Ministros del medio ambiente, contra él

Con esta ley de protección de la Naturaleza, que acaba de estrenarse, debemos estar de enhorabuena los que la defendemos, pero parece que no para los que aún ocupando puestos políticos, como consejerías de medio ambiente, están bramando contra la prohibición de la caza del lobo por encima del Duero, ese río que por el norte tiene sus mayores poblaciones lupinas. Fue conocerse la ley de protección del lobo cuando esos fantoches del llamado Medio Ambiente comenzaron a emitir sus opiniones contrarias. Deberían cesar ipso facto de sus cargos; parecían berreantes acérrimos defensores de lo contra natura o exclusivos ministros de la Ganadería o de la Caza si tal consejería existiese. A mi dejó descolocado tanta descalificación por parte de estos consejeros de Castilla-León, de Galicia, pero de esa comunidad de Asturias, mucho más, al tratarse de un territorio gobernado por los que propusieron la ley desde el Congreso. Un despropósito que debería tener consecuencias para éstos que se dicen conservadores del medio. Se me escapa cómo no se derivan consecuencias de tal despropósito. Los que deben conservar, propician que se agreda con sus palabras. Más aún, se van a reunir o ya se reunieron las tres comunidades para combatir la ley de Protección y del veto a la caza del lobo. Es lo que nos faltaba que estos señores, es un decir, unieran sus esfuerzos. Y ahora se trata de cuestionar la ley desde los mismos Parlamentos autonómicos, aunque uno no alcanza cómo se puede modificar o, más aún, derogar una ley de ámbito estatal. Mientras, todos los grupos que defienden la naturaleza se congratulaban de estas medidas, se daban parabienes por una ley que acaba con el albur de la batida al lobo, en el nuestro, al revés, mostraba a una Xunta laxa que por un quítame allá esas pajas autorizaba una batida, sin consultar a los colectivos científicos de protección de la Naturaleza. Algún colectivo o particular denunciaba un ataque de lobos a su ganado y ya se relamían los escopeteros de turno para lanzarse al monte a la caza del canis lupus signatus bajo el amparo o vigilancia, por precisar mejor, de los agentes de medio ambiente de la Xunta. Al fin, libres de la plaga, parece que nos congratulamos, pero creo que hallarán el menor resquicio para autorizar cualquier batida, así que nuestro optimismo en alerta. Negacionistas al acecho Y cambiando el rumbo en una sabatina por la ciudad me fui con amigo que andaba a la procura de unos montañeros pantalones y que mi asesoramiento buscaba y halló lo que él más quería que yo mismo le aconsejaba. No hay como verse uno mismo, sobre todo si tienes criterio; además podríamos apoyarnos en lo que un filósofo francés dijo: “La mujer o el hombre en comparación con los demás, decide siempre en favor de su propio mérito”. Con o sin mérito íbamos de visita a otro amigo asentado con tienda deportiva cuando ruando nos asalta desde su púlpito cervecero en la misma calle GPH, un descreído pandémico y por demás amigo al que instamos que se pusiera una mascarilla que no vimos a lo que él nos contestaría que todo eso del covid-19 es un montaje de los gobiernos para deshacerse de los mayores y ahorrarse las pensiones, que lo de las ucis era un camelo, que los muertos no más que los de una gripe que admitía; en fin, una tal retahíla que enumerar no se podría, porque en retirada aún nos llamaría cretinos o algo así. Son más de los que pensamos los que por ahí vagan portando como lema el negacionismo a ultranza. Trump sembró la semilla con sus más de mil mentiras, contabilizadas, a sabiendas. Parece que no, pero estamos proclives a dar por bueno lo que la gente más por su posición que por su autoritas dice, o aún sin ella (cualquier mequetrefe puede usar las redes sociales y escribir lo que le plazca).