REPORTAJE - PROVINCIA

Lugares para poner la vista en el Sil

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photo_camera La belleza de algunos de los miradores.

Superan la treintena los miradores acondicionados para contemplar el Sil en la Ribeira Sacra, entre Lugo y Ourense. Los hay que son arquitectura de diseño para salvar el vacío y vencer el vértigo, otros están así desde el principio de los tiempos. 

El Sil duerme sobre el Miño, al llegar a Peares, un pueblo lleno de encanto y misterio reflejo de su particular orografía entre vertientes. Se divisa bien desde el aire, desde el viaducto de la N-120 donde un día se alejó de su natural incomunicación. Sigue perteneciendo a cuatro concellos, dos de Lugo y dos de Ourense.

Al amanecer, los primeros resplandores se dan cita en un marasmo neblinoso. En la N-120, un par de kilómetros después de Peares, el mirador de Pesqueira, más que un mirador, un área de descanso sucia y anticuada; hasta un monolito fúnebre en homenaje a un motorista fallecido en la carretera. En uno de sus márgenes un camionero polaco dormita en la cabina del camión, orillado hacia el interior y mirada al río, no es su primera vez; otro conductor dormita en su coche. El lugar es eso, un punto de descanso para muchos conductores que paran a disfrutar del calmo Sil y una perspectiva que enamora. ¿Qué tienen esas paredes casi verticales, esas aldeas de ensueño colgadas como si fueran un capricho divino? Pues eso, goce, paisajes que harían el deleite estético del pintor William Turner o de Gaspar D. Friederich.


Miradores de vértigoPANTÓN (LUGO) 11/09/2018.- Reportaje miradores del Sil. Mirador de Pesqueiras. José Paz


“No merece la pena, da miedo, yo ni me he asomado, mi marido se ha quedado en el coche”, anuncia con rabiosa expresividad en su rostro una turista catalana. La encontramos en el sendero al final del pueblo de Vilouxe, en Nogueira. ¿Qué se esperaría esta señora, un sofá y un refugio de parapeto acristalado? El de Vilouxe es uno de los más de 30 miradores para contemplar el Sil, entre Lugo y Ourense, dispuestos a lo largo de la Ribeira Sacra. Eso sí, hay, que reconocerlo, en Vilouxe ni hay un clavo para aferrarse a tierra firme.

Todo en la Ribeira Sacra parece cosa de dos, dos ríos, Miño, Sil; dos provincias, Ourense y Lugo; dos paisajes distintos; hasta dos embarcaderos, Doade y Abeleda; más de un visitante se pregunta el porqué.

SeptMONFORTE (LUGO) 11/09/2018.- Reportaje miradores del Sil. Mirador del Duque. José Paziembre. El turista se deja guiar por el potente reclamo; un catálogo de paisajes, variedades climáticas y especies vegetales. Poco tiene que ver el paisaje del Sil con el del Miño, las terrazas y bosques de castaños en la zona de Chantada con los de Parada de Sil. Ni siquiera en el mismo Sil hay semejanza entre Doade, zona cero de la viticultura heroica, con la margen izquierda, de Castro Caldelas a Nogueira de Ramuín. Si en Doade, la viticultura es filigrana paisajística, poco a poco según avanzamos, camino de os Chancís, la filigrana es pétrea, con bancales imposibles y granitos tan en crudo como los de A Cividade.

Los catamaranes rompen el silencio de ese mar en calma que es el embalse; las vendimias además aportan estos días nuevos argumentos: asombro en el turista, un espectáculo laborioso fuera de época. La excusa, con permiso del Miño, aquí, son los miradores dispuestos a lo largo del Sil. El turista busca ese paisaje de misterio que le han contado, el silencio, la minúscula dimensión humana ante una inmensidad pétrea y esas gargantas de 500 metros de desnivel. img_2899_result

