REPORTAJE

La resaca de Lorca en Ourense

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photo_camera Federico García Lorca.

Andalucía buscará por cuarta vez los huesos de su poeta ilustre, asesinado en 1936, un año más tarde desde que un ourensano le ayudase con un libro y veinte después de su primera excursión a Galicia, el viaje donde conoció la literatura

La madrugada anterior a su llegada resacosa a Ourense, Federico García Lorca dejó al Círculo de Zamora flipado con su virtuosismo al piano. "Se lució toda la noche", escribió entonces en un cuaderno Luis Mariscal, el profesor que lideró el viaje de estudios del poeta granadino y otros cuatro alumnos hasta Galicia, en otoño de 1916. El niño de 18 años que enviaba cartas a sus padres para pedirles más dinero y relatarles la excursión–"¿Me mandarás, ¿a que sí, papá? Hay que ver lo que se gasta y cómo se va"–es ahora el genio e hilo de esperanza que sostiene Ian Gibson, su biógrafo. Por cuarta vez, este hispanista intentará encontrar el lugar donde está enterrado uno de los intelectuales más importantes que parió el país. La Junta de Andalucía ha federico3_resultdado luz verde a la búsqueda de los restos del poeta granadino en el parque de Alfacar, en Granada, el recinto dedicado a su memoria. Hasta dentro de unos meses, no se sabrá si allí yacen sus restos. El hallazgo sería un hito por un motivo: Federico García Lorca estuvo en aquel otoño de 1916 donde quiso permanecer el resto de su vida. Al norte nació el poeta del sur. "Noche del 15 de octubre de 1917. Un año que salí hacia el bien de la literatura", así firmó su escrito "Mística en que se trata de Dios" el joven granadino del que se esperaban grandes éxitos, pero musicales.

Federico García Lorca desayunó cerca del Puente Romano en otoño de 1916, tras una velada de madrugada en Zamora en la que se lució al piano

La editorial compostelana Alvarellos recupera, por primera vez, la crónica íntegra de este viaje por Castilla, León y Galicia de Federico García Lorca, con cartas y manuscritos del poeta de la Generación del 27. Es Luis Mariscal, el profesor del viaje de estudios, el que habla de Ourense explícitamente. "Nos hemos detenido en Orense, el heraldo arquitectónico del Pórtico de la Gloria, y hemos almorzado cerca de la célebre puente", escribe, refiriéndose al Puente Romano. Antes, en el tren, se fija en una casa: "Pasados los túneles, el paisaje se alegra, del Sil pfederico2asamos al Miño, y luego sobre la misma confluencia de la que el Miño se lleva la fama. Se ven algunas casitas blancas como esta que domina el río a la izquierda y que tiene a su puerta unos cipreses espléndidos. En esta casa nació Feijóo", cuenta Mariscal, tras detener la mirada, probablemente, en el Pazo de Casdemiro, en Pereiro de Aguiar, donde nació el Padre Feijóo.


"Sonidos de miel"


A Lorca, Ourense le debió parecer de película. No menciona su nombre en las crónicas, pero fue la primera parada en tierras gallegas, su primer contacto con el paisaje que le enamoró hasta inspirarle después en su literatura, "el bien" al que partió  aquel otoño. Entonces, la panorámica ourensana desde el tren le pareció melancólica: "Se comprende viendo el paisaje federico1 (1)de Galicia el carácter triste de sus habitantes y su música, que dice de penas, de amores, de imposibles... La gaita gallega tiene sonidos de miel, sus melodías huelen a cantueso y a tomillo... seguimos andando y más montañas cada vez más altas y al otro lado el Miño...El sol en las estaciones. Pasan, en visión cinematográfica, montes, prados, cielo, agua", contó en su cuaderno de viaje, antes de cerrar los ojos "al son del traque traque del tren". Durmiendo la resaca de la velada anterior en Zamora, se acabó su historia de amor escrita con Ourense. Sin embargo, en aquel momento, afloró la relación de su literatura con Galicia. Y aquí, un ourensano amigo, tuvo mucho que ver. De la publicación de "Seis poemas gallegos", el homenaje al paisaje y a la lengua de la tierra que conoció en una excursión, se encargó Blanco Amor en 1935. Ocurrió un año antes del asesinato del poeta granadino al que ahora busca su incansable biógrafo, Ian Gibson. En ese tiempo, el ourensano visitó al granadino en la Huerta de San Vicente. Allí, Blanco Amor le retrató en aquella intimidad en la que todavía había un piano. Aunque para entonces, su música ya era la poesía que hoy lo convierte en hito. 

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