Entre Barataria y el Buscón Don Pablos
Le podrían constar al doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, a la sazón director general de la Organización Mundial de la Salud, varias llamadas del alcalde Jácome para saber si una eventual propagación del coronavirus chino puede dar al traste con la importación de científicos de todo el orbe para su Centro de Inteligencia Artificial. No consta, eso sí, respuesta alguna del investigador eritreo sobre el laboratorio de la Señorita Pepis que Jácome quiere montar en dependencias municipales. Tampoco se acredita credulidad sobre la ocurrencia municipal entre los suyos porque los bastones de su gobierno dicen a diario (cada vez con menos disimulo) que "eso no se hará jamás porque ni él sabe lo que es". Para ignorar ha empezado con intención.
El primer dirigente del Concello ha llegado a los cómodos cojines y soldadas del gobierno como Sancho Panza a gobernar la ínsula Barataria, siguiendo ambos el olor de la ambición más que el crédito de la preparación y la capacidad. La mayoría de las áreas del gobierno municipal reeditan la picaresca de la literatura del Siglo de Oro, revisitando andanzas del Buscón don Pablos o Guzmán de Alfarache. El argumento da de sí: Jácome quiere traer a 150 científicos sin que se sepa de qué disciplina, a hacer qué, conectados a qué potencias del saber y del conocimiento, trabajando para qué sectores, entidades o instituciones. Pero dice que hacen falta diez millones de euros de dinero público. Eso sí, ya prevé contratar a un director al que pagará de la misma chequera pública que sus asesores y city manager.
El periódico del miércoles informaba de esa iniciativa de altos vuelos en la página nueve. El mismo día, en la página trece, otra información que radiografía la indigencia administrativa municipal, más allá de las ensoñaciones del alcalde y sus científicos. Los bomberos alertaban que se les entregó el día 18 de noviembre una lancha que no se usa porque carece de seguro. Dos informaciones comparadas identifican ínfulas y realidad municipal, gobiernos de Barataria en manos de Sancho, lazarillos y buscones del Siglo de Oro. Capaces hasta de promover Expourense como alternativa a la suspensión del Mobile World Congress de Barcelona. Entre Xantar y Funergal, claro.
Para renovar votos y sufragios
Feijoo anda en amores con Galicia desde el año 2009 y se propone renovar sus votos el 5 de abril. Hay votos y sufragios, y el presidente quiere reeditar ambos. Las nupcias con esta tierra cumplen once años y los votos que prometió ante el altar institucional en el 2009 iban de estar unidos en la salud y la enfermedad. Esas cosas de pareja, ya saben. Pero con esos no llegan, hacen falta los de la urna y toda ayuda es poca. Irrumpió entonces el reflexivo alcalde Jácome para, con la profundidad ideológica de un emoji, decir que de esta votará a Feijoo. El presidente gallego no ha desdeñado el apoyo. Lo suyo con Jácome va de derecho a roce. Una vez me votes, cada uno se levanta por lado diferente de la cama. Una cosa es ligue, otra amor. Una cosa es voto de fidelidad de pareja y otro el sufragio. Se escriben igual, no significan lo mismo. Lo del sexo y al amor, ya se imaginan.
Pensar a lo grande al menos esta vez
En la provincia de las leiras mentales es complejo pensar a lo grande, mucho más hacer algo grande. No digamos mantenerlo. Pero las excepciones se justifican por su capacidad de romper convencionalismos y lugares comunes. La historia de las mejores historias empresariales en Ourense tiene que ver con apellidos, con sagas. Una de ellas es la de los Domínguez. Damos por sabidas las historias de marcas y caminos divergentes con el oficio de la moda. Una parte de la familia empezó con Sociedad Textil Lonia en el año 1997. La fábrica ya se amplió en el 2005 y ahora sus costuras rompen por el crecimiento. Están en una nueva fase para doblar instalaciones. Emplean a casi 2.500 trabajadores, tienen tiendas en cuatro de los cinco continentes. Llevan en el tajo 23 años y las cifras son de vértigo. El proyecto, el tesón y el talento (una de las palabras fetiche en la fábrica) han construido la principal textil después de Inditex. En Ourense hay 23.000 empresas, la mitad sin empleados. Una sola paga más de 2.000 nóminas. Mientras no sea una norma, felicitemos la excepción.
Todo sea por la seguridad vial
Un conductor se espetó contra una glorieta al regreso de un viaje un poco confuso por A Limia. Al ir, la rotonda no estaba; al regresar, se la habían colocado de forma artera y se la comió entera. La Guardia Civil le dijo ven y cuéntame. Y juró que el obstáculo fue cosa del mago Houdini. No, no fue en la ciudad. El Concello tarda meses en dar una licencia, años en hacer una rotonda. Es por el beneficio de la seguridad vial. Para que nadie se encuentre una glorieta de regreso a casa que antes no estaba.
Catálogo de un programa de gobierno
Dentelladas en el asfalto como si alguien quisiese arrancar los adoquines para una intifada. Bloques de cemento tirados en cualquier lado como sobrantes de los excesos de la caída del muro de Berlín. Restos de una actividad comercial caduca en la plaza de abastos como vestigios de una arqueología comercial pendiente de estudio. Plásticos, baches, charcos y colgajos en los paseos del Miño. Pintadas como para reivindicar que la imaginación se ha quedado roma. Calles "peatonalizadas" llenas de coches para evidenciar, por supuesto, que el contrasentido es un programa de gobierno.
El portafotos
Artur Yuste Tarragó (Lleida, 1979) ha echado raíces en Ourense y desde el 2010 es el primer ejecutivo del Grupo Cuevas. Pasan los años y sigue prendida en su forma de hablar el acento catalán que le delata. No es creíble cuando intenta decir "carallo", porque suena muy impostado, le sale un tono de turista que no le pega. Le pasa como a Cruyff, que nunca fue capaz de despojarse del acento neerlandés pese a que llegó a Barcelona en 1973, ciudad en la que falleció en el 2016. Dice el refrán que la oveja no es de donde nace sino de donde pace y Yuste se alimenta de materia prima local. Lidera una empresa que ha decidido pasar a la acción mirando al campo de cerca, más allá de lamentar sus estadísticas.
Acaba de presentar una "alianza" con la Diputación para potenciar uno de los productos más reconocibles, la castaña. Una tierra con ese tesoro y que deja en el suelo cada año 70 millones de kilos por no agacharse a recogerlos es un territorio soberbio o con la artrosis suficiente para no poder inclinarse. Cuevas trabaja con la castaña desde hace 80 años y exporta sus derivados a 30 países. Aún con ese potencial la empresa y la Diputación tienen que explicar que el producto no deslocalizable tiene futuro. "¡Manda carallo!" Lo decimos nosotros porque a Artur Yuste no le quedaría creíble. Por lo del acento.
