reportaje - ourense

Los pilares de la dependencia

Cuando detecta que los niveles de oxígeno en sangre bajan, Dolores conecta a Etelvina a la máquina de nebulizar (JOSÉ PAZ).
photo_camera Cuando detecta que los niveles de oxígeno en sangre bajan, Dolores conecta a Etelvina a la máquina de nebulizar (JOSÉ PAZ).

El día a día las pone a prueba. En su mayoría son mujeres que en el interior del hogar se encargan del cuidado de personas dependientes; ya sean progenitores, parejas o hijos. Una tarea que nadie les ha enseñado.

Se llama Dolores Blanco Carballo y baila. Su pareja habitual es Etelvina Carballo. 66 y 92 años. “A saia da Carolina ten un lagarto pintado; cando a Carolina baila, o lagarto dálle ao rabo” arranca Dolores, Etelvina le sigue con esa voz extenuada por los años, pero de buen timbre; como si la melodía le aupara más que los corticoides que le han dado esta mañana. 

La pareja baila, se amarran entre ellas; a veces también lloran, esta mañana no. Se sirven de sostén. El trayecto es breve, entre la habitación y el baño. Ora cantan, ora lloran, porque la vida es como un tango.

La vida te pone a prueba y no pregunta. Dolores tiene en casa el plan HADO, un hospital a domicilio. A diario viene una enfermera y está en contacto permanente con la médico, de no ser así, la madre de Dolores debería estar casi ingresada. “Chamo á doctora e ela valora; por que a mamá xa a querían ingresar este ano tres veces, e non quero, a última veu chea de fungos”, comenta.


La vida a tragos


La crudeza de cierta realidad no avisa, simplemente llama a la puerta. Dolores, quien hasta los 27 años estuvo emigrada en Suiza, también sus padres y tíos, este asunto lo ha vivido varias veces. En su regreso de la emigración con su marido, nueve años mayor, tuvo mucho que ver la enfermedad de sus suegros, a los que cuidó alternándose con una cuñada. En su domicilio también atendió a su padre, esta vez con otros hermanos, hasta que falleció, de ello hace siete años. Aunque el trago más amargo, el que le puso a prueba integridad y entereza, le llegó un día nebuloso por la mañana, a la hora del desayuno. Era Jesús, su marido, quien a su retorno había montado una ferretería con su cuñado. Aquella mañana “afilada” en casa de Dolores no había nada para el desayuno, no había pan, ni siquiera estaba la taza, ellos que tenían en el negocio un apartado para el menaje. Algo raro pasaba. En la ferretería, el marido tampoco distinguía ya un tornillo de un calibre o de otro; el cuñado, perplejo, callaba. Jesús, que en la crudeza de la emigración había trabajado al exterior, con la frialdad gélida de cada amanecer helvético, se sostenía a base de analgésicos como si en ellos se encontrara la esperanza. 

Así comenzó un peregrinar de médicos, “un quiste corticoide no tercer ventrículo no cerebro”, relata, junto a una retahíla de fármacos que Dolores -aficionada a la medicina, en Suiza llegó a trabajar en una farmacia- enuncia. Aquel “vahído” del marido tenídsc_4512_resulta una explicación, el quiste de nacimiento obstruía el riego del cerebro, y no paraba de crecer. La operación, si la había era de “altísimo riesgo”, se lo advirtieron los médicos; también que lo peor, estaría por llegar. Así fue. “Puxéronlle unha válvula para estraer o líquido encefálico, hasta o abdomen. Eu tiña que ser forte, me decía”. Lo fue, pero su marido no sabría ya qué hacer con los calcetines, ni con la ropa. Hubo que empezar de nuevo, de cero. Hoy lo tiene a su lado, él madruga, hace muchos kilómetros diarios y se guía por una lista que le confecciona Dolores. Está en tratamiento neurológico para evitar que se vuelva agresivo, “unha vez lle quitaron a medicación e me quería pegar”. Tiene el máximo grado de dependencia. Dolores lo tiene a su lado, también a su madre. Y bailan. 


Cruz vermella les da apoyo y un respiro temporal


En 2018, desde Cruz Vermella, registraron 175 personas como usuarias del proyecto temporal a familias con personas mayores a su cargo; 48 formaron parte del de información y capacitación a cuidadores no profesionales. 

