reportaje

Dos mujeres, 50 años de enfermería

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photo_camera Cristina Penedo y Felisa Aguiar, frente a la exposición homenaje al medio siglo de vida del CHUO.
De hervir las jeringuillas para utilizarlas de nuevo, a las desechables de uso único. De papel y bolígrafo, a historias clínicas digitales. En el medio siglo de la residencia sanitaria, el edificio no es el único que ha experimentado cambios.

Si los pasillos de la antigua Residencia hablasen, lo harían sobre los numerosos cambios presenciados durante sus 50 años de vida. El edificio primigenio del CHUO cumple medio siglo al servicio de los ourensanos, tiempo más que suficiente para multiplicar su plantilla y superficie y colocarse a la vanguardia médica. El hall del edificio acoge estos días, a modo de homenaje, una exposición fotográfica dedicada a los primeros trabajadores del centro, hoy ya jubilados.

El paso del tiempo y el cambio de siglo vino acompañado de numerosos avances en la práctica sanitaria, cuyos profesionales pasaron del bolígrafo y papel a las historias clínicas digitales. "Antes hervíamos las jeringuillas en agua para volver a utilizarlas, imagínate lo que supuso para los que trabajábamos en esto que llegasen las desechables", señala Felisa Aguiar, exenfermera del CHUO durante más de 20 años. Ahora, parte de la jornada laboral se realiza delante de pantallas, según asegura Cristina Penedo, enfermera desde hace 6 años en el complejo ourensano: "Pasamos mucho tiempo sentados delante del ordenador cada día".

La Enfermería dejó de aprenderse en las escuelas para pasar a las universidades, y dejó de ser terreno exclusivamente femenino –"Cuando estudié en los años 50 no había ni un hombre, ellos eran médicos y las mujeres, enfermeras, el terreno estaba delimitado", dice Aguiar– a desligarse, poco a poco, del género. La distancia entre los médicos y los enfermeros que podía haber hace décadas, también ha menguado. "Ahora mismo son compañeros, de igual forma que los auxiliares o celadores, todos somos un equipo", explica Penedo. Pero los cambios alrededor no han alterado el fin último de la profesión, el cuidado al paciente. "Este es un trabajo estresante y duro, vas corriendo de un lado al otro, no paras", recuerda Aguiar. Cristina Penedo, asiente.

“Antes hacíamos artesanía pura con lo que teníamos"

La ourensana Felisa Aguiar se marchó en los años 50 a estudiar Enfermería a la escuela de Valdesillas, en Santander. Su formación fue, en su mayoría, práctica: "Las alumnas llevábamos los pabellones de enfermos, nos vigilaban las de los cursos superiores. Al salir éramos capaces de hacer cualquier cosa, claro, tanto en quirófano como en plantas... Estábamos para todo, menos fregar el suelo, de todo". Al compararlo con los estudios actuales, Aguiar ve carencias en el sentido práctico: "Veo que están muy formados en estadística, por ejemplo, pero sí es cierto que tienen mucha menos experiencia". 

Después de trabajar en un ambulatorio y en la Mutua de la calle Progreso –antigua localización de la Residencia- , llegó al Cristal. "Allí nos fuimos, a mí me tocó prematuros, en donde trabajé 20 años, más o menos, toda la vida. No sabría ni cómo coger a un adulto, la verdad", bromea Aguiar. Aunque a lo largo de su vida laboral tuvo la oportunidad de marcharse a alguno de los centros de salud de la ciudad, siempre tuvo claro que su lugar era el área hospitalaria. "A mí esa responsabilidad me gusta mucho, lo haces lo mejor que puedes.Antes hacíamos artesanía pura con lo que teníamos", resalta. La exenfermera defiende la importancia de los avances, y asegura que le resultó fácil hacerse a ellos: "Cuando llegaban las nuevas máquinas mirábamos todos para ellos con la misma cara de no saber, los mayores y los jóvenes, era cuestión de leer y aprender a manejarlas". 

Al mirar hacia atrás, Aguiar reconoce la "añoranza" y la "familia" que formó en el Cristal: "De los pisos de la Mutua pasamos a un lugar inmenso al que entró más plantilla, pero nos conocíamos todos. Al final, pasabas más tiempo con ellos que con tu familia real".

“Hay tanta gente que solo conoces a los de tu planta"

Aunque estudió Enfermería en A Coruña, Cristina Penedo empezó su etapa laboral en el CHUO hace seis años. Desde entonces ha probado diversas especialidades, pero reconoce que su favorita es la planta de neonatos, en la que lleva trabajando desde el 2016.

"Es cierto que cuando empiezas no tienes casi experiencia, de repente dejas de ser de prácticas y llevas tú todo el peso del trabajo", asegura Penedo. Por el momento, lo más difícil para ella ha sido el trato con los familiares: "En la carrera no vemos nada de eso, y no es fácil. En neonatos, por ejemplo, tu paciente es el bebé, pero con quien tienes que hablar es con los padres. Además, tienes que saber qué quiere el recién nacido por intuición, claro". De sus compañeros más mayores asegura que aprende otros puntos de vista, diversos de los suyos. "Antes hacían de todo, planta, quirófano... Estaban para todo, trabajaban un montón y tienen mucha experiencia", señala. Respecto al número de nacimientos, por sus colegas sabe que antes eran mucho más numerosos, pero asegura que han aumentado durante los últimos años. "Esa es mi percepción, desde que entré aquí yo creo que nacen más niños que antes, aunque claro, muchos menos de los que nacían hace décadas", cuenta. 

Penedo explica que en el CHUO es imposible conocer a todos los trabajadores (más de 3.000), y que no conoce todos los rincones del edificio, en el que reconoce haberse perdido durante los primeros meses. "Hay tanta gente que solo conoces a los de tu planta, pero claro, sí que conoces mucho a tus compañeros, nosotros con los pediatras tenemos mucha relación, por ejemplo", explica la enfermera. 

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