No morimos, solo perdemos la vida

La piel esta vez ha ganado al cemento Ha sido una semana con mucha epidermis. No siempre la actualidad tiene piel, aunque sea dura como la de un sapo. Los titulares suelen alimentarse de hormigoneras y metros cúbicos de cemento por las corredoiras o inyectados en los viaductos del AVE. Bebe de indicadores estadísticos, de fintas verbales alrededor de fotos, medallas y escapularios. Ha sido la semana donde ya se le da lustre a los tópicos y encaja bien un Feliz Navidad en el saludo. Arranca el rally de compras y solo faltan los mercadillos solidarios presididos por miembros de la familia real descolgados de la línea sucesoria. La Navidad está aquí con la lucería mientras 1.600 familias ahogadas económicamente piden papas o lo que les pongan para cenar el 24. La sociedad de la abundancia y los contenedores atiborrados de sobras resulta que tiene a las entidades benéficas estresadas porque no dan abasto: más de 4.000 ourensanos son pobres y 250 son usuarios del comedor social. La epidermis de la sociedad nos pone también ante el espejo de la hipocresía, escondiendo en el cajón de la frustración los datos del suicidio. Una información de este periódico cifraba en 31 el número de decisiones voluntarias de quitarse la vida, con una veintena de tentativas por cada caso. Y todo esto viene a cuento porque Verónica Forqué dijo un ahí os quedáis. Cuando partió Manuel, Josefa o Ricardo, pongamos por caso, no pasaba nada. Sencillamente “habían aparecido sin vida en su domicilio”, en el cauce del río o en el acantilado. En la sociedad chachi la gente no se muere nunca. Cuando se suicidan aparecen muertos y cuando tienen cáncer, hacen la mudanza al más allá después de “sufrir una larga y penosa enfermedad”. Aquí no se muere nadie, como mucho pierden la vida. Palabras y acciones La vida sigue siendo injusta, dura incluso. La sociedad encaja mal la diferencia, prefiere llamarla diversidad para no ofender. Pero ahí se queda todo. Ni una mala palabra, ni una buena acción. Estas páginas contaron días atrás la historia de Álex, un chico de 20 años que hace frente al estigma social del autismo y que tiene el grado de FP en gestión empresarial. Hace prácticas en la asociación porque las empresas no le contratan. Su caso se conoce porque andaba por allí una conselleira. Donde no hay alcaldes o conselleiros estas cosas no las cheiramos. Muchos Álex se comen con patatas su diferencia, también su diversidad mirando por la ventana, escondidos tras los visillos. En el papel de María Antonieta Los alcaldes están para cuidar a su prole sin reparar en su grado de diversidad. Que se lo digan al de Ourense, que esta semana anduvo de mudanza en su 13 Rue del Percebe. Puso a Pepe Gotera en el puesto de Botones Sacarino y cambió en su gabinete a Zipi por Zape. Ahí no pasa nadie hambre, porque la cazuela pública está siempre al fuego para acallar el ruido de tripas. De la alimentación del resto el regidor tiene poca preocupación, como una nueva María Antonieta. Cuando en la Francia de 1778 había una crisis terrible de harina que impedía fabricar pan, la reina consorte de Francia, esposa de Luis XVI, preguntó a sus cortesanas por el origen de las protestas callejeras. Le contaron que el pueblo no tenía pan. Ella, supuestamente, les respondió: “Pues que coman pasteles”. En la corte de Jácome reinan los zampabollos que rotan de puesto según antojos del reyezuelo. Desde el balcón ve como pasan rumbo al comedor social 250 personas cada día. A por pasteles, seguro. Parecidos entre Justicia y fútbol Ya no lleva la iniciativa el gobierno local en agitación y propaganda. Esta semana jugó al ataque la Justicia, obligando a Jácome a pertrecharse en el área. Se acordó de Johan Cruyff: “Si no puedes ganar, asegúrate de no perder”, pero el campo está muy embarrado. La Audiencia Provincial adelanta indicios de delito en el proceder del regidor y la querella de la Fiscalía va para adelante. Es arriesgado predecir hacia dónde se inclinará la balanza judicial porque queda partido por jugar. Ya lo dijo Vujadin Boskov: “Penalti es cuando el árbitro pita”. Pues el silbato parece que va camino de los labios de los jueces. Al poner la lupa: entre la ignorancia y el integrismo La Universidad Popular Ourensana (UPO) se extinguió después de que desde el Concello el alcalde haya promovido una voladura descontrolada. La institución formativa superaba el siglo de existencia, sobreviviendo a decenas de avatares durante su longeva existencia, aunque no siempre de forma continuada, como ocurrió con la dictadura. Desde hace más de dos décadas, con el impulso municipal, la Universidad Popular ayudó a divulgar el conocimiento, a desplegar una ingente cantidad de actividades formativas. Solo la ignorancia asfixia a una entidad así, pero todo puede pasar con este Jácome estrafalario. Las movilizaciones de la sociedad no impidieron que la decisión fuese irreversible y se impuso el integrismo municipal. La milicia ultraortodoxa afgana derribó en el 2001 los Budas de Bamiyán, esculpidos en roca en una zona al noroeste de Kabul, en Afganistán. Habían aguantado 1.500 años, pero sucumbieron a la ignorancia. El portafotos Fran Justo es el entrenador del Arenteiro, el equipo que midió sus fuerzas el jueves por la noche con el Valencia en una eliminatoria de la Copa del Rey que despertó la épica del David y Goliat. Herido en la Liga, el conjunto de Carballiño tonteó con la historia hasta despertarse del sueño bien entrada la prórroga. Fran fue durante un rato una especie de Mel Gibson en Braveheart, encarnando a William Wallace. Luego de recoger los trastos tras el pitido final dijo algo muy serio, que recogió este periódico: “Podemos decir que el sueño se hizo realidad. Sabíamos todo lo que íbamos a vivir, pero era difícil imaginar que fuera así. Muy agradecido a estos jugadores porque me hicieron creer en algún momento que podíamos eliminar al Valencia y es un día que nos vamos a llevar con nosotros para siempre, allá dónde vayamos”. El deporte es de esas disciplinas que permiten gestas, doblar a enemigos en tiempos de paz, al menos intentarlo. El entrenador lideró a un conjunto que mantuvo la tensión y fue generoso regalando ilusión a un Carballiño que en las vísperas y el día del partido se sintió pletórico, viviendo días que solo el deporte consigue. El resultado, al final, fue lo de menos, era parte de lo esperado. Nadie le quita haber hecho historia.