SEGURIDAD VIAL

Una mañana en la autopista del centro

Las calles más céntricas son un hervidero de coche que van y vienen por las mañanas. El ansia por cruzar los semáforos al límite eleva la velocidad a cifras tan inseguras como equivocadas. ¿Alguien va a 30?

Una mañana observando la circulación en el centro de Ourense da para mucho. No tiene desperdicio la cantidad de enfrentamientos entre conductores por el tema de la velocidad. El claxon es el rey del mambo. Echarse un sueño a partir de las 9 de la mañana en plena rúa de Curros Enríquez es una auténtica odisea. El final de la avenida de La Habana también es un hervidero de velocidades punta. 

En un bar de la zona, dos clientes son cuestionados por esto. Reconocen que la velocidad es muy desproporcionada. "El problema es de los semáforos, los dos últimos de la avenida de La Habana antes de cruzarse con Curros Enríquez abren a la vez, y los coches cogen una gran velocidad y llegan lanzados. Por el día a veces, se relajan por los autobuses y la gente que sale del párking, pero por las noches las velocidades son más altas", explica Alexandre Lodeiro, residente de la zona. 

"El problema es que los semáforos casi cierran a la vez y la gente apura para pasar todos seguidos cuando ven que se van a cerrar, por eso se ponen a esa velocidad", indica Pedro Morenza. 

Los viandantes miran descolocados cuando ven algún coche pasar a toda leche. Cada cinco minutos algún motor ruge con fuerza y provoca que la calle casi se paralice para verlo. 

En Curros Enríquez, la dificultad crece al añadirle la pésima calidad de los estacionamientos. La parada del autobús se convierte durante más de una hora en parada –que no parece improvisada, sino más bien habitual–de consumidores para hacer recados y de repartidores desesperados ante el colapso de calles adyacentes, como Samuel Eiján, donde personas con poca apariencia de estar en plena faena laboral aparcan sus coches en las zonas de carga y descarga habilitadas. 

Con todos estos ingredientes, no es raro comprobar cómo se suceden los golpes de claxon a lo largo que pasan los minutos. La desesperación va en aumento a lo largo del día. Es cierto que la Policía Local pasa por la zona de forma regular cada cuarto de hora pero, sin duda, no parece suficiente. 

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