Crónica

Acisclo, Buciños y Cid, los “tres tenores” de la escultura

artistinasmanoscaras2
photo_camera Los escultores Manolo Buciños, Acisclo Manzano y Xosé Cid. (José Paz)
Conversamos con Acisclo Manzano, Manuel Buciños y Xosé Cid, tres pilares fundamentales de la escultura ourensana. Tres testigos de aquella ciudad de artistiñas, tan curiosa como viva. Espejo y espejismo a un tiempo

Más que tenores, cantantes, completa con sorna el titular Buciños; “eu son o Pavarotti”, señala Acisclo. “Con leche, descafeinado, y agua, del tiempo”. El encuentro, en un café que no para, a pesar de su nombre, “Stop”, en O Pino, tal vez metáfora de estos días. Una gasolinera al lado, coches que se detienen y el personal que entra y sale. En el ventanal del piso superior una empleada refriega las ventanas; Acisclo mira hacia arriba, y apunta, “alí caseime eu”, como visionando, aún en la retina, el banquete y el momento. “E fixen de taxista; a voda foi en Rocas”. Hoy el trajín es otro. 

Cerrar los ojos y ver más. Desde la atalaya que forman los años les hago cómplices en las miradas y en el ejercicio de retrotraernos en el tiempo. Una conversación que fluye como un río, donde es posible asirse a la otra orilla de la memoria

“O primeiro escultor que coñecín foi Rodin”, apunta Xosé Cid (1946). Evocando a aquel niño espigado de Val da Rabeda que para acudir a clase, en Castroverde, “tiña que cruzar todo o monte para chegar á escola”. No había luz eléctrica, los caminos eran entelequia y el periódico no se divisaba en el horizonte, pero él, que no paraba de garabatear, un día conoció a Rodin en una librería, mientras esperaba por su cuaderno de dibujo. En tapas, blandas, minúsculo, dedicado al francés. El mismo a quien con 11 años sus padres decidieron que era ya hora de aprender un oficio. Y como rabiaba por dibujar, pensaron que lo más próximo sería tallista, un oficio común en muchos escultores, que sin más afinidad que la del oficio de fondo y la de perfilar habilidades, era acertado para amarrar sustento. 


Buciños-Blanco Amor


Manolo Buciños (1938) le debe la idea del nombre a Blanco Amor, quien un día pasara por su pueblo, “Buciños -el pueblo, a 2 km de Carballedo- ten unha praza con castiñeiros centenarios, a igrexa, o cemiterio e a miña casa; a el lle gustara o nome e o sitio e foi quen mo propuxo”. Hoy el sobrenombre lo llevan también sus hijos. ¿Qué queda de aquel niño?, le pregunto. “Saúde, pouca”, dice con esa resignación de lo ya vivido. Descendiente de una familia de ebanistas, en A Barrela, el mismo lugar donde su familia tuvo un taller de carpintería con 12 empleados, él allí mantiene la fundición. Aquellos talleres de carpintería generalizados, suministraban muebles a bazares y requerían manos habilidosas para los remates. 

Acisclo Manzano (1940) y Buciños, compartieron clases de dibujo en la Academia de Luis Xesta, habitual en niños con inquietudes artísticas; Buciños estudiaría después Bellas Artes en Madrid. “Había no estudio un desnudo moi bo de Parada Justel”. Aquellas florituras en forma de tallas, las gubias y su pertinente afilado le formaron en la antesala del oficio. “O maior desprezo que lle podías dicir a un tallista era chamalo tallista de caixas de mortos”, añade Acisclo. El brillo de sus ojos y su mirada traviesa, le dan apariencia de eterno niño grande. Acisclo nació entre cuadros y arte, los de un tío suyo emigrado en los Estados Unidos, y en el marco de una casa del maestro Gulías, en la calle Barreira. Si su tío, a su regreso, acabó de brocha gorda, a él desde los 20 -fecha de su primera exposición- se le reconoce como escultor, ya sea en madera, el hierro fundido, la piedra o el barro. 

OURENSE 21/11/2019 -. Tres escultores: Manolo Buciños, Acisclo Manzano, Xosé Cid, . José Paz


Los artistiñas


Les cito nombres: Baltar, Virxilio, Quessada, Trabazos, Risco, Corbal, Prego; y las afamadas tertulias, del Miño, Parque... “Época que tivemos a sorte de vivila, parte da historia de Ourense, da Atenas de Galicia que se dícía. As tertulias do Miño eran inagotables, eu estaba alí a metade da tarde escoitando -Blanco Amor, Otero Pedrayo- coa boca aberta”, comenta Buciños. Acisclo también rondaba las del Tucho; el Volter fue sin duda un hervidero. Xosé Cid, desde Calvos, vivió ese viaje iniciático de otro modo, pero con un mismo -digamos- destino. Había hambre de cultura, y la gente participaba del festín. “Viñamos da escuridade, viñamos da noite. Empecei a coñecer aos personaxes na primeira exposición; visitar as exposicións era unha obriga, a xente participaba”. Nadie podía conocer a Xosé Cid en su primera muestra, y sin embargo, allí estaban todos. Otros tiempos, sin duda. 

