Actores que integraron el triunfadora compañía de teatro de los 60 intentan reconstruir el grupo

El grupo Valle Inclán vuelve por sus fueros

   El grupo de Teatro Juvenil de Ourense, en los años 60, con  algunos actores disfrazados.
Los actores veteranos del Teatro Valle Inclán de Ourense vuelven a reunirse medio siglo después de sus grandes éxitos nacionales para reencontarse y, además, reiniciar, de momento con teatro leído, su actividad. Hoy cenarán juntos en Ourense.
Esta noche volverán a reunirse la mayoría de los componentes de las diversas etapas del Grupo de Teatro Valle Inclán o Grupo de Teatro Juvenil de Ourense, ya que respondió a ambas denominaciones, y que en los años 60 realizó una ingente actividad teatral, llegando a ganar los más importantes certámenes de teatro juvenil que se celebraban en España un mismo año: el Concurso nacional y el Galardón del Duero. Era 1966 y la obra, un drama histórico, ‘Donadieu’, de Fritz Hochwälder. Tanto impresionaron en el teatro Romea de Murcia, que el presidente, José Tamayo, quiso fichar a alguno.

El origen de este grupo teatral radica en el primitivo Teatro de Cámara y Ensayo que, dirigido por Segundo Alvarado, comienza su actividad en 1962, con actrices como Chonina Vilanova, Rebeca López de Turiso o Guadalupe Espinar, y actores como Alberto Fernández. Apenas en actividad, ganan el Galardón del Duero, prestigiosa justa teatral, celebrada en Zamora. Del grupo primitivo se desprende una nueva entidad teatral, formada por actores y actrices más jóvenes.

Es la generación del Teatro Juvenil de Orense, a partir de 1965, con Marisa Calvo, María del Carmen Sueiro, Dora Espinar, Fernando Ramos, Manuel Vidal o Manuel Fernández Sampayo, entre otros. A ellos se unirán seguidamente, ya como grupo Valle Inclán, Milucha Rodríguez, Marina Gloria Pérez y Rosita Belón, Jorge González, Raúl García, Modesto Vázquez, Reme García y Mariano Blanco.

La generación siguiente la encabezará Fernando Lázaro Iglesias Aira, un precoz actor a quien llamaran cariñosamente Fernando el pequeño o Fernando Gabelo. La lista de quienes pasaron por el ya reconvertido en Teatro Valle Inclán de Ourense es interminable. También bajo la dirección de Alvarado, a quien Tamayo llegó a definir como el mejor director de teatro no profesional de España, a lo largo de la década de los 60 y primeros años 70 se sucedieron los montajes más sólidos.

Autores como O'Neill, Cocteau, Chéjov, Mishima, Hochwälder, Valle Inclán, Cunqueiro, Anouilh o López Cid constituyen el repertorio del grupo ourensano durante su larga trayectoria que incluye, además del éxito en los certámenes nacionales, actuaciones en el Festival de Teatro Clásico de Málaga o los Festivales de España en el auditorio magnífico del parque de Castrelos y otros lugares del país.

Tras haber rendido a Alvarado varios homenajes antes de su muerte, los componentes del grupo han decidido reanudar su vieja camaradería. Entre los proyectos más inmediatos que acarician es el montaje (inicialmente en forma de teatro leído y más tarde se verá) de alguna de las piezas con que tantos laureles consiguieron en su juventud.

Fernando Ramos (+): Yo fui uno de ellos

Uno de aquellos chavales de dieciséis años que salía de clase en los Salesianos para ir a ensayar mi personaje al local de la Diputación. Ahora, ya sesentón, al repasar con perspectiva y nostalgia mi vida, recuerdo con gran afecto a Segundo Alvarado y su genio de cascarrabias bonachón cuando me obligaba repetir la entrada en escena del Hemón de la Antígona de Anouilh una y otra vez hasta hacerlo perfecto. La vida es una sucesión de eventos y casualidades que se convierten en causalidades. Llegué a la docencia universitaria a través del periodismo, al periodismo a través de la radio, y a la radio a través del teatro.

Miren ustedes el repertorio de nuestros montajes y piensen que eran los años sesenta. Todavía con la censura en pleno vigor.

Me hace gracia que ahora hablen de teatro de vanguardia o teatro comprometido. Alvarado escogía obras que planteaban la resistencia frente al tirano, el derecho a la rebelión, el drama de la intolerancia religiosa, el amor roto, la locura cotidiana, el humor costumbrista, el drama histórico, el desarraigo social, el esperpento o la sátira. Teatro del bueno, teatro de texto y de contenido.

Lo hacíamos todo, desde pintar los decorados a ayudar en los montajes. Alvarado conocía las técnicas de todos los grandes maestros de la técnica teatral. No solamente nos enseñaba a movernos con soltura en escena, e encarnar a nuestro personaje.

Gran tiempo del trabajo consistía en repetir, en la dicción. Gracias a Internet, que es donde ahora se encuentra de todo, he recuperado en algún caso en francés los textos y libretos de nuestras principales obras. Nuestra idea es volver a repartir los papeles y ver si somos capaces de montar alguna de aquellas piezas con las que tanto disfrutamos. En principio, modestamente, lo haremos como teatro leído. Y a ver qué sale. A ver si nos conservan el cariño que tantas veces nos dispensaron en aquel entrañable teatro Losada.

(*) Periodista y profesor universitario

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