REPORTAJE

En honor de los buenos ciudadanos

Escultura pública en Ourense dedicada a Castelao (JOSÉ PAZ)
photo_camera Escultura pública en Ourense dedicada a Castelao (JOSÉ PAZ)

Ligada a los cambios urbanísticos, la escultura pública es un fenómeno reciente, una necesidad sobrevenida por engalanar calles, plazas; muchas veces, sin criterio claro; significativa, la dedicada a ilustres ciudadanos que han dejado huella.

Al autor, el catalán Juan Soler, le afearon el gesto el día de la inauguración. Su escultura dedicada al Padre Feijoo -1887-, a los ilustres de la época, entre ellos el abogado y periodista Alfredo García Ferreiro, les disgustaba por la rudeza e inclinación del rostro en alguien a quien presuponían todo sentimiento. Feo asunto para una ciudad pequeña, en medio de festejos, en el arranque, como andaba, para lanzarse a la modernidad -apertura de calles, obras de saneamiento, parques- con su primera escultura pública, al estilo de la moda europea. El lugar elegido, la plaza de Isabel la Católica, hoy Jardinillos del Padre Feijoo.

La escultura pública, ayer y hoy, es conservadora por naturaleza, impera el gusto dominante y el criterio de los “sabios”. En aquellos primeros pasos -lo cuenta la historiadora Mercedes Gallego en su estudio sobre la escultura ourensana- los promotores de las iniciativas estatuarias debían -por Real Orden- cursar consulta a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, quienes dirimían la resolución del concurso.

Si en la primera de las iniciativas se trataba de honrar a la figura del ilustre polígrafo en el segundo centenario del nacimiento (1876), con retraso por problemas económicos, para la segunda, la figura a mentar sería la jurista y defensora de los derechos de la mujer Concepción Arenal. El ya citado García Ferreiro y el pintor Parada Justel, quien se encargó del pedestal, estarían entre los promotores.



Suscripción popular

Tanto en un caso como en el otro, sería la comisión promonumento la encargada de la iniciativa de la suscripción popular -lo cuenta Afonso Vázquez-Monxardín- ,tanto a la ciudadanía como a las instituciones.

De los 24 proyectos presentados, la Academia se decanta por el de Aniceto Marinas, quien la remata en 1898 según las premisas marcadas, rabiosamente reiterativa, con los artilugios y símbolos del oficio bien presentes.

En la primera mitad del S. XX se erigieron pocas esculturas para honrar a los ciudadanos ilustres, y por suerte ninguno a caballo; aunque estos serán ya locales, y los escultores, gallegos. A iniciativa de la Coral De Ruada, en 1944, a Xavier Prado Lameiro se le erigió el grupo escultórico del Jardín del Posío, obra del prolífico Asorey. También allí, otro literato, Lamas Carvajal, en busto, junto a sus personajes ilustrativos “O tío Marcos da Portela” y “A Rapaza”, estos de Faílde; el busto, de Manuel Pascual. El conjunto, pelín mortuorio.

En 1964, a Vicente Risco -obra de Liste Naveira-, se le dedica un busto -hoy, casi escondido- frente a la Antigua Escuela de Magisterio. Es a partir de los años 80, cuando se abre la puerta definitivamente a la escultura pública. Manuel Buciños, en 1983, recibe el encargo de erigir una pieza en honor a Otero Pedrayo, que pasó de la Alameda a su actual ubicación en la plaza del Corregidor. San Rosendo es recreado por Cid, en 1985, hoy en la isleta situada entre Progreso y Juan XXIII. En la Alameda, figura el dedicado a Florentino Cuevillas (1986), a pesar de ser un horadado monolito pétreo con lo que se le honra. Del mismo año, el figurativo conjunto escultórico dedicado a Don Bosco, de Fernando García Blanco, frente a Salesianos. Los feligreses de la parroquia de Fátima y As Caldas, también decidieron honrar a la imagen de sus párrocos, Jesús Pousa y José Álvarez, ambos en 1990, obra de Buciños. Otro busto, en Reza, dedicado éste al gaiteiro Luis Padrón, de 1992, obra de Xosé Cid. También ese año, promovido por UGT y autoría de Ramón Conde, es el busto de Pablo Iglesias, en la calle que lleva su nombre en As Lagoas. En 1995, "los ramones", Cabanillas y Valle Inclán, juntos y en silueta, del mismo autor. Al igual que la de Ferro Couselo (1996), cuyo busto figura a las puertas del Arqueológico, como quien espera a que las abran. Paciencia, don Xesús.

En las Mercedes, de 1998, dedicada al bailarín Rei de Viana, hoy en el taller de Buciños en restauración. Homenaje a Castelao (2001), también de Buciños, en la plaza de la Imprenta. En 2004 se le dedica una escultura a la figura de Alexandre Bóveda, del mismo autor.

Las poetisas Pura y Dora, en 2005, recibieron en su honra una pieza escultórica de Ignacio Basallo, misteriosamente desaparecida. También Estanislao Reverter y Antonio Colemán, en 2006, por obra de Ramón Conde. El médico Luis Gallego, en 2009, de César Prada, y Obdulia Díaz, la vecina del barrio chino que alimentó a muchos hijos del barrio, cierran la lista. Las esculturas indudablemente, a todos les dan vida.

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