“Nós o primeiro que facemos é preguntarlles se solicitaron a dependencia, se nos dín que non, lle aconsellamos poñerse en contacto coa traballadora social do centro de saúde”. Le dan cursos y asesoramiento; también un día a la semana, durante un par de horas los voluntarios van a su casa, para poder liberar al cuidador.


"A sobrecarga cae sempre sobre unha mesma persoa"


Son el ejército invisible de una sociedad, el sostén emocional y físico de muchos hogares, sin recibir un sueldo a cambio. 

La realidad es tozuda. En 2017 las estadísticas del IGE, las últimas en vigor, decían que en Galicia había 144.539 personas cuidando de un familiar dependiente, en Ourense 19.431. En 2007, eran 16.407. Una mano de obra “barata” de la que esta sociedad no puede prescindir. “A sobrecarga cae sempre sobre unha persoa; neste caso vive con ela, e como que ten a obriga. o 80% dos coidadores son mulleres”, apunta Natividad Álvarez, responsable de Atención a personas cuidadoras y Prestámo de productos de apoyo, en Cruz Vermella. Nunca el enunciado de un cargo resulta tan Etelvina y Dolores, abrazadas al llegar a su cuarto (JOSÉ PAZ).cristalino, desde la primera a la última palabra. 

La realidad del cuidador es sobrevenida, el desarrollo de la enfermedad se va convirtiendo en un desafío. “Son non profesionais, algo que lle pode ocorrer a ti ou a min, se temos unha persoa maior que lle dá un ictus, ou entra en proceso de Alzheimer”, dice. 

Autodidactas totales

El cuidador entra en sobrecarga porque no sabe cómo va a evolucionar la enfermedad, “non saben como coidar a esa persoa, cambiar a unha persoa encamada, cambiarlle un pañal, mobilizalo”.

Además toda esa nueva "aventura" vital conlleva gastos. Dolores tuvo que acondicionar el baño con una ducha rasante, y el resto del espacio para las nuevas tareas. Antes de fallecer el padre había una grúa en casa, de Cruz Vermella, para levantarlo; también una cama articulada. La cama de Etelvina tiene unas barreras, cedidas por AFAOR; mover a una persona en peso muerto no es fácil, ni siquiera para ella, que es todo “motor” y que cuenta también con la ayuda “en lo físico” de su marido; no es la primera vez que se van al suelo y tienen que esperar por él para levantarse. Toda una aventura. 

Está ya jubilada, trabajó en Ourense muchos años de empleada de hogar, pero para Dolores el día es casi igual. La diferencia es que cuando trabajaba combinaba ambas tareas, a veces con ayuda de asistentes. Ahora también le ayuda Jenni, por las mañanas, pero no llega. “O meu marido madruga. Eu levántome ás 7, fago as habitacións, as comidas. A mamá levantámola as 09,20, desayuna, e doulle medicación da neuróloga". La insuficiencia respiratoria es ya crónica, precisa oxígeno con frecuencia a lo largo del día. En el último año sólo pudo salir en cuatro ocasiones, en una de ellas pilló neumonía. 

La labor es dura, a Dolores, en más de una ocasión le ha pasado factura. Cuando se alternaban en los cuidados de los padres hubo un momento en el que su cuerpo hizo crack, se frenó en seco; se quedó sin hierro y sin vitamina B12; entonces tuvo que meter una persona interna, “aínda así eu estaba eiquí ás 7 da mañá para supervisalo todo”.

Dolores y Jesús, tienen dos hijos, de 40 y 35 años, viven fuera; cuando él se quedó dependiente, ella aguantó con la ferretería un tiempo, hasta que la alquilaron; fue capaz de sacar a sus hijos, uno en el instituto, el otro en primaria.

El cuidador necesita para sí un tiempo que a veces no tiene. “Importante -dice- ter un par de horas ao día, para poder camiñar, botar fóra o que te abruma”. En Cruz Vermella, un día a la semana vienen por casa; durante dos horas ella se libera. Etelvina sabe que vienen los jueves por la tarde, ella lo pasa bien, cantando y hasta toca la pandereta; así Dolores puede asistir a algún curso y "liberarse" un poco. 

Cuesta ponerse en la piel de esta gente que sí que madruga, incluso después de haber dormido poco o nada, y lo dan todo, por los suyos. Al menos, mientras sea posible.

Te puede interesar