Humor inglés

Viernes, 8 de julio

Llevábamos tiempo sin verlo en nuestra tertulia. No sabíamos de él pero va, pide un gin tonic y nos cuenta “Me gusta partir sin despedirme, pues mirad, acabo de llegar de Inglaterra después de pasar dos meses en Londres y Birmingham para ver museos y pintar cuadros para mi próxima exposición”. Hace una pausa, engulle medio gin tonic y suelta “Vengo harto de café irlandés y cerveza, y más harto, hasta los cojones de los ingleses. Tanto que en un pub, el Franklin, al que acudía todos los días, tuve hasta una pelea, no miento, no salí muy bien parado pero ya sabes cómo son ellos, imperturbables. Después se arreglaron las cosas. Dos o tres días después de llegar ya me llamaban ‘españolito’, tan arrogantes y un poco despectivos. Comentábamos cosas de España y no sé por qué salió el tema de la Armada Invencible, aquella que envió Felipe II para conquistar Inglaterra y convertirla al catolicismo. Qué cabrones, ‘españolito’, me decía un cabrón pelirrojo en la barra del pub ‘os dio tanta vergüenza que en vuestros libros de historia disfrazáis la gran derrota y afirmáis que fueron las tempestades y tormentas’. Yo aguanté impávido el discurso pero va el fulano y dice a sus amigos ‘Brindemos por DraKe, vencedor en cien batallas en el mar contra España”.

Nuestro contertulio liquida su gin tonic y continúa “Pero los fulanos venga a humillarme. El pelirrojo debe conocer bien nuestra historia porque añade ‘Vaya rey el vuestro, Felipe II, que cuando partió la escuadra el 22 de mayo del 1588 para invadirnos, dijo convencido: Dios nuestro señor la ha de ganar como causa suya’. Ahí no aguanté más y bien sabéis que yo no soy ningún patriota pero le respondí atacando ‘Callad, callad, vuestro Drake no era más que un jodido pirata sarnoso que en nombre de la reina asaltaba nuestros galeones llenos de oro de nuestras colonias. Dices que nuestros soldados eran flojitos combatiendo, pero nuestros valientes tercios conquistaron Europa y aún se dice en Flandes: huid que viene el duque de Alba con los tercios”.

Todos los tertulianos nos reímos y alguien le dio palmadas en la espalda “Qué patriota y solo contra todos, como Don Quijote”. “Pero la barra del pub estaba llena y continuaron tratando de humillarme. Se reían los cabrones y me decían ‘Hay un pueblo, Spanish Point, en nuestra costa irlandesa, allí verás todavía algunos restos de la que llamáis Armada Invencible’. El puñetero pelirrojo añade ‘He estudiado vuestra historia y vuestro rey, al recibir las fatales noticias, dijo muy convencido: es un castigo divino. Pido a Dios que me lleve para no ver tan mala ventura y desdicha’. Pero no paró ahí la cosa, añadió ‘Ya sabes que en nuestra tradición, cuando en octubre festejamos nuestra victoria en Trafalgar, hasta no hace tanto los ingleses solíamos buscar algún español para darle una patada en el culo’. No aguanté más, le grité ‘Cállate hijo de puta’ y cuando me lancé para darle un cabezazo, sus amigos me agarraron y detuvieron. Uno de ellos me dio una certera patada en los huevos. Cómo son estos ingleses, el pelirrojo se mostró impávido como mirándome con tranquilidad y una extraña sonrisa mientras me iba. Salí del local como Don Quijote, triste y derrotado. Al día siguiente me armé de valor y con otro compatriota y algo secreto en el bolsillo allá me fui como un españolito vengativo a arreglar cuentas. Cómo es la vida, en aquel pub Franklin de Birmingham estábamos dos culturas, el hierático anglosajón y el corazón caliente de un latino. Nada más entrar al pub quedé desconcertado, para mi sorpresa todos me rodearon y comenzaron a cantar ‘Que viva España / Y España es la mejor’. Había tal alboroto y ambiente festivo que no pude hacer otra cosa que cantar y beber con ellos. Continué yendo al pub y ya era uno más. Bueno, una noche me vaciló un cliente ‘Nosotros tenemos a Shakespeare’, pero yo no me arredré ‘Nosotros tenemos a Cervantes’. Si él decía Keats yo respondía Machado, si él me soltaba Thomas Gainsborough, yo replicaba Goya, un rosario de nombres. Terminamos los dos riendo”.

(“Dos días antes de venirme vi en internet ‘El regreso’ que acaba de pintar Augusto Ferrer-Dalmau. Ya sabes, Augusto es un pintor de batallas, busqué toda la información en mi móvil. Es un cuadro deslumbrante que tiene su historia. Es la llegada victoriosa de la Armada capitaneada por Luis de Córdoba allá en julio de 1700. En esa batalla nos vengamos de Trafalgar y golpeamos duramente el orgullo anglosajón. Déjame que te cuente. Sucedió que nuestros espías supieron de una gran flota inglesa rumbo a las Indias Orientales. Discreta, apenas llevaba barcos custodiándola. Luis de Córdoba y sus naves se escondieron en la noche. El astuto almirante mandó poner un farol igual que utilizan las naves inglesas para ‘pastorear’ a los suyos. Lo colocó en la mítica nave Santa Trinidad. Los marinos británicos picaron. Pensaron que era su nave capitana. Los nuestros cazaron uno a uno los navíos enemigos, capturaron tres mil marinos enemigos y ciento cuarenta millones de reales en barcos”.

“Logré hacerme con una lámina de ‘El regreso’ y un texto con la historia. Allá me fui eufórico a mi pub el Franklin. Los clientes, ya mis amigos, aman el arte y contemplaron deslumbrados la lámina. Con fair play, escucharon con atención el relato. El poeta Gil de Biedma escribió ‘De todas las historias de la historia / la más triste sin duda es la de España’. Pero ese día, mi último día en Birmingham, mira tú, ‘El regreso’ de Augusto Ferrer-Dalmau me sirvió para reivindicarnos en el Franklin y reconfortarme de ese verso tan terrible”).

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