Salud mental

Manual para no volverse locos

Una mujer llama a través de un portero automático para saber de una vecina. Guante plastico. (Foto: José Paz)
photo_camera Una mujer llama a través de un portero automático para saber de una vecina. (Foto: José Paz)

Ansiedad, pensamientos recurrentes, miedo. El coronavirus nos ha puesto en una situación inimaginable hace unas semanas; confinados en nuestras casas, hoy son más que necesarias ciertas precauciones.

Todo lo que estamos viviendo estos días es grave. Situaciones factibles en cualquier película de catástrofes o dramas tan alejados como para despreocuparnos, salvo para tocar la tecla de la solidaridad con una moneda en el bolsillo. Pero no, este peliculón es nuestro y nos toca roerlo. 

El primer error fue la distancia. Después de ver a Wuhan, y las imágenes de confinamiento en crudo, pensar que no era cosa nuestra. El segundo, histórico, olvidar -entre otras- la peste bubónica que diezmó la población europea durante tres siglos y que también partió de allí, a través de la Ruta de la Seda. Si eso llegó a ocurrir en tiempos donde las comunicaciones eran precarias imaginémonos hoy cuando el cielo es un mar de aviones.

 Confinados en nuestras casas, solos o en familia, sin poder ver a nuestros seres queridos, con el temor a que les pase algo, o nos pase algo, con una situación económica de espanto; no es fácil abstraerse y tener unas necesarias medidas de higiene mental para sobrellevarlo. Todo esto es nuevo, o casi. Una coctelera con tantos componentes agitándose a la vez no es soportable. “Tener cierto miedo, ansiedad, pensamientos recurrentes, sobre este tema, sobre qué pasará, es algo muy normal”, apunta el psicólogo de Cruz Roja, Jesús Carballo. Es más, son reacciones hasta necesarias, ante un estado de alerta interno. 

Era tecnológica

Podemos compartir o no, que en la era donde la tecnología es la religión dominante, donde la geolocalización de todos los individuos es constante, no existiera otra opción que confinar a todos, pero llegados a este punto es la única solución para salvar la nave. “Tenemos que normalizar los miedos, y las reacciones, si el organismo no presenta este tipo de alertas, no vamos a aprender; eso sí, hay que cuidar las reacciones para que no sean perjudiciales para la salud”, comenta. Es lo que hacen desde Cruz Roja en estos momentos sobre una serie de personas vulnerables; en su archivo tienen unas 4.000. Desde que se inició la crisis del coronavirus han realizado unas 2.000 llamadas, a personas que viven solas, vulnerables, de las que son usuarias de sus servicios. “Qué hábitos tiene, cómo está tratando la información, y cuántas veces la sigue, para no caer en pensamientos recurrentes”

9E5A5039

Todos les hemos dado muchas vueltas al tema, nos hemos dado una ingesta de información, los pensamientos en bucle y negativos han sobrevolado nuestra habitación dando círculos como las golondrinas cuando prevén la lluvia. “¿Estaré infectado? ¿lo estarán nuestros padres? ¿Saldremos de esta?”. Pensar todo el rato en lo mismo es un riesgo, máxime cuando estás en medio de un drama y confinado con la familia o en soledad. “La recomendación es vivir el día a día, compartir esas preocupaciones con conocidos, buscar un sitio en casa para uno mismo, tranquilo, con luz tenue, proyectar pensamientos positivos, incluso practicar ejercicios de respiración profunda”.

ResIliencia

Los psicólogos tienen una palabra mágica: resiliencia, la capacidad de reponernos ante situaciones extremas, algo de lo que saben mucho quienes están trabajando en zonas en conflicto, donde el peligro es constante. 

Hijos, padres, mayores. El coronavirus y sus efectos colaterales: afectivos, laborales, de salud. La preocupación nos envuelve en todo momento. “Sobre lo que no tenemos control no es productiva la preocupación, es inútil darle vueltas, únicamente nos va a dañar”. 

Mientras dure el encierro, éste precisa planificación, una rutina de actividades, tiempo para cada uno y flexibilidad con los otros miembros de la familia, no es fácil convivir, máxime cuando nuestros hábitos estaban en las antípodas. Y menos en pisos de dimensiones reducidas, donde en el mismo espacio común ahora está la oficina, el centro educativo, y el vivencial. 

“El ser humano está preparado para adaptarse a situaciones extremas”, insiste Jesús. Y si en un primer momento la necesidad de información es necesaria, luego toca dosificarla, para no desestabilizarnos. “Es duro contar los muertos día a día, pero es necesario concienciarnos de que esto es serio”. ¿Lecciones? “Empatía. ¿Qué pasa si soy yo el que tiene un familiar en una residencia? ¿Qué pasa si soy yo el que está confinado en un país que no es el mío? ¿Qué pasa con aquellos que no tienen las necesidades cubiertas nunca?” De todo esto vamos a salir, y espero que con la lección aprendida. 

Te puede interesar