CRISIS DEL SECTOR AGRARIO

Las marcas blancas ahogan el sector agrario con su política de precios

photo_camera Lineal de un supermercado con productos de marca blanca.

Cadenas de supermercados como Mercadona, que vende la mitad de sus productos con la identidad oculta, están en el centro de la controversia

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Las marcas blancas, productos de fabricante que se venden con otra etiqueta elaborada para la gran distribución, se han popularizado entre los consumidores, pero detrás de ellos hay graves distorsiones en la cadena de valor de un producto. Cadenas como Carrefour, Día, Alcampo, Lidl, entre otras, confían a estas enseñas gran parte de sus ventas y algunas como Mercadona han pretendido convertirlas, para beneficio propio, en enseñas de calidad. Más del 50% de la facturación de la cadena levantina que preside Juan Roig provienen de Hacendado o Deliplus, sus marcas blancas. La realidad es que detrás de la comercialización de estos productos hay relaciones con los proveedores o productores distorsionadas y abusivas.

A finales de julio el sindicato Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) denunció que Mercadona, con otros gigantes de la distribución, "engañan al consumidor y están reventando un sector con grandes potencialidades", en referencia a la venta de patata que, según esta organización, los supermercados de la citada marca son los culpables de vender patata vieja de Francia como si fuese nueva y de España. "Comemos patata francesa, vieja y de peor calidad, mientras que las nuestras no llegan al consumidor español, es absurdo", dice UPA.

Un sector de la prensa levantina llegó a acusar a la empresa que nació precisamente en aquella comunidad de eliminar 1.800 productos procedentes de España para sustituirlos por otros "de baja calidad" y procedentes de otros países.

Las relaciones entre productores y comercializadores de marcas blancas acaban poniendo contra las cuerdas a muchas explotaciones agrarias. "Queremos que haxa un marco que proporcione seguridade ó eslabón máis débil, que é o productor", dice Isabel Vilalba, del Sindicato Labrego Galego. Denuncia que "o gran poder que exerce a distribución fai que impoña prezos de cesión moi baixos, absolutamente ruinosos para o agricultor". Es decir, la cadena de supermercados presiona hacia abajo en la cadena de distribución hasta que llega al agricultor, que ve imposible la rentabilidad.

Francisco Bello, de Asaja Galicia pone en evidencia que "se utiliza a marca blanca como banalización do producto, moitas veces introducindo dumping (vender por debajo de coste) no sector e iso si que debería ser punible e debería actuar incluso a lei da cadena alimentaria". Recuerda además que, efectivamente, "é legal producir e vender marcas blancas pero o que fai falla é que sexa obligatorio trasladar ós consumidores a mesma información que trasladan as marcas de fabricante: lugar onde se produce, envasa, etcétera".

La crisis del sector lácteo que se está viviendo estas semanas es un ejemplo de la situación en la que están los productores en relación con la industria y la gran distribución, que suelen usar la leche como reclamo de consumo, en la mayoría de las ocasiones, pero también otros productos. Carlos Basalo, de Unións Agrarias, denuncia que algo parecido pasa con el vino: "As marcas blancas ó que nos levan é a impoñer prezos moi baratos e conta do traballo dos agricultores e dos gandeiros. Non é un bo produto porque non lle da valor ó noso traballo".

Presiones y abuso de poder en una situación de dominio 

La relación de un productor con una marca blanca comienza siendo una puerta a la siempre difícil de comercialización pero acaba siempre en una posición de dependencia del productor y de dominio por parte de la empresa que vende en el lineal del supermercado, que impone y baja progresivamente los precios hasta fulminar la rentabilidad del sector primario. El último eslabón de la cadena es el productor. Se da la paradoja de que algunas cadenas de éxito como Mercadona se han erigido en sus defensores por cuestiones de marketing y, sin embargo, ejercen sobre ellos grandes presiones. Se han dado casos incluso en que alguna de estas cadenas, cuando el productor no se pliega a las abusivas exigencias, ha intentado des- acreditarlo ante terceros, incluso ante entidades bancarias con el objetivo de que no les den crédito para sus explotaciones.

Fabricantes o productores de determinados artículos que se comercializan para las marcas blancas prefieren no sacar a la luz pública este tipo de situaciones, por miedo en la mayoría de los casos a represalias y a que se corte un contrato de suministro.

Sin embargo, privadamente, sí reconocen que en este tipo de operaciones comerciales "no hay negocio porque solo gana uno, que es el que vende el producto al público en el supermercado". Con ello la rentabilidad de las explotaciones está en riesgo, aunque algunos distribuidores lancen campañas orientadas a convencer al consumidor señalando que su compromiso con el entorno les lleva a aprovisionarse en los mercados locales para estimular su economía, cuando después, como el caso de Mercado que compra su marca blanca de aceite en Marruecos y la envasa en Portugal. No habría nada que objetar desde un punto de vista empresarial, si no fuese por el cinismo con el que intentan modular su imagen, ofreciendo incluso para ello dinero a medios de comunicación.

Todo ello, está cimentado sobre actitudes que los productores tildan de "prepotentes" porque ya no solo fijan de forma unilateral los precios, sino que las fórmulas de pago se establecen a conveniencia única del supermercado, obviando la situación financiera en la que pueda quedar el productor, acaparando todo el beneficio y condenando a sectore enteros a situa- ciones de crisis y ruina.  

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