A Mariña, el eucalipto lo invade todo: desde el Eo hasta el Miño

Es un espectáculo de verdor esta Mariña lucense…desde lontananza, porque si te aproximases verías que todo lo bucólico se desmorona por la cobertura de esa masa forestal en la que el eucalipto lo ha invadido todo desde la desembocadura del Eo a la del Miño. Las comunidades de montes han propiciado esta forestación por el inmediato beneficio que proporciona el eucalipto, que, además, se demanda por las papeleras de Navia y Marín y alguna portuguesa, o sea que es plantar y tener la seguridad que en la corta ya hay demanda. Así todas estas explotaciones forestales se han dotado de grandes maquinarias, las más eficientes en el sector. Todo este panorama que reverdece la costa galaica no es más que pan para hoy y hambre para mañana, como se dice. El eucalipto es de sobra conocido por su ingente ansia de agua. Un ejemplar adulto, corpulento, puede bombear cientos de litros y desecar el subsuelo, agotar sus fuentes y empobrecer el terreno sobre el que se asienta. A la vista se observa esto. Esos lacónicos carteles de la Xunta Fauna Protexida son una contradicción por la ausencia de signos de vida animal, un camelo. Prácticamente nada se incuba bajo esta especie importada de Australia. Si acaso helechos (fentos), tojos y algo más. Hubo un tiempo en que llegaron a prohibirse estas inmensas plantaciones, pero efímero ese veto porque ahora se plantan sin control y ese espacio antaño ocupado por árboles autóctonos se ha quedado tan reducido que apenas se hallan bosques de otras especies. Este paisaje de la alta costa gallega se ve afeado, además, por esos eucaliptos que si ausentes darían realce a la costa lucense, salpicada de numerosas rutas a las que el eucaliptal desmerece. Por una de ellas en tránsito y detención por el panorama marítimo-costero arribaríamos a Vilachá, así dicha por villa y plana, distante como solo en centenares de metros del mar, no se podría decir que sus vecinos vivieron de la mar más que de la huerta o el ganado. Arranca de ahí una ruta entre los inevitables eucaliptos que pronto te pone en la rocosa costa que sobre los 100 metros de altitud o más, recorriéndola por amplísimo y herboso sendero sin que puedas librarte del instante eucalipto, contemplando una manada de delfines(arroaces por aquí) y oyendo a lo lejos el crepitar del oleaje que como sordo ronquido le da el nombre al lugar, de punta Roncadoira; allí un faro y docenas de visitantes se descuelgan para ver y oír el sonido y, si lloviese, un espléndido arcoiris de dos paralelos que parecerán morirse o nacer en el mar desde el altonazo do Sombrereiro y de otros cuantos miradores, el último en la bajada hacia ese puertecillo de Portocelo llamado así como si puerta para el cielo con su ensenada de fondo de ría en miniatura con recoleto arenal. Más arriba, las ruinas de una más que ermita a Santo Triso dedicada, rodeada de fosos y fuertes murallas de lo que había sido un castrum maritimum que data, se lee en panel, de un poblado de la Edad del Bronce. Posteriormente, en la era de las razzias wikingas, se supone que atacado por aquellos fieros nordmen que descendían de esas naves a vela y remo, llamadas drakar, que tenían dos proas y hacían la retirada rapidísima. Estos normandos fueron el azote de las costas atlánticas y aun de las mediterráneas. Volviendo a un eucalipto ausente en aquella era, pues traído en el siglo XIX por un fraile de Australia, que además importó la mimosa, una plaga de la Galicia de los viñedos, que en un principio plantada para proveer de estacas a las cepas y luego ocupando espacios de muchas hectáreas. Una ruta mariñana de esta costa donde el verdor pristino fue sustituido por el boscoso de tanto enhiesto eucalipto. En su caminar de una docena de kilómetros siempre estuvo presente y solo se libró Ansarón, creo que por su carácter insular y por hacerse inviable una explotación maderera allí. El dios de la madera rentable, el eucalipto, nunca será erradicado, precisamente por aquello, y será por siempre bendecido por los poderes comuneros de Galicia y de las comunidades de montes. Habrá que ir pensando en el modelo forestal para que las generaciones venideras no sufran el deterioro o empobrecimiento de sus tierras, porque si fuera poco los taninos de las hojas del eucalipto impiden toda forma de vida en esa irónica Fauna Protexida que parece como si nos quisieran vender.