Seis meses sin salir a la calle: “Es una pesadilla"

La ourensana María Argentina Rey, enferma de sensibilidad química múltiple, salió ayer a la calle por primera vez en seis meses. Hace 10 años que un accidente laboral–un vertido de gasoil en un edificio en el que ejercía como funcionaria en la ciudad–le causó este síndrome, que provoca reacciones al contacto con productos químicos y cuya intolerancia se va agravando con el paso del tiempo. La mascarilla era parte de su vida antes del coronavirus. Ahora, la prohibición del uso de mascarillas con válvula–las llamadas mascarillas egoístas–es un "sinsentido para los enfermos que las necesitamos para salir a la calle, es vital". Un tapabocas vital María Argentina Rey preeside la asociación de afectados SQM-EHS Galicia, que pide a Sanidad que los afectados por sensibilidad química múltiple sean incluidos en la "excepción" del uso del tapabocas con válvula, el único que toleran estos pacientes y que por ahora sólo se admite para profesionales sanitarios. "Nosotros no somos egoístas. Es un absurdo, sin esta mascarilla no podemos salir a la calle", explica Rey. Lejía, soluciones hidroalcohólicas y todo tipo de viricidas que forman parte de la era poscovid han supuesto un reto más para estos enfermos, que manifiestan dificultades respiratorias, problemas oculares y otro tipo de reacciones a productos químicos que forman parte de cualquier casa. "La pandemia ha supuesto para nosotros un retroceso, una pesadilla de la que no conseguimos despertar. Estos productos nos hacen daño. Ni siquiera estábamos seguros en nuestras casas porque al desinfectar las calles, los productos entraban por las rejillas de ventilación. En nuestras casas hacemos control ambiental y no entra ningún producto químico, es el único lugar donde no vamos a estar expuestos pero estos meses han sido un infierno", confiesa María Argentina Rey bajo una extensa capa de mascarillas–tela por encima y debajo con válvula–que le permiten salir a la calle con seguridad. “Es un infierno" El camino, un infierno. "Es la primera vez que salgo en seis meses, pero que merezca la pena por reivindicar nuestra situación", dice. Antes, paseaba muy pronto. "Ahora hay limpieza y más tarde mucha gente. El hecho de pasar cerca de un comercio, con gel hidroalcohólico, nos afecta", apunta. Los afectados–desde la asociación calculan que en la provincia puede haber cerca de 5.000 personas con el síndrome–no quieren que se levante la prohibición del uso de las mascarillas "egoístas", sino que se les incluya como excepción porque es el único modelo que toleran. "Es absurdo que se permita a un enfermo con dificultad respiratoria, con una incapacidad o dependiente que no pueda usar una mascarilla quirúrgica que no la lleve, pero no se permita que un enfermo de SQM lleve una mascarilla con válvula que necesita para salir a la calle y no morir en el intento. Somos población de riesgo en esta pandemia pero nadie pensó en nosotros", se queja esta paciente. Las miradas "Antes solo nosotros salíamos con mascarilla, la gente nos miraba, cuchicheaba, nos señalaba con el dedo, ahora que todo el mundo la lleva, nosotros ni siquiera podemos salir. Pensábamos que la pandemia haría que se nos comprendiera un poquito mejor, pero vemos que no es así. Cuando todo esto pase y volvamos a salir a la calle con nuestras mascarillas, volverán los cuchicheos, las miradas, las risas y posiblemente alguien nos dirá: ¿Qué haces con la mascarilla si ya no hay coronavirus?".