Nada se sabía de escultura, y menos en un mundo rural donde la única imageniería posible era la religiosa. “O teu fillo non pode estar ben con eso de poñerse a facer santos agora que os curas os venden”, cuenta Xosé que le dijeron a su padre al ser inquerido por su singular oficio. Si a finales de los sesenta se cambia la piel de los santos aprovechando cualquier reforma, la única visión posible que tenían aquellas gentes era la que se proyectaba en las paredes de las iglesias. “A outra escultura non existía, sobre todo nos pobos”, añade Buciños, poniéndonos en contexto.

¿A quién no le harían una escultura? “Depende como a paguen, eu fágolla hasta a Franco, mira”, dice, a medio camino de la carcajada a la guasa, Buciños, quien reconoce que alguna vez rechazó con pena algún cliente, más que nada, por sus exigencias. Acisclo se lanza. “Agora dinme: 'Acisclo hai que facer un avión'. E respondo: 'Para cantos pasaxeiros?”. “Para denuncialo -pensando en Franco- como era o bicho”, completa Cid.

Son los últimos, los más veteranos, de una estirpe de artistas, término que denostan, tal vez por el origen con el que se aproximaron al mundo de la escultura. Testigos de aquella generación de “artistiñas”, que proliferon en un Ourense más vivo. Se reconocen unos privilegiados, sobre todo por haber llegado hasta aquí, vivir un oficio que les ha mantenido y permitido la puesta en práctica de todos esos anhelos plásticos que les mueven. “Cando traballas - analiza Xosé Cid- nunha cousa que che gusta, diría que case non é traballo”. Pero también reconocen que el camino no ha sido fácil. “Canta xente empezou neste camiño no que estamos nós e tivo que deixalo. Ves a esa xente e percibes que lles falta algo”. “O que hai que ser é profesionais se te adicas a isto. A min fódeme moito facer a fundición, pero teño que facelo, quero facer o seguimento das pezas”, dice Buciños. 


Escultura pública


La ciudad les ha reconocido, y podemos reconocerlos a ellos en un buen puñado de obras en la calle, ubicaciones que no siempre comparten. Esculturas -públicas- no siempre de su agrado, como reconocen, muchas fuera de lugar y de proporción, pero así fueron algunos de los momentos vividos estos años. “A cidade das fallas”, así la califica Buciños. “A mellor escultura -Acisclo-, por ubicación e entorno, e a do Pai Feijóo”. La escultura pública tiene esas cosas, ocupa un espacio, un lugar, y es reflejo de un momento.

El oficio requiere disciplina, diaria, como el caso de Buciños; o menor exigencia, como Acisclo: “Eu podo estar un mes, o un ano sen facer nada, e despois nun mes fago o que non fixen nese tempo”. “Non te vexo fundindo nin louco, sudando, con 50º. Ti o que es é un vago”, espeta, con cariño, Buciños.

OURENSE 21/11/2019 -. Tres escultores: Acisclo Manzano,Manolo Buciños,  Xosé Cid, . José Paz

El arte ha cambiado mucho, la escultura también. La peana se perdió por el camino en favor de las instalaciones, los tiempos mudaron. Son conscientes. Aquellos momentos donde se vendía todo de una exposición pasaron a mejor vida, ahora escasean hasta las visitas. Recuerda Buciños cuando algún trabajador se acercaba a su estudio con el propósito de comprar una obra a plazos. Emoción, es la palabra. Las sociedades evolucionan, las tecnologías marcan los tiempos. “Agora non se pode nin discutir, no medio dunha conversa un tipo saca o móbil e remata en google co debate”, señala. Tecnología, nuevos lenguajes, un arte más social, más efectista, más político. Vislumbrar cómo sería el camino de iniciarlo hoy es tarea baldía. “Si Miguel Ángel vivira hoxe, seguro que sería o gran artista que foi pero doutro xeito”, apostilla Acisclo. 

Remata el trayecto como lo hace el cauce de un río que se retiene en la presa. Les pregunto si se reconocen en este Ourense que tenemos. El rostro de Buciños se tuerce en mueca. “Non son de Ourense, nin me sinto ourensán; menos por votar a certa xente. Me cago en...”. Dejémoslo ahí. 

En el local, entre cafés y conversas, hay música de fondo, suena "Viva la Vida" de Coldplay. Pues eso. 

Te puede interesar