seis meses, leer con dos años o saber la tabla de multiplicar con cinco son algunas de los logros de un niño ourensano diagnosticado de alta capacidad intelectual. Por sus capacidades fue adelantado de curso en el colegio en el que estudia. Para sus padres es todo un orgullo y en alguna ocasión también les ha costado más de un llanto por la impotencia de sentir como a la Consellería de Educación parecen molestarle estos niños. Su padre, Mario, asegura que en el colegio, la adaptación curricular ampliada es sólo un papel mojado para cumplir con las disposiciones legales. La implicación en ayudar a mi hijo depende del profesorado implicado en su educación y no todos quieren molestarse. La Consellería tampoco se preocupa de formar a docentes en altas capacidades y parece que les molestan estos niños porque se salen del alumno medio al que hoy se les exige un nivel mediocre, sobre todo en niveles de Primaria y Secundaria.
La reacción de las familias a las que les comunican que tienen un hijo con alta capacidad intelectual es una mezcla de miedo y orgullo, fomentada por el sentimiento de alta responsabilidad que se les viene encima. No en vano son responsables de ayudar a cultivar un valor y un capital humano considerado por los expertos como el motor de la sociedad.
Caminar con seis meses, leer con dos años o saber la tabla de multiplicar con cinco son algunas de los logros de un niño ourensano diagnosticado de alta capacidad intelectual. Por sus capacidades fue adelantado de curso en el colegio en el que estudia. Para sus padres es todo un orgullo y en alguna ocasión también les ha costado más de un llanto por la impotencia de sentir como a la Consellería de Educación parecen molestarle estos niños. Su padre, Mario, asegura que en el colegio, la adaptación curricular ampliada es sólo un papel mojado para cumplir con las disposiciones legales. La implicación en ayudar a mi hijo depende del profesorado implicado en su educación y no todos quieren molestarse. La Consellería tampoco se preocupa de formar a docentes en altas capacidades y parece que les molestan estos niños porque se salen del alumno medio al que hoy se les exige un nivel mediocre, sobre todo en niveles de Primaria y Secundaria.
