ENTREVISTA

Leonardo Lemos: "Nuestra iglesia, está viva, en camino, a pesar de los signos de pasotismo"

El obispo ourensano anunció la celebración de un Sínodo diocesano en la última homilía.

En la Misa Crismal celebrada en la Catedral el pasado 23 de marzo, el obispo ourensano, J. Leonardo Lemos Montanet, en el transcurso de su homilía anunciaba la celebración de un Sínodo diocesano, un acontecimiento excepcional y extraordinario en una diócesis. De hecho, y como recordaba en su intervención, el último celebrado en Ourense tuvo lugar en 1908 en tiempos de Monseñor Ilundain y Esteban.

¿Qué razones le han movido a convocar este Sínodo?

Son múltiples y después de haber dado varios pasos: Mi primera carta pastoral “Querer creer”(2012), dentro del ámbito del Año de la Fe; la remodelación de estructura arciprestal; el Año Mariano; la apuesta y creación de algunas unidades de atención parroquial; la necesidad de una conversión pastoral; las exhortaciones recibidas por las distintas congregaciones romanas con ocasión de la Visita ad Limina; el encuentro con el papa Francisco, y sobre todo la situación real de muchas parroquias con sus diferencias, la inercia en algunos casos, y el conocimiento que voy teniendo de las distintas comunidades en la Visita Pastoral que estoy realizando, han motivado en mi esta decisión.

Una decisión que marcará su pontificado.

No me lo planteé desde el punto de vista personal, sino buscando el bien de esta Iglesia particular que la Providencia me ha encomendado. Lo he comunicado y recibí la opinión tanto del Consejo Presbiteral como del Colegio de Arciprestes –que es una estructura pastoral peculiar que funciona en esta Diócesis y que se reúne todos los meses-. Por otra parte, pronto comenzará a funcionar el Consejo Diocesano de Pastoral, estructura en la que los laicos tienen una presencia singular a la hora de ayudar al obispo en el gobierno pastoral. Una Diócesis en Sínodo es una Iglesia que desea hacer una experiencia de comunión que le lleva a caminar juntos pastores, religiosas/os y fieles laicos. Y, en estos momentos de nuestra historia eclesial, creo que es importante y necesario porque ya han pasado cincuenta años del Concilio Vaticano II y cuarenta del Concilio Pastoral de Galicia. Los tiempos y las personas han cambiado y necesitan una respuesta adecuada a sus problemas, deseos y preocupaciones teniendo en cuenta la doctrina de los últimos papas y, en concreto, los retos que nos ha marcado la exhortación “Evangelii Gaudium” del papa Francisco. 

Un Sínodo requiere una larga preparación. 

Sí, pero no solo preparación, sino también apertura del corazón y de la mente de todos los hijos e hijas de esta Iglesia. Aunque ya está confeccionada la lista de personas, en unos días haré publico la composición de la Secretaría General del Sínodo Diocesano. Con la ayuda del Señor espero que en los próximos años se realizará este proceso eclesial. No tenemos prisa. Las cosas de Dios tienen su ritmo y estoy convencido que esto lo quiere el Señor. En los últimos meses a algunos de mis colaboradores, que formarán parte de la Secretaría General, les he rogado que se pusieran en contacto con otras iglesias hermanas que han realizado la misma experiencia o bien, todavía la están llevan a cabo.

¿Qué cree que va a suponer un Sínodo?​

Además de ser un evento de comunión eclesial y de constituir uno de los primeros actos de gobierno del obispo, creo que será un cauce providencial para renovar nuestra fidelidad al Evangelio, fortalecer nuestra fe, reavivar la comunión eclesial, así como la alegría y la esperanza de todo este Pueblo de Dios que peregrina por las nobles tierras ourensanas. Nuestra Iglesia particular que siempre fue muy misionera, está llamada a la conversión misionera a la que nos invita el papa Francisco, en es- ta tarea nos ayudará este camino sinodal. Aunque algunos piensan que es algo extraordinario, no lo es tanto, porque la sinodalidad se sitúa en el vértice de las estructuras pastorales de una Diócesis. En este sentido el papa Francisco nos está dando ejemplo, porque en un pontificado todavía tan breve ya nos convocó a dos sínodos, uno de ellos extraordinario, de los que esperamos en los próximos días la exhortación apostólica Amoris laetitia. 

Para ello se necesita participación. 

Efectivamente. A este Sínodo están llamados los sacerdotes, los miembros de los institutos de vida consagrada y las diversas sociedades de vida apostólica, los grupos y movimientos apostólicos, todos los fieles laicos; en definitivo, todos los miembros del Pueblo de Dios que luchan por vivir su fe en estas tierras ourensanas. Creo que será un medio idóneo para aplicar y adaptar el sentir de la Iglesia universal a esta Iglesia particular. Es misión del obispo apacentar, educar y gobernar a la Iglesia que le ha sido encomendada partiendo de la realidad concreta de la ciudad, las villas, las parroquias y, sobre todo, de las gentes que habitan estas comunidades. Es necesario concretar los centros de atención pastoral, los lugares estratégicos para las reuniones y encuentros, las estructuras pastorales y los compromisos de todos y de cada uno. Nuestra Iglesia está viva, está en camino, a pesar de los signos de cansancio, de pasotismo, o de ciertas inercias pastorales que nos afectan. 

Un cúmulo de problemas...

Sí. Tenemos que renovar y revisar actitudes, cerrazones, posturas autorreferenciales, atender mejor al clero joven y al numeroso grupo de sacerdotes ancianos que están desarrollando una actividad pastoral heroica para sus años; necesitamos adoptar medidas eficaces para ayudarnos e enfrentarnos a las distintas facetas de la pastoral como las muchas celebraciones que llegan a aplastar la vida interior de nuestros curas, la atención a las pequeñas comunidades del ámbito rural, la liturgia de exequias, la praxis matrimonial y familiar, los diferentes niveles catequéticos, sin olvidar la apuesta por una cultura vocacional y el estudio cuidadoso de nuestro patrimonio histórico artístico.

¿Es un momento, también para la unidad de todos los diocesanos?

Iniciamos esta singladura eclesial en este Año de la Misericordia en el que nosotros celebramos, además, los 1.700 años del nacimiento de San Martín de Tours, patrono de la Iglesia Catedral y protector de nuestra Diócesis. A él le encomendamos los trabajos del Sínodo. Quisiera poner también bajo la protección del otro San Martín, el de Dumio, el llamado evangelizador de Galicia -nuestro evangelizador-, esta realidad eclesial por la que el luchó con ardor y fuerza evangélica. Invoco a San Rosendo, a los pastores santos de este Pueblo, a San Francisco Blanco y a los demás beatos que han recibido el Bautismo en esta Iglesia particular. Que la Madre de Dios, de la que es tan devoto nuestro Pueblo, nos ayude a vivir esta experiencia de sinodalidad que es una auténtica experiencia de Iglesia. 

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