CRÓNICA

Mirando atrás para saber más

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photo_camera Una visión de la calle del Paseo en la década de los 60 del pasado siglo.

Tenemos que retroceder hasta el año 1873 para encontrar los orígenes de nuestro Paseo

Tenemos que retroceder hasta el año 1873 para encontrar los orígenes de nuestro Paseo. Después de años anhelando abrir una nueva calle que permitiera "mover" la ciudad hacia el río y creara nuevos espacios para la pujante clase media ourensana, el Concello alcanza un acuerdo con Juan Igneson para que les ceda de manera asequible el que se conocía como Caserón de Quintans (de aquellas San Miguel, 18). Este era el único obstáculo que quedaba entre la calle de San Miguel y el campo de la Feria (San Lázaro). En medio, solo viñas.

El ingeniero Enrique Trompeta recibe el encargo (1873) de plantear el trazado de la nueva calle "La Travesía" , ideando dos zonas diferenciadas, la primera entre San Miguel y La Carretera de Trives (Concordia) y la continuación hasta San Lázaro.

Pero aún recién nacida la calle ya se considera una interesante inversión. A Corredoría (Santo Domingo) era una buena opción, pero había nacido incómoda para los nuevos tiempos por su escasa anchura. El empujón definitivo probablemente lo diera el Obispado al decidir construir en un solar de su propiedad lo que iba a ser residencia para sacerdotes, por circunstancias se inauguró como colegio Maristas en 1908 y eso de alguna manera también ayudó a revalorizar la calle. A su lado, el Circulo Católico también con el apoyo del Obispado y los comerciantes e industriales locales, comenzaron a ser reclamo de otros vecinos. Chalés y casas señoriales poblaron la calle y dieron cobijo a almacenes y comercios de prestigio, apellidos como Perille, Aguirre o Santiago  fueron de los primeros en dejar su marca en el Paseo. 

En los años 20 se inicia la costumbre que llega hasta nuestros días: se convierte en marco de los paseos, desbancando a las varias zonas que albergaban tan lúdica y sana costumbre: calle de la Paz, Espolón, Alameda, Posío... Estas continuaron teniendo su público, pero poco a poco tuvieron que rendirse a la evidencia.

El Apolo con su organillo eléctrico y sus autómatas era una excusa, pero si a ello unimos el reclamo del Miño, los cafés cantantes  Bilbaína, Moderno, Marquesina o los cines.  Hasta el Banco de España se unió al proyecto.  Al final los comerciantes y empresarios ourensanos sabían que abrir en el Paseo era parte del éxito. Surgió así lo que se puede llamar segunda etapa, la del comercio: Layton,  Tobaris, Celestino, Los Populares, Simeón, Duran,  Jesús Lago, Los Fraga, Telescopio, Chavalín y tantos y tantos “recuerdos”. ¡Ay mi Ibense y Cortijo, cuánto se os echa de menos!

Hoy la calle sigue siendo un gran polo de atracción comercial, pero de entre las banderas de grandes multinacionales pocos son los héroes del comercio local que han conseguido sobrevivir: La Casa de Los Lentes,  Joyería Sierra, Jesús, Delfín, Farmacia Fábrega, entre otros

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