Hoy una amplia zona está consagrada al viñedo, con caldos tan mágicos y espectaculares como el paisaje, herencia de la vida monacal que salpicó todo el área -18 monasterios-, Santa Cristina y Santo Estevo entre los más próximos al Sil, y aportó argumentos económicos donde otros buscaban meditación. En ese marco monumental y escultórico no es extraño encontrar gente, si no meditando, que también, sí sentados sobre las desgastadas rocas y ensimismados en un paisaje que te devora con su presencia. De los más de 30 miradores habilitados hay de todo, unos de pura filigrana arquitectónica, como el de Isabel Aguirre en A Cividade; otros como dios los trajo al mundo, sin más disposición que unos penedos y el vértigo de fondo, como el de Matacás y Vilouxe, junto con el de Louxoá, donde se vislumbra el meandro de A Cubela, uno de los puntos más hermosos.  

Acceder a todos los miradores es tarea ímproba, y no necesaria. El paisaje y la mirada hay que buscarla con el cuerpo descansado y el pensamiento sereno. El itinerario, por el orden, puede parecer  un tanto azaroso, la elección, no.

Para llegar al mirador de A Capela hay que elegir una carretera provincial, la LU-P-4702, discurrir por lugares poco poblados y un acceso mejorable; está A POBRA DO BROLLÓN  (LUGO) 11/09/2018.- Reportaje miradores del Sil. Mirador de A Capela. A la izquierda los bancales de Vilachá de Salvadur; el resto de paisaje, robledales, soutos, paisajes de agua. José Pazen Vilachá (Pobra de Brollón). Al lugar se llega por un intrincado camino de tierra, sin indicadores ni nadie al que preguntar, un tanto lioso, hace falta abonarse a la fe del gps. El lugar está bien, pura arquitectura de síntesis, mesa merendero en semicircunferencia de piedra y una papelera, al fondo, el mirador se desplaza varios metros sobre el desnivel. La visión gozosa, sobre una extensa zona de viñedos, en Vilachá de Salvadur, en la parte de Lugo. En la del otro lado, bosque, castaños y robles, una escena que se repite, las mejores vertientes siempre están orientadas al sol y protegidas del frío. En algunas de esas laderas, de bancales de piedra y pizarra, las temperaturas son capaces de freír un huevo al sol de la tarde. Si llegar no fue fácil, salir de Vilachá, pueblo semiderruido en hermosas casas de mampostería, partir hacia el siguiente, el del Duque, en Monforte, tampoco; ausencia de señalización y unos viales donde es posible dejarse una rueda.


Duque y Matacás


El del Duque es un mirador modesto, dispuesto sobre una  tarima de madera cuadrada con protección y buenas vistas hacia Doade y Augas Mestas. La vista es generosa sobre la amplia zona de viñedos de Doade con una visión casi cartográfica. El desnivel es de órdago, entre rocas afiladas en forma de cuchillas salpicadas a lo largo de la ladera. En frente está el de Matacás (Castro Caldelas), de la misma formación geológica. Una diferencia, el de Matacás no tiene ninguna aportación constructiva, así encontramos también  visitantes que dan la vuelta espantados por la visión del Sil en caída libre. ¿Qué esperaban, se pregunta uno de nuevo? Vértigo, si nos dejamos llevar por la toponimia, el término “Matacás” ya lo anuncia todo. El debate, abierto, se pueden promocionar miradores sin protección alguna sobre un desfiladero de 500 metros.

Doade (Sober) no es sólo la zona cero de la viticultura, con más bodegas y mejores vistas, también es la que más ha invertido en dotar a sus miradores de una espectacularidad arquitectónica y paisajística, si no en todos, en buen número. Por disponer, hay hasta un tren turístico que nos acerca a las viñas. El de Pena de O Castelo, junto a la coqueta capilla de San Mauro, posiciona bien la mirada sobre los viñedos. Enfrente A Teixeira y Castro Caldelas, y sus amplias zonas boscosas de castaños y robledales. El mirador de Amandi, debajo de la Bodega de la Rectoral de Amandi, modesta CASTRO CALDELAS (OURENSE) 11/09/2018.- Reportaje miradores del Sil. Mirador de Matacás. José Pazbalconada, oferta una perspectiva interesante sobre la vertiente del Mao, también semeja un falso meandro, en la zona de A Barxa, en Sacardebois (Parada de Sil). El de Santiorxo es uno de esos miradores de diseño: un habitáculo triangular de madera con balconada sobre una base constructiva pétrea; en el vértice, en acero corten, un práctico mapa de la disposición de la zona; a un lado, una bancada para descansar. Sin alardes, está bien y las miradas son interesantes; al fondo, los balcones de Madrid. Los accesos son buenos. El de A Cividade es una gran plataforma de madera y hierro proyectada por la arquitecta Isabel Aguirre. Se eleva varios metros en altura y se desplaza otros tantos sobre el Sil. Siendo en un material quMONFORTE (LUGO) 11/09/2018.- Reportaje miradores del Sil. Mirador del Duque. José Paze se integra muy bien, tal vez resulte un pelín apabullante.


La toponimia


A veces, uno se deja llevar por la singularidad de la zona, Saviñao, y un mirador, Cabo do Mundo, con una nomenclatura seductora. En medio de una amplia zona frondosa y sombría que se agradece, no se alcanza más que una visión muy limitada. Al menos desde el mirador.

Adentrados en territorio ourensano, el de Galeana, en A Teixeira, ofrece una visión muy alejada del Sil.

Dicen, así reza en uno de los paneles, que “los vecinos de Parada de Sil se colgaban sobre los precipicios del río, para despedir a sus seres queridos que partían hacia Madrid, con el sueño de una nueva vida”. Hermosa metáfora, cargada de imaginación. 

Es uno de los más visitados, uno de los primeros en apostar por lo constructivo, varias balconadas de piedra a modo de terrazas y otras en madera sobre plataformas, en distintos niveles a lo largo de la ladera. La visión es buena, muy descriptiva, con la vista puesta sobre el frontispicio de roca y el río como protagonista. En la cima –enfrente- el santuario de Nosa Señora de  Cadeiras (Sober), La construcción paga el paso del tiePARADA DE SIL (OURENSE) 11/09/2018.- Reportaje miradores del Sil. Mirador de Balcones de Madrid. José Pazmpo y merece mejoras: También en Parada de Sil el de Cabezoás, plataforma de acceso en dos niveles al pie de carretera y una pasarela que se desplaza sobre el resto. La visión de esas formas abruptas y sinuosas en las que se encaja el Sil oferta una panorámica distante pero de lo más interesante.

En Nogueira se encuentran algunos de los más sorprendentes miradores. El de Penedos do Castro, de fácil acceso, muestra una visión grandiosa sobre el mosteiro de Ribas de Sil; el de Pé do Home, en Alberguería, más complicado de llegar, hay que caminar varios kilómetros entre un interesante paisaje de brezos y pinos: La visión sobre el Sil es transversal, está recogido en una interesante plataforma-caseta de madera. En una de las laderas, una albariza.

Al llegar a Vilouxe se apagan las luces del atardecer; un pueblo interesante cuyos pocos vecinos se recogen para adentro, muchas casas cerradas; el fondo del pueblo, de interesante arquitectura, ésta que se desmorona, Todo para llegar a uno de los miradores más salvajes, sin trampa ni cartón. Sólo en sí mismo éste ya merecería la pena. Piden dejar los coches a la entrada, el pueblo no da para más. Dos vertientes, a cien metros una de la otra. La de la izquierda es mayúscula, la otra también. El Sil se curva, como si la montaña fuera magma líquido y la pudieras tocar. Reconocemos ya cada instante, otros lugares, A Cividade,a la izquierda, una cascada de piedra, donde un día vivimos la vendimia en barca de la mano de Ramón y Brais Verao, en Bolmente. El desnivel oprime, paraliza, hipnotiza. Las luces centellean en la distancia, un perro ladra, una lechuza se ejercita. La noche se vuelve para sí, te abriga, cuesta dejar tanta belleza.

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