Entrevista

Jorge Perianes: "Casi todo el arte es una queja a Dios por el paso del tiempo"

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photo_camera Piezas de la exposición de Jorge Perianes en la Casa do Cabildo.
El creador ourensano intenta que el público reflexione a través de sus obras

El artista gráfico Jorge Perianes (Ourense, 1974), quien ya ha expuesto en ciudades como Madrid, Oporto, A Coruña, Vigo o La Rioja, es uno de los autores de la muestra "Dobre Quadratura" en la Casa do Cabildo de Santiago de Compostela, que cuenta también con dos videoinstalaciones de Lois Patiño.

En sus piezas, Perianes aborda las grandes preguntas que acechan al ser humano desde el comienzo de los tiempos, como la angustia ante su propia caducidad.

¿Cuál es el objetivo de su obra?expo6_resultado

No sé siquiera si tiene un objetivo el arte mismo. Yo voy anotando apuntes de ideas en libretas, que se ensamblan unas con otras y algunas acaban traspasando a la realidad, otras no. Mis objetivos son preguntas que van surgiendo.

Me planteo obras poéticas, y después recupero hilos perdidos gracias a la visión del público, porque lo que las piezas transmiten a la gente se añade a su significado inicial. A mí me interesa expresar lo ambiguo y que sea así una obra viva, como una película que puedes ver varas veces y cada vez es distinta.

La caducidad del tiempo es uno de los asuntos principales que trata en la exposición.

Creo que casi todo lo hecho en el arte es una queja a Dios por el paso del tiempo, tenemos fecha de caducidad y eso nos inquieta. Intento plantearme su poca aceptación y como se intenta disimular, por eso empleo tantos espejos. El carpe diem, por otra parte, me parece ingenuo y muy enfocado a un sistema neoliberal: aprovecha, compra.

¿El público ha perdido capacidad a la hora de interpretar la profundidad de una obra artística?

Es infantilismo social: si el público pide algo, se lo damos, ponemos muchas explosiones. Así el arte se degrada. Ya hay gente que quiere todo desgranado en las exposiciones, pero una obra debe requerir esfuerzo, si aparece con libro de instrucciones al lado la cierras y la matas. Por eso no suelo titular mis piezas. Lo que comes fácilmente te traspasa y lo desechas rápido.

Obviar la reflexión es algo totalmente infantil. Si quiero llamar la atención pinto toda la sala de rojo o construyo un oso gigante de colores. Sería impactante, pero no es nada más que eso: mero impacto. Es un lenguaje pervertido, me interesan más las grandes preguntas. ¿Qué harías si te dijeran que el mundo terminaría mañana? Tranquilizarte o acelerar, ir de fiesta o disfrutar de una puesta de sol. Debería ser más importante el planteamiento mental que la propia obra.

¿Cuál es el mayor éxito que se puede lograr en el arte?

Quedarán quienes sean capaces de transmitir el espíritu de fondo de una época, su Zeitgeist. Y lograr esto debería ser el ideal de cualquier expresión artística.

Los temas, tratados de forma muy concreta, dejan imágenes pobres. Al generalizarlos se amplifican. No interesa a nadie más la muerte del padre de Juan, pero sí la muerte del padre.

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Hoy en día, ¿puede el artista ganarse la vida con su trabajo?

Es muy difícil. Están pagando el entusiasmo. En cuanto la energía juvenil se agota, a por el siguiente.

No le agrada que su rostro aparezca publicado cuando se habla de su obra.

Es infantil, porque es el yo. Cada vez que veo mi cara publicada, pienso: no me interesa. Es solo un morbo, una cultura del éxito. Yo sigo la idea romántica de las musas, del artista como un canal. Nuestras caras salen mucho en los medios, pero no interesa mi rostro sino mi obra.

Es una tendencia muy característica de los años 80 y 90, cuando empezaron aparecer las caras de los artistas en las portadas. Había sido Picasso el primero en salir en fotos como si fuera un semidios, asociando el arte a la idea del éxito.

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