Suceso en Ourense | Muere un vecino de Rabo de Galo tras incendiarse su casa

Julio Gómez era muy querido en el barrio, donde le recuerdan como un apasionado de las motos

Julio Gómez, ourensano de 86 años, vivía solo en el número 38 de la rúa Carballo, en Rabo de Galo, que se incendió durante la medianoche del sábado, provocando su fallecimiento. Al advertir la presencia del humo, un vecino llamó al servicio de emergencias. Cuando llegaron los bomberos de Ourense, Policía Local y el 061, le fue aplicada una reanimación cardiopulmonar, pero no lograron salvarle. En cuanto a la causa de la muerte, la principal hipótesis, aún por confirmar, es la inhalación del humo. 

En el interior de la vivienda, fueron encontradas varias bombonas y una estufa catalítica, que, según las primeras averiguaciones, pudo haber sido la causa de un incendio que no se logró sofocar hasta las 3,20 horas de este domingo. En el espacio anexo a la vivienda, ahora precintada por la Policía Nacional y aún rodeada por el olor del humo más de 12 horas después, quedaron la silla y el bastón de un hombre que acostumbraba a salir al camino para disfrutar del sol y la compañía. 

Una de sus vecinas, Susana, llegó este domingo a las tres de la mañana al lugar, ya que había salido a dar una vuelta, y le sorprendió el dispositivo, por lo que se dirigió hacia la vivienda de Gómez, que tenía por una persona independiente y sociable. 

Otra vecina añade que el octogenario vivía solo por decisión propia, y que sus hijos residen también en la ciudad. Le visitaban a menudo, y también contaba con una asistenta. Según sostienen quienes residen en el lugar, Gómez había perdido algo de movilidad, pero mantenía sus facultades psíquicas. 

Los vecinos llevaban cruzándose con él toda la semana: unos días antes había pedido ayuda para abrir la puerta por un problema con las llaves, y el día anterior a su fallecimiento estuvo tomando el sol en el camino, como de costumbre. No todos recuerdan su nombre, pero sí el placer de entablar con él alguna conversación trivial y saludarle, ya que llevaba décadas residiendo allí. 

Hace años, cuando su mujer vivía, se sentaban juntos en el sendero, a la altura de su vivienda, y siguió repitiendo esta rutina en solitario cuando quedó viudo, cambiándose de lado de la calle en función de la dirección del sol. Permanecerán en el firme varios agujeros donde colocaba las patas de su silla, y Rabo de Galo extrañará a Gómez, que fue todo un apasionado de las dos ruedas. Casi hasta sus últimos años, acudía cada día a buscar el pan en su moto.

Lorinda Fernández, presidenta de la asociación vecinal de Rabo de Galo, muestra su conmoción en nombre de todos los residentes en el barrio. Y define a Gómez como alguien que “llevaba una vida normal y era muy buen vecino”. Esta zona de Ourense, un espacio rural dentro de la ciudad, cuenta con un alto porcentaje de población envejecida, por lo que, desde la asociación, están pendientes a los ancianos que viven solos y precisan asistencia. Pero, en este caso, Gómez estaba atendido y se trataba de “un hombre independiente, que cobraba su pensión y quería vivir solo. Se defendía perfectamente y era un vecino maravilloso, también sus hijos y nietos. Se le echará mucho de menos”, concluye.

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