Reportaje

Desde Moscú por amor

Diana Kryzhanovskaya, en la plaza de Santa Eufemia, en el Casco Vello. (Foto: José Paz)
photo_camera Diana Kryzhanovskaya, en la plaza de Santa Eufemia, en el Casco Vello. (Foto: José Paz)

La filóloga rusa Diana Kryzhanovskaya llegó a Ourense siguiendo su corazón, y ahora documenta con humor el choque cultural entre su país y su nuevo hogar a través de Instagram 

Cuando llega Eurovisión, Diana Kryzhanovskaya no sabe a quién votar. ¿Rusia, España? Hasta hace dos años vivía en Moscú, rodeada del caos atronador de una ciudad de 13 millones de personas… hasta que conoció a un ourensano. Hoy se calienta las manos apretando una taza de cacao en una terraza del Casco Vello: siguió a su corazón y se instaló en una casa tradicional en un pueblo junto a Ourense, con su novio, dos perros y dos gatos. 

Hablar con ella es recordar constantemente lo diferentes que son dos realidades a 4.300 kilómetros de distancia. “Nos quejamos mucho del frío estos días, ¡pero aquí al menos crece la hierba! En Rusia llegué a sufrir 30 grados bajo cero”, bromea. Durante el confinamiento, divertida por el continuo choque cultural, decidió poner por escrito sus experiencias como rusa en Ourense. Como buena milenial, claro, lo hizo en Instagram.

En su cuenta @gallerusa, Kryzhanovskaya explica a los ourensanos cómo se siente en un ambiente tan distinto. “Aquí me acostumbré a nadar en el río; ¡en Moscú sería un suicidio!”, comparte en la red social esta filóloga, enamorada de la comida gallega… aunque no de sus postres, porque “los dulces en Rusia son espectaculares”.

Guiada por Valle-Inclán

El interés de Kryzhanovskaya por la cultura española, no obstante, viene de lejos. “Es una historia como de película”, asegura: cuando tenía 15 años, volviendo del colegio, vio abandonado en un banco una edición rusa de las “Sonatas” de Valle-Inclán. Curiosa por el título, se lo llevó a casa y lo devoró en apenas un día: poco después, decidió empezar a aprender español. “¡Y ahora voy al centro de salud en la calle Valle-Inclán!”, exclama, con la ilusión de quien cierra un círculo.

La joven ofrece ahora clases de ruso para españoles, por vídeollamada debido a la pandemia. “En Ourense me escribieron muchos diciendo que les gustaría aprender, que más adelante… pero por ahora ninguno ha empezado a estudiar ruso”, explica, y también dice que -si la docencia no sale adelante- busca trabajo de cualquier cosa. “En Rusia se desprecia a los camareros o los dependientes, pero aquí se respeta todo, me encanta que no haya este clasismo”, dice.

Mientras tanto, sigue compartiendo sus vivencias y enfrentándose a los estereotipos -“mis amigas y yo no bebemos vodka, ¡bebemos té!”-, descubriendo cada día algo nuevo de Ourense y de sus gentes. “Los gallegos que he conocido no son muy abiertos, ¡en esto se parecen bastante a los rusos!”, asegura. Una última duda: “¿Gallego? Todavía no sé hablarlo -sonríe-, pero quiero aprenderlo”.

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