Tribuna

Jácome salta a Netflix

Gonzalo Pérez Jácome mira al ordenador durante un pleno (ÓSCAR PINAL).
photo_camera Gonzalo Pérez Jácome mira al ordenador durante un pleno (ÓSCAR PINAL).

Jácome lleva razón en al menos un punto: la historia de DO es digna de llevar a la televisión. Otra cosa sería discutir el género. En julio de 2019 veía a Rubén Riós interpretándolo. El martes propuso a Bruce Willis como “el alcalde de As Burgas” en una “serie mundial” para Netflix. Yo optaría por verlo a él haciendo de sí mismo. Como Larry David en “Curb your enthusiasm” o Jorge Sanz en “Qué fue de Jorge Sanz”: un falso documental con Gonzalo mirando a cámara y carismáticos secundarios para Ojea, Ucha y el resto de su corte. 

Que su primera visita al juez haya sido un 28 de diciembre es un buen giro narrativo. Aunque para decir en la previa “espero que no tomen mi declaración como una inocentada” al alcalde se le vio ansioso. Una forma de medir la evolución de Jácome es fijarse en cómo le ha ido variando el timbre de voz: en la oposición berreaba, al tomar el bastón de mando empezó a balbucear y el martes, a la salida del juzgado, parecía un crío que alza la voz intentando ocultar el tembleque después de ser cazado oliendo a malibú con piña. Como tiene pinta de que no va a ser su último paseíllo posee margen para practicar el rol de imputado. Ayer recuperó la bravuconería en su salsa de los plenos circenses. Ahora le queda tratar de convencer al juez, sin facturas ni tarifas, de la brillantez de desviar fondos públicos a su negocio privado. Con la mayoría de ourensanos parece haber fracasado. 

Lo que sí tiene trabajado para su salto a Netflix son los tics de dictadorzuelo. Es cierto que cada vez que no responde a La Región hurta el derecho a la información de los ciudadanos que le pagan 70.000 euros de sueldo anual pero qué demonios, a la audiencia le encanta ver a alguien descomponerse ante sus ojos. Como Michael Scott en “The Office” pero sin su ternura torcida. De hecho, en la misma categoría de “jefes que nadie sabe cómo han llegado hasta ahí”, cuando Jácome sale diciendo que “está todo perfecto” suena a Bartomeu hablando de su gestión “responsable” al frente del Barça.

En un año, el alcalde ha pasado por el juzgado por malversar presuntamente 100.000 euros; rompió, insultó, reconcilió y arrastró el pacto con el PP; mercadeó con los asesores y tuvo a 3.000 ourensanos manifestados en su contra. En cualquier otra ciudad esto sería el resumen de un final. En Ourense, ese cascarón esconde la gestión todavía más deprimente e inútil de un político que tuvo la vanidad suficiente para decir que todos sus antecesores habían sido “mediocres”. Por mucho que pedirle a Jácome un proyecto de ciudad siempre ha sido igual que demandarle un compromiso con la agenda 2030 a Tony Soprano, la realidad ha superado cualquier expectativa. En “Fue la mano de Dios”, Sorrentino recuerda que Fellini hacía cine para escapar de la vulgaridad de la vida. Dándole la vuelta, por algo Jácome no ha parado hasta borrarle el nombre a la Concejalía de Cultura.

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