DEAMBULANDO

Naturaleza en explosión

De salida por el monte, la primera víbora, casi una cría de la especie más venenosa de Galicia, la de Seoane, que encontramos entre la hojarasca, madrugadora para los tiempos cuando suelen aparecer allá por los finales de marzo o por abril

Todavía no ha arribado el casi invisible cuco que solo por su monótono canto identificado cuando las mimosas, de tan efímera flor como hermosa, ya marchitas. Esto tiene la belleza, cuando por nuestros pagos las lucidísimas blancuras de la flor del ciruelo alternan con el rosa de los prunos o ameixoeiros, como floridas y vernales mensajeras.

Las aves más visibles por la solaina de estos días, que con un grisáceo cielo alterna, y sobre todo porque el celo empieza a despertarse en ellas. Así en el verde del campo competían mirlos, urracas y algunas gramíneas aves de menor tamaño que picoteando fuertemente levantan como chuletas de yerba en campo de golf, a la búsqueda, sobre todo, de lombrices de tierra, las llamadas miocas, postre también de jabalíes.

Las cada vez más abundantes colonias de esos hirúndinos, los aviones roqueros, ya escasean en sus posaderos exclusivos y se han expandido por los edificios traseros de la rúa Celso Emilio. Revolotean de mañana y más que a la caza de insectos han emprendido, como a modo de cortejo, esas piruetas aéreas entre machos y hembras que desafían cualquier ley pues a gran velocidad lo sortean todo: cables, postes, árboles, vidrios de ventanas, edificios y cualquier obstáculo. Un prodigio de pájaros que dan para mucha observación,

Los colúmbidos, también las palomas bravías o torcaces, han comenzado el celo con sus cantos difíciles de distinguir de si pertenecen a tal o cual especie, aunque muy similares. Andan torpes y más descuidados de lo habitual; de ahí que sean presa de alguna rapaz como observo con desplumados palomos cada cierto tiempo y más por estas fechas.

De salida por el monte, la primera víbora, casi una cría de la especie más venenosa de Galicia, la de Seoane, que encontramos entre la hojarasca, madrugadora para los tiempos cuando suelen aparecer allá por los finales de marzo o por abril. Alguna caminante se asusta, más por el temor que los vipéridos  infunden a las mujeres, que por su misma peligrosidad; la apartamos simplemente del camino, que  suerte para ella que no viniese conmigo un pariente que se la tiene jurada al ofidio al que supérfluo considera en la naturaleza, no obstante ser un biólogo vocacional. Amigos de los ofidios hay pocos por aquí entre herederos de una cultura judeo-cristiana que odiaba a los ofidios como pérfidos portadores de todos los males. Recuerdo las muchas culebras que se mataban por aquellos agricultores con el azadón. Las odiaban porque, bíblicamente, representaban al mal aun cuando eran adorados como animales totémicos en las culturas mesoamericanas y aun en las atlánticas europeas; incluso en el área galaica la serpiente siempre fue objeto de culto. Y no así el lobo, gran competidor del hombre, o el oso pardo.

Por el campo, las navizas han florecido y solo sirven los grelos, con el nabo subterráneo, para ser comidos por el vacuno o porcino. Forman campos floridos de una inigualable belleza entre el verdor y el amarillo, mientras vemos praderías ganadas al monte que ya no alimentan al vacuno. Se nota como un freno porque cuando tener una vaca en el medio rural era como nutricia de la familia y signo de riqueza, ahora desaparecida por confinada en números en las llamadas explotaciones ganaderas.

La florida fragancia de las ya marchitas mimosas era la dominante cuando te pierdes por esos caminos que tantos nombres reciben en nuestra lengua: verea, carreira, carreiro, corredoira, sendeiro, vieiro, congostro, quenlla, canella o canellón…y un sinfín porque cada aldea tiene su definición o se aferra a una. Según los autores las clasificaciones son varias. Acaso las más aceptadas: congostra, camino de carro profundo y estrecho; carreiro,  apto para caminantes solamente; carreira, reservado a paso de carros; corredoira, camino de carro, estrecho y, a poder ser, flanqueado de vegetación, entre taludes o muros, también; sendeiro, camino o via estrecha de montaña, que permite el paso de una sola persona; vieiro se puede aplicar a todos los caminos, por lo de vías; verea, camino estrecho, aunque a veces encontremos por ahí que lo que los paisanos llaman verea sea más próximo a una calzada de tipo romano; canellón o canella, camino agreste y pendiente, generalmente asociado a aldeanas ruas; quenlla, de menos uso por ahí, pero similar a la canella. Si nos atenemos al purismo debemos comenzar por enriquecer nuestra habla con estos definitorios vocablos. Existen muchos más e importantes como los caminos reales, las calzadas romanas, las medievales, muchas de ellas empedradas y que en nuestro entorno predominancia tienen.

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