SUCESOS

Una madre se suicida con pastillas tras matar a su hijo tetrapléjico, Tarzanín

Le inyectó metadona en la residencia donde estaba ingresado tras un accidente que cortó una vida torcida por la delincuencia y drogas

La Policía siempre estuvo muy presente en la vida de Antonio Javier Fernández Jiménez (45 años), alias Tarzanín, con 82 detenciones en su historial. Desde las primeras por pequeños robos cuando solo tenía 14 años hasta el día de su muerte, el pasado lunes, cuando "los maderos", tal como él denominaba a los agentes, se hicieron cargo de la investigación de su fallecimiento en extrañas circunstancias.

No superó la insuficiencia respiratoria tras serle suministrada una dosis letal de metadona por su propia madre, Julia Jiménez Jiménez (66 años), quien se quitó la vida horas después pero en la vivienda familiar. Ella recurrió a la heroína en vena y al alprazolam, un fármaco que pertenece a la familia de las benzodiazepinas y se utiliza para el tratamiento de los estados de ansiedad.

A nivel policial se descarta por ahora la eutanasia decantándose los investigadores por un asesinato (muerte alevosa aprovechando una situación de desvalimiento de la víctima), sin responsabilidad penal ya que la supuesta autora también murió, aunque deberá ser el juzgado de guardia quien finalmente determine y catalogue. 

Tarzanín estaba ingresado en "Ourense Centro", una residencia para mayores dependientes en Barrocás, desde su última fechoría. Un accidente de tráfico en julio de 2016 con un coche robado le dejó graves secuelas: una tetraplejia funcional y disfasia por una enfermedad cerebrovascular, además de otras patologías asociadas al consumo de drogas durante años, que lo mantenían postrado en la cama. Tan siquiera podía comunicarse.

Los investigadores de UDEV tienen en cuenta que Antonio Javier Fernández Jiménez, dado su historial clínico, no tenía dominio de los hechos y no podía manifestar de manera expresa, seria y inequívoca la intención de acabar con su vida. Tras las gestiones realizadas, no les consta que quisiera morir.  Además, la falta de movilidad le impedía interferir en todo tipo de acción ejecutada por su madre.

Y aunque fue adicto a las drogas durante muchos años, la víctima estaba limpia. El centro asistencial de Domus VI, en donde residía, corroboró a la Policía que no tenía prescrita la metadona que le mató en su plan farmacológico.


Solo lo visitó su madre ese día


Todo apunta a que Julia ideó una estrategia para acabar con el sufrimiento de su hijo. Ella era la única que lo visitaba de forma periódica.

El domingo, en su último encuentro, llegó pasadas las cuatro de la tarde y se fue cerca de las siete y media. Al personal le llamó la atención que pidiera al personal cerrar la puerta de la habitación con la excusa de que iba a dormir. Nunca lo hacía y las puertas suelen permanecer abiertas durante las visitas. Posteriormente, una auxiliar de enfermería encontró a Tarzanín en estado cianótico, ya que no respondía a estímulos, y con dificultades para respirar, por lo que fue trasladado al Servicio de Urgencias del CHUO, en donde murió el día siguiente sobre las cinco de la tarde.

Pero la madre completó su plan ya en su vivienda de la avenida de Portugal, en donde vivía con su hijo mayor, Ángel (49 años), quien salió de la prisión en noviembre del pasado año.

 En la noche del domingo, cenó con él. No estaba muy animada y apenas probó bocado. Le dijo a su hijo mayor que le dolía la cabeza y no quería que la molestasen. Fue la última vez que la vio con vida. A la mañana siguiente se la encontró encima de la cama sin pulso, con varios blísteres de ansiolíticos al lado de la cama. Además, en la mesilla de noche había una jeringuilla, una cuchara con polvo marrón (heroína), así como un trozo de limón. Según su hijo, no consumía estupefacientes.

La droga y la metadona para matar al otro hijo pudo conseguirla en la propia casa ya que su hijo, tal como confesó, echó en falta un cuarto de heroína y ocho pastillas de metadona de 60 miligramos.

La progenitora dejó escrita una nota, que apareció en el salón de la casa, en la que pide que le dejen su pensión a su única hijo.

Fue un médico del centro asistencial el que puso en aviso al forense de guardia sobre la indisposición que sufrió Antonio Javier tras la visita de su madre el domingo por la tarde. Al facultativo le chirrió escuchar a primera hora del lunes la noticia de que Julia estaba muerta cuando la llamó a casa para advertirle que su hijo estaba mal. 

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