DISCULPE EL ATREVIMIENTO…

Un juez metido a novelista que no es ajeno a las portadas del "Hola"

El juez Antonio Piña Alonso, en  un tono más distendido, admite que tiene el corazón “partío”. Pero solo en el terreno laboral.  “En caso de no haber sido juez, me hubiera gustado ser escritor”, reconoce. Aunque claro está, su vida sería más inestable económicamente y bohemia. Y contra todo pronóstico, la novela negra no le tira tanto como pudiera parecer a primera vista. Es más de trama histórica, con amoríos de por medio.

Y aunque no es lector de la revista Hola, no es ajeno el affaire con abrupto final del juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz, “amigo personal”, y Esther Doña, viuda de aristócrata. Corporativismo a un lado, se atreve a bromear: “Ha elevado el wasap a elemento probatorio, dándole una relevancia que nunca tuvo”, comenta en alusión a las maneras del aludido a la hora de romper con la cuarta esposa del marqués de Griñón cuando, poco antes, en el papel couché  confesaban que había anillo de compromiso.

El magistrado afincado en Ourense admite que no siempre duerme bien por culpa de alguna que otra sentencia que le provoca desvelos, y que el cargo de presidente de Audiencia no solo reporta prestigio social sino algún que otro viaje por eso de que hay que debatir al otro lado del Atlántico.  No siempre está trabajando y cuando quiere coger fuelle sale con su perro a pasear o escucha a los clásicos, ópera incluida.

En casa de herrero...

Ninguno de sus tres vástagos ha seguido sus pasos, porque a los niños les tira más el riesgo de la empresa privada,  y eso, admite el padre, es una “espina clavada” cuando menos en la garganta.

Y mientras los hijos levantan el vuelo, él cree que Ourense seguirá siendo su nido aunque deje la presidencia de la Audiencia, máxime ahora que domina las nuevas tecnologías y sus amenazas (es experto en ciberdelincuencia).

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