La movilidad entre Ourense y las villas se agrieta, con Valdeorras en la picota

Las desigualdades internas en las comunicaciones entre la ciudad y las villas claman al cielo, con una buena comunicación general por carretera, pero un transporte público, especialmente el tren, que hace imposible utilizar estos medios para hacer el día a día entre la capital y las cabeceras comarcales y un autobús con horarios que impiden en muchos casos conjugar la vida laboral o estudiantil con los desplazamientos. El último “aldraxe” cometido con Valdeorras, una comarca de 25.000 habitantes, claramente la más perjudicada en el sistema de comunicaciones, ahonda la herida abierta. Desde el lado leonés han sacado a relucir la posibilidad de enterrar el proyecto de la A-76 y cambiarlo por un desdoblamiento de la N-120. Hoy, de las siete principales villas de la provincia, solo O Barco, la tercera más habitada, sigue prácticamente desconectada de la ciudad por carretera, mientras el resto está accesible en coche en intervalos de entre 20 y 45 minutos. Sin embargo, la capital valdeorresa sigue estando a una hora y media de su capital provincial, y ve todavía muy lejos ese proyecto de autovía -eternamente puesto en duda- que le permitiría situarse a la par de Verín y colocarse a apenas tres cuartos de hora de distancia. En coche, actualmente los tiempos entre las villas y la provincia son prácticamente perfectos, ya que la mayoría de ellas se encuentran atravesadas por un eje vertebrador, la autovía A-52, que ha hecho que sus tiempos de viaje sean prácticamente insuperables. Allariz (20 minutos), Xinzo (29 minutos), Verín (45 minutos), Ribadavia (25 minutos) y Carballiño (junto a un tramo de la AG-53 y AG-54, 22 minutos). A ellas, se suma Celanova, con una autovía exclusiva para ella sola, que permite colocarse en tan solo 24 minutos. Es el trayecto en automóvil el único que parece claramente competitivo. Pero se cierne una amenaza en el horizonte. El Gobierno ya ha anunciado que no hay vuelta atrás a la implantación del pago por uso de autovías, que estudia imponer en 1 céntimo el kilómetro. Esto castigaría con fuerza a las villas, obligando a pagar 22 céntimos por ir a Allariz, 0,40 por desplazarse a Xinzo, 0,73 por comunicarse con Verín, casi 0,25 por ir a Ribadavia y casi 20 céntimos por ir a Carballiño. Podría salvarse Celanova, que apenas pagaría unos céntimos al ser la autovía que llega de titularidad autonómica. El único tren sale a las 18,41 horas de la villa del Arenteiro, pero regresa al día siguiente. Un sinsentido que impide su uso. De autobuses (8 líneas) no va mal. Para los coches, autovía. Los desplazamientos en medios de transporte públicos son sangrantes y, en algunos casos, completamente inútiles y discriminatorios. Ribadavia ha pasado de tener nueve líneas diarias a contar con solo una de ida y vuelta, con horarios que hacen imposible usarlo para trabajar o estudiar, lo mismo que le sucede a Carballiño, que tenía seis líneas y se ha quedado con una. O Barco, que llegó a tener ocho conexiones diarias con la ciudad, se queda solo con dos, y también ha perdido cuatro de los seis trenes que le llevaban a Ponferrada y León. A esto se une que A Gudiña, la mejor comunicada, donde paran cuatro trenes diarios, se les cobra precio de Alvia y no de regional para ir a Ourense, cuando en el Alvia de Lugo a Ourense, a los lucenses que se apean por el camino se les cobra precio de regional, considerando el servicio como “obligación de servicio público”. Los autobuses van por barrios. Las villas situadas en la A-52 los disfrutan, el resto los padece. La cercanía a la ciudad y el paso de la A-52 la hacen privilegiada. A 20 minutos en coche y con ocho líneas diarias de autobús. Conexiones más que aceptables. O Barco de Valdeorras: Sin autovía, menos trenes y más cerca de Lugo que de la ciudad Valdeorras es, sin lugar a dudas, el caso más paradigmático del problema de las comunicaciones internas en la provincia. Carretera, tren y autobuses. O Barco sale perdiendo en las tres. Un combo de “aldraxes” en el transporte y la movilidad con el resto de la provincia. Por carretera, las comunicaciones son un desastre. El viaje a la ciudad se eterniza a una hora y media, en una odisea por la N-120 (es la única villa sin conexión por autovía) de 113 kilómetros, con tramos que impiden adelantar. Por ejemplo, desde que se pasa el Alto de Guítara hasta la ciudad, no hay ningún carril de adelantamiento. En sentido contrario, no hay ningún carril para adelantar desde la salida de la ciudad y hasta que se entra ya en la provincia de Lugo. Conductores habituales de este tramo advierten de la peligrosidad: “Cada vez son más los conductores que adelantan en línea continua”. Otros incluso sacan punta a la circunstancia de que “desde O Barco llegamos antes a Lugo que a Ourense”. Un hecho irrefutable que se acrecienta si se compara con Ponferrada. En autobús, las comparaciones son odiosas. Hay apenas tres líneas diarias entre O Barco y Ourense, que invalidan por completo la posibilidad de que un valdeorrés pueda ir a hacer su jornada a la ciudad, como ir al médico, al no llegar el primer bus hasta las 10 de la mañana. Sin embargo, esto contrasta con la conexión O Barco-Ponferrada (León), mucho más extensa. En cuanto a los trenes, O Barco llegó a tener ocho diarios que lo comunicaban con la ciudad. Ahora solo le quedan dos, y ha perdido incluso la conexión directa en regional a Vigo. O Barco perdió el 75% de líneas con la pandemia, lo que laminó su oferta. El viaje a Ourense dura 1 hora y 40 minutos en el Alvia y 2 horas en el Regional. No hay posibilidad de que una persona pueda ir a la mañana y volver de noche, un lastre al no cumplir sus objetivos para fines laborales o de estudios. “Solo vale para viajeros ocasionales”, comenta otro usuario. Otras villas: el tren ha muerto, el autobús aprueba y los coches, en vilo por los peajes Estar de camino a Madrid ayuda. En 45 minutos recorren en coche los 73 kilómetros a la ciudad y hay siete líneas diarias de autobús. El peaje del Gobierno costaría 0,70 euros extra por viaje. En el resto de las villas hay conclusiones evidentes. El tren ha pasado a mejor vida como servicio público. Es la más contundente. Nadie puede ir de Ourense a Carballiño, o viceversa, a pasar una jornada completa. Tampoco a Ribadavia. Llegaron a tener seis y nueve conexiones diarias, les queda una. En el primer caso, si se coge el tren de Ourense a Carballiño, apenas se pueden pasar dos horas en la villa del Arenteiro para poder regresar a casa. Para ir a Ribadavia, hay un margen de poco más de cuatro horas. Tiempos inútiles. A esto se une que localidades bien conectadas, como A Gudiña, tienen precios de Alvia, todo un agravio si se compara con localidades lucenses, que usan Alvia pero tienen precios de Regional. Algo incomprensible. Por carretera, las villas tienen conexiones más que aceptables. La construcción de la A-52 a finales del siglo pasado permitió vertebrar todas ellas. Las que quedaron marginadas, Celanova o Carballiño, tuvieron conexiones especiales de la Xunta para acercarlas a la A-52, lo que les mantiene la competitividad. En cuanto a los autobuses, depende de la situación. Las villas de camino a Vigo (Ribadavia) o Madrid (Allariz, Xinzo y Verín) no tienen queja. Carballiño tampoco va mal. Celanova, más olvidada, es la que menos trayectos tiene.