CRÓNICA

La magia de Matthew E. White

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photo_camera Matthew E. White, sanador. (SANTIAGO COVELA)

Doblando a su antojo blues, soul y gospel, el músico estadounidense ofreció este martes un espectacular concierto en el Torgal. 

Se apagaron las luces, y las expectativas eran altas, muy altas. Visitaba Ourense Matthew E. White, sin duda una de las voces referenciales de la nueva Americana, amplio cajón que engloba a todos esos autores y bandas que rebuscan en las distintas raíces que han terminado formando el sonido más o menos idiosincrático de EEUU. En el caso de White, el blues, el soul setentero y el gospel están dentro de sus bolsillos, lo que ha acabado revirtiendo en el elogiadísimo 'Big Inner' (2012) y su continuación en forma de EP 'Outer Face' (2013). 

Dos sobresalientes referencias que hacían imposible no ponerse algo nervioso con la idea de ver su concierto en el Torgal. El miedo a la decepción y esas cosas. Qué insensatez. 

Primero fue el turno para Alondra Bentley. Con ese gusto exquisito que la caracteriza, ofreció un breve repertorio en el que su delicado folk-pop brilló como nos tiene acostumbrados en sus visitas.

Después llegó el norteamericano. Y bastaron unos minutos para comprobar que el asunto era cosa seria. Sin banda, sólo con guitarra, la voz del de Virginia nos noqueó para dejarnos en trance con facilidad, olvidarse del smartphone y fantasear con el sur estadounidense, imaginarse en la Nueva Orleans de 'Treme' o, ajustando el disparo, en la omnipresente 'True Detective'. Porque al igual que Pizzolatto en su obra maestra para la HBO, Matthew conforma algo que va más allá de sus influencias y estética. Del mismo modo que la serie protagonizada por McConaughey y Harrelson retuerce y despieza los códigos de serie policial para romper cánones e instalarse en la modernidad, el músico estadounidense absorbe estilos y los ancla al ahora a través de un ánimo de experimentación (incursiones por el funk y el jazz, toques lisérgicos) que le sirve para transitar por nuevos pasajes con un pie en la ortodoxia y otro en el avant-garde. 

Cierto es que alguna sus canciones perdieron irremediablemente algunos de estos matices de las grabaciones al presentarse el norteamericano sin banda, pero en una balanza el cambio salió a cuenta. Radicalmente sensible, su propuesta en formato 'songwriter' ganó en autenticidad, proyectando un aura de honestidad, desde la apertura hasta el cierre con 'Big Love'.  En este contexto teminó casi dando vergüenza hasta aplaudir. La situación prestaba a quedarse muy quietos, en silencio, y dejarlo sólo a él con sus canciones alargadas en un río de medios tiempos que terminó conformando sin esfuerzo una conmovedora atmósfera minimalista. 

Precisamente, es esa capacidad para voltear temas y dejarlos en puro esqueleto emocional el talento que más brilló de Matthew E. White este martes. Canciones transmitiendo una belleza pura, primaria, extraída de la tierra y sin ninguna necesidad de ser vinculada a un soporte intelectual. Algo irresistible. 

Porque al margen de sus creencias (Es hijo de predicadores evangélicos), y entrecruzados entre imágenes que remiten a Jesús, el amor o la muerte, está su magia. Sin acelerarse ni detenerse, conociendo el camino, 'One of these Days' o 'Will you love me' sonaron como un antidepresivo hecho por este particular crooner para cerrar nuestras heridas y susurrarnos que la vida, al final, no está tan mal. 

En un suspiro las luces se encendieron y tocó subir las escaleras hacia la realidad. Eso sí, con nuevos ánimos para, por ejemplo, digerir algo mejor una dolorosa eliminación en Champions. 

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