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La Cámara empezó su pasado

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photo_camera El salón de actos de la Cámara acogió cientos de iniciativas estos años.

La Xunta ya tiene las llaves de la sede de la Cámara de Comercio. Mantiene la entidad como un ente amorfo, sin personal y con la sede embargada. A las 14,30 de este viernes se fueron las dos últimas empleadas y empezó el pasado

La Cámara de Comercio de Ourense, que nació el 2 de abril de 1899, vivió sus estertores como vivió en los últimos meses, como una entidad abandonada a su suerte, sin latido, sin que nadie intentase reanimarla, aunque todos sabían que se escribía otra crónica de una muerte anunciada. 

La sede —propiedad de la institución desde 1968— toma carácter espectral, ya solo quedan los retratos de los presidentes de la secular institución en el salón de plenos. Ver si en el silencio toman vida, como los juguetes de "Toy Story", y reconstruyen la historia de la Cámara. Por lo de pronto, serán ahora los lamparones y las telarañas las que colgarán, como en los vetustos palacios de suntuosos imperios imposibles. 

A las 14,30 de este viernes se cerró la sede de la avenida de La Habana y por la puerta por la que entraron todos los días durante 29 y 21 años, respectivamente, las dos últimas trabajadoras cerraron la puerta y la abrieron al pasado. Alguna lágrima, claro, adornó la despedida. Llaves a la delegación de la Consellería de Industria, entidad tutelante, y a otra cosa.

Ambas llevaban dos años sin cobrar sus nóminas y desde el mes de febrero del año pasado solas en una gigantesca sede de casi 800 metros cuadrados. Sus excompañeros no aguantaron tanto tiempo, decidieron presentar una reclamación judicial —ellas también lo han hecho ahora— para exigir el pago de sus nóminas. Como no había dinero en la caja, se ordenó el embargo y la subasta. Queda una parte por cubrir ese trámite. No hay fecha, pero lo no que no hay es futuro.

La Cámara quedó al pairo a finales del 2017 cuando el equipo de gobierno y el pleno preguntaron por la puerta de salida y no miraron atrás. La dimisión fue un capítulo más en el capítulo de los despropósitos y la consumación de que al cortarse la obligatoriedad de las cuotas —promulgada a finales del 2010— la entidad no tenía con qué sostenerse. El remanente que había se fue consumiendo como una vela. Ningún parche fue capaz de impedir la fuga de aire de una institución insostenible con viejo modelo.

La entidad era titular de las oficinas, también de las delegaciones de Verín y Valdeorras y del Vivero de Empresas del Parque Tecnológico, pagado con fondos europeos y lleno de silvas ahora. La abulia ganó y el patrimonio empresarial ourensano pierde una referencia, sin que hubiese trascendido otra cosa que no fuese el desinterés por la suerte cameral.

No se pagó ninguna factura del gasto corriente. Durante el invierno las dos empleadas que quedaban tuvieron calefacción porque depende de la comunidad de propietarios, pero los recibos no se pagaron. Las facturas de la electricidad, agua y teléfono no se pagan desde el pasado mes de octubre y la sorpresa se produce cuando se confirma que ni la compañía eléctrica ni el operador de telefonía cortan el servicio, como hubieran hecho con cualquier hogar o empresa morosa. 

Del mantenimiento se ocupaban las dos trabajadoras que quedaban. Un empresario confirma que ha visto a una de ellas limpiando las escaleras y el portal. Por supuesto, han tenido que fregar el suelo, pasar la bayeta para quitar el polvo, correr con los gastos de los productos de limpieza, incluido el papel higiénico.

Mientras, la puerta de la entrada rechinaba por falta de uso. Casi nadie la franqueaba porque la Cámara de Comercio ya no era aquella bulliciosa entidad empresarial en la que llegaron a trabajar más de una veintena de personas. Ya solo se ocupaban de la emisión de los certificados a las empresas exportadoras, imprescindibles para vender fuera. Ahora tendrán que ir a Santiago.

Había días en los que nadie pasaba por la sede de la avenida de La Habana. Entre las visitas tampoco estaba la de los miembros de la Junta Gestora —que tomó las riendas después de la dimisión del pleno—, ajena a las soluciones. Eso sí, el día 2 ocuparon los sillones del salón de plenos en una reunión de la que no salió conclusión positiva alguna. Era tarde. Demasiado, sin duda. Es tarde para todo, incluso para el lamento. "Esto nos lo hacen en Ourense, no en Vigo", decía un empresario. Ya es tarde.

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