REPORTAJE

“Mira los años que tengo, solo pienso en bailar"

Esperanza Cortiñas (Ourense, 1916), una de las abuelas de la ciudad (MARTIÑO PINAL).
photo_camera Esperanza Cortiñas (Ourense, 1916), una de las abuelas de la ciudad (MARTIÑO PINAL).

Esperanza Cortiñas tiene 103 años. La gripe española ni la recuerda y la guerra la dejó viuda. Recibe 14 llamadas diarias, las mismas que antes del virus: "Lo importante es no estar sola"

La última vez que vi a Esperanza Cortiñas (Ourense, 1916) me devolvió la sonrisa, no sé si conscientemente. Fue hace unos meses en Juan XXIII, a alguna hora punta y con prisa. Seguro que iba o venía del Hogar del Pensionista, en la calle Concejo, donde pasa las tardes. En aquel momento me sorprendí, pues sí. Hice un cálculo rápido desde el último reportaje. 103 años. Quise contarle el secreto al resto de la calle, zarandearles uno a uno para que flipasen. Elegante, maquilladísima, sin una arruga, joven. Pasó camuflada entre el resto y no volví a verla. Ayer descolgué el teléfono sin mucha esperanza (a ver, son 103 años) y sonó otra voz. Mierda, qué incómodo. 

-¿Esperanza?

-Soy su hija, espere.

-Hola, cariño. ¿Qué tal?

-¿No se acuerda de mí, verdad?

- Bueno, sí. Es que me habéis hecho tantos reportajes.

Ni siquiera su voz suena cansada. El confinamiento le trajo a su hija, porque esta centenaria vivía sola en su casa de A Ponte y presumía de independiente. “¿Y tú estás sola? ¿No estarás sola, no?”.

Pequeña biografía

Esperanza Cortiñas se quedó viuda muy joven y emigró a Francia para darles un futuro a sus tres hijas. Cuenta que muchas veces se quedó sin un duro y cómo murió su amor en la guerra. De frío. Después de esconderse en un río toda la noche. A las penas le sigue escapando con baile, su gran pasión.

“No sé si aprenderemos algo de todo esto, pero hay que aprender a ver lo que está pasando. No hay que pensar nunca en que vas a pasarlo mal, porque entonces lo pasarás mal. Mira los años que tengo, solo pienso en bailar. Me encanta. Con hombres y mujeres. Viernes, sábado y domingo. Cómo lo echo de menos”.

Dice que atiende 14 llamadas al día. Ahora entiendo que la hija ni pregunte quién es antes de pasar el teléfono. “No sé si nos volveremos más fríos, yo quiero creer que nos volveremos más familiares. A las ocho menos cinco ponen la música en mi calle, la avenida de As Caldas. Se escucha música desde el Puente Romano. Y toda la gente en los balcones”.

Al otro lado del teléfono

Catorce son las mismas llamadas que recibía antes del confinamiento. “No voy a llamar más a la gente por culpa de esto del virus, nos llamamos las mismas antes y después. Mis amigas de baile y dos señores, uno que vive en un pueblo alejado y otro en Cudeiro. Tiene más de 90 años. Dice que está bien, el pobre. A esta edad ya...”.

“No estar sola"

Preocupada porque “mira lo que dicen en los telediarios y todos los que se están muriendo, que dicen que los mayores tenemos peligro. Pero pienso que los jóvenes de ahora se portan mejor con los mayores que antes”. Con 103, no recuerda nada parecido. “La gripe española era muy pequeñita, y en la guerra era joven sí. Eso es lo más parecido. Pero nunca he estado enferma. Ahora lo importante es no estar sola, sola se pasa mal”.

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