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Esther, la viticultora heroica de la Ribeira Sacra: "Que los jóvenes miren por estos sitios"

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photo_camera Esther, emocionada al ver el camino de 200 escalones que le preparó el programa.

Cuatro emitió anoche el nuevo capítulo del programa presentado por Calleja y que tuvo a varios vecinos de la zona como protagonistas

Esther se convirtió ayer en la perfecta embajadora de la Ribeira Sacra, sin saberlo. En la vida de esta viticultora de 80 años hay una historia de amor eterno: la vid. A través de los ojos de la mujer, natural de Chantada, el programa 'Volando Voy' de Jesús Calleja enseñó al mundo los encantos de este tesoro natural.

Era la primera vez que Esther se subía a un helicóptero, y también la primera vista panorámica de un lugar que cuida y pisa todos los días. "Qué bonitos son estos bosques, ¿verdad?", comenta durante el vuelo. Con la sonrisa puesta y la mirada fija en la Ribeira Sacra, su paraíso particular, lanzaba una pregunta: "¿Verá todo el mundo este sitio y se enamorará de él?".

Amar las viñas tanto como ella es el mensaje que quiso dejar grabado a los jóvenes: "Que miren por estos sitios que están muy abandonados, que no dejen que desaparezca". Lo dice una adelantada que creó el primer vino ecológico de Galicia en estos parajes escarpados en los que trabaja a diario.

La solidaridad gallega hizo acto de presencia para regalarle nuevas condiciones laborales a una mujer que todos conocen en la zona. Se lo recordó Calleja en el programa: "Pedí ayuda a todos los pueblos y la gente, sabiendo que era para ti, dijo que sí". Se refería a la sorpresa que le tenían preparada: un camino con 200 escalones para facilitar su rutina en las viñas inclinadas a orillas del Miño. "Yo no me merezco esto", se emocionaba Esther. 

Ante las muestras de cariño, la viticultora quiso agradecerlo: 'Solo les puedo ofrecer un vinito'.

Ofreció mucho más: un mensaje a la juventud, un ejemplo de lucha en la cultura vitivinícola y la mejor imagen que podría tener el mundo de la Ribeira Sacra.

Además de la historia principal, en el pueblo de Pincelo,  un zanfonista invidente le enseñó a Calleja qué es una zanfona. Paloma, una joven artista, viajó para encontrar su sitio, hasta que volvió a sus orígenes para descubrir que su lugar estaba en su tierra y sus viñas. Por último, el relato del viticultor Cachín, que puede presumir de que sus vinos se probaron en la Casa Blanca. 

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