CRÓNICA

A 30 por Ourense: más margen para sortear los baches

photo_camera Un recorrido por las calles de Ourense, ya limitadas a 30 km/hora.
El esfuerzo por señalar el nuevo límite de velocidad por toda la ciudad quedó exactamente ahí. Sin campaña informativa ni controles policiales tampoco se ha aprovechado la oportunidad para, al menos, repintar los pasos de cebra. 

Sobre el papel, fijar la velocidad máxima en la ciudad a 30 kilómetros por hora es posiblemente la medida política de los últimos dos años que más acerca Ourense a lo que se espera de una urbe moderna. Felicitando por lo que supone para ayudar al sufrido peatón, este diagnóstico habla peor del Concello que mejor de una norma con la que el alcalde, Gonzalo Pérez Jácome, confesó el martes ver tan "como anillo al dedo" que esperó a que el Gobierno le obligase a adoptarla antes de tomar una iniciativa establecida hace ya una década en Pontevedra: "Si fuera algo puntual se consideraría políticamente incorrecto, pero como lo hace el Estado es bueno y creo que no va a haber protestas". 

Miércoles, 12,30 horas. En hora punta, no parece sencillo que un conductor vaya a ir mucho más allá del nuevo límite en las zonas del centro más transitadas. No por la presión de esta Policía Local desbordada y bajo mínimos -en dos horas solo nos encontramos con una patrulla al pie del Posío- y sí por los atascos, que no parecen haber aumentado por bajar la velocidad- corroborando a los expertos en movilidad-. Bajar La Habana o subir Celso Emilio ofrece resultados similares a adentrarse por Progreso, Concejo o Bedoya y buena suerte para el que intente acelerar mientras sortea la doble fila en Juan XXIII o la avenida de Zamora. Sin contratar a más agentes-o repartir, jeje, velocímetros en los barrios-, es posible  que estos obstáculos estructurales u ocasionales -como el provocado por la vacunación masiva en Expourense- sean hoy el control más efectivo.

Queda por ver qué sucederá en las horas de menos tráfico o en las calles más fluidas. Un bocinazo en la avenida de Santiago sirve de anécdota y también de aviso de lo que puede suceder en el futuro -en Bilbao, pioneros en implantar este límite en las grandes ciudades ya han detectado ciertas relajaciones al volante-. De momento en A Carballeira una furgoneta adelanta en línea continua. 

El reglamento de la DGT incluye una treintena de supuestos diferentes entre los que deja a criterio municipal fijar la velocidad dentro de unos ciertos parámetros. Por eso entre las calles de doble carril, en Ourense se puede ir a 40 en Pardo Bazán o a 50 en el tramo urbano de la N-120 y en la N-525. Pero al margen de competencias y amenazar con multas, quizás no hubiese estado mal una campaña entre los vecinos para aclarar dudas.

Cero bicicletas

Se lamenta un conductor de Donosti en el Diario Vasco: "A 30 nos van a adelantar hasta las bicicletas". Ayer en Ourense en dos horas no se pudo comparar las velocidades porque no encontramos a ningún ciclista. Sorprendente esta falta de entusiasmo después de que Jácome señalase en la víspera mientras rompía otra promesa: "Que casi todas las calles sean de velocidad 30 nos hace replantearnos que casi de facto todos los carriles sean bici".  No lo han debido escuchar. 

Sí se aprecia el esfuerzo por señalizar los nuevos límites. Pero choca que no se hubiesen aprovechado los viajes para al menos repintar los pasos de cebra. Y por eso ahora recorrer la ciudad al volante da todavía más margen para, además de comprobar cuánta gente pasea con la nariz fuera de la mascarilla, recordar todos los problemas de tráfico que padece la capital -agravados por el paso del tiempo y decisiones como quitar los bolardos del casco viejo-  y añorar ese plan de movilidad aprobado hace año y medio en junta de gobierno. En estas condiciones, pacificar el tráfico en Ourense es realismo mágico pero a ver si al menos ahora La Moncloa prepara una ley para obligar a arreglar los baches urbanos. 

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