DEAMBULANDO

Del hombre y la tierra a la Insua dos Poetas

Asistí a uno de los Foros La Región. En el último, Odile, la hija del Félix Rodríguez de la Fuente, llegaba para hablarnos de su padre, en su libro “Félix, el hombre en la Tierra”, lleno de ciencia animal, de la que la antropología no exenta, que ella se afanó en clasificar, compendio muy resumido que le costaría un ímprobo trabajo de 300 horas, más algunos complementos de su propia cosecha.

Libro agotado allí mismo. Conferenciante de grata voz, preparación y fluidez que te encandilan como si heredera digna de un padre que como divulgador de la vida salvaje llegaría a esas cotas inimaginables de 800 millones de telespectadores en el mundo, lo que no extraña por proyectada en todos los países de habla hispana, principalmente; muchos anglosajones e incluso asiáticos. Odile carece acaso de esa particular y persuasiva voz de su padre, que enganchaba por su entusiasmo, pero Odile posee una nítida voz que te invitaba por la claridad con que trasmite, de tal modo que en esa hora más desearíamos que se prolongase, pero conformes por lo animado de las preguntas a las que las respuestas de esta bióloga formada en la universidad norteamericana, residente en Washington por unos años, fueron atinadas.

Por todo eso, sobre ruedas le fue a Benito Reza la presentación en la que recordó que él, que por familiar tradición podía acabar defendiendo pleitos, héteme aquí que por influjo de Félix, el amigo de los animales, encaminaría sus estudios hacia el medio natural, como ingeniero de montes. Esto recordaba quien sería el gran impulsor de los parques naturales de Galicia desde la administración en la Xunta y a quien mucho se debe. Su legado está ahí y aun seguirá batallando con sus libros y sus escritos en la prensa. Cuando Odile fue preguntada sobre lo que opinaba del lobo y el conflicto con el ganadero, y la ley de su prohibición de matarlo al norte del Duero, diría, muy eclécticamente, que habría que estudiar los casos particulares de cada municipio y actuar en consecuencia. Reza y yo y muchos, creo, opinamos que el lobo debe ser preservado a toda costa y las razones son: predador del jabalí, especie arrasadora cual excavadora de prados, caminos, maizales, patatales, provocador de accidentes, y un largo etc. No es que el lobo haga disminuir, por predación directa, ese casi medio millón de jabalíes que se calcula en Galicia, sino por la inhibición que su miedo infunde en la maternidad del salvaje suido hasta el punto que, camadas de más de docena de jabatos, reducidas serían a medida que el lobo aumente su presencia. Otra razón es que mejora la raza de sus presas, corzos sobre todo, haciéndolas inmunes a ciertas enfermedades al sobrevivir los más fuertes, y otra razón más podría hallarse en el misterio que al monte da para todos los que inmersión en la naturaleza hacemos.

Saltamos, días después, del salón de actos de Abanca a la Ínsua dos Poetas donde se conmemoraban los 111 años del nacimiento de Cunqueiro. Paraje natural en declive, ahora con pistas que lo circunvalan entre pinos, carballos y abedules, abundantes por la proximidad del rio Pedriñas. Acto de autoridades que se evaporaron, porque acaso requeridos en otros actos. El tirón de asistentes, por descontado que también fue Amancio Prada, ese cantautor berciano que tanta poesía, en este caso cunqueriana, que con gusto y alma emite, y dimensión da de la esencia del gallego como los más nombrados que en las letras se hallasen. Aplaudido y mucho, como también lo fue César, el hijo de Alvaro Cunqueiro, por la plasticidad de su breve oratoria, emotiva, nostálgica, de precisión y calidad llena. Le recordaba a César en la pulpada que estando Don Vicente Risco con mi padre Don Ricardo Outeiriño, que de usted y por el don se trataban, aunque amigos de asiduo trato, le decía Risco: “Don Ricardo, éste (por Cunqueiro) vainos a comer a todos”. Ya percibía el prócer gallego la dimensión del gran fabulador del realismo mágico. 

Mientras, la subsiguiente pulpada, aun con abundancia de raciones, dio para casi todos